Cartas al director

Pinochet

El 11 de septiembre de 1973 trabajaba como todos los días en el departamento de relaciones laborales de la Compañía de Cobre Chuquicamata, antes Ananconda Company. Tenía como compañeros a varios militantes comunistas, socialistas, democristianos, algún señor de derechas, radicales e independientes. Ese día, la gran mayoría de ellos se ocultaron o huyeron. Sabíamos lo que se nos venía encima. Uno de estos compañeros era Alejandro Rodríguez, socialista, concejal del cercano municipio de Calama, activista comprometido y peleón, con quien compartía oficina y casi mesa de trabajo. Un mes después su...

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El 11 de septiembre de 1973 trabajaba como todos los días en el departamento de relaciones laborales de la Compañía de Cobre Chuquicamata, antes Ananconda Company. Tenía como compañeros a varios militantes comunistas, socialistas, democristianos, algún señor de derechas, radicales e independientes. Ese día, la gran mayoría de ellos se ocultaron o huyeron. Sabíamos lo que se nos venía encima. Uno de estos compañeros era Alejandro Rodríguez, socialista, concejal del cercano municipio de Calama, activista comprometido y peleón, con quien compartía oficina y casi mesa de trabajo. Un mes después supe que había sido "ejecutado" sumariamente y su cadáver enterrado en algún lugar del desierto. A su mujer le enviaron la americana agujereada como recordatorio y advertencia. Después supe que había pasado la caravana de la muerte.Es imposible perdonar lo que hicieron entonces y durante 17 años, y el responsable último de todo ello, y de que yo esté aquí -de lo que al final estoy agradecido-, es el traidor de gafas oscuras. Traicionó a su presidente, a la Constitución, a muchos compañeros oficiales suyos y al pueblo de Chile.

Si la sentencia de la Corte Suprema chilena se hace efectiva y el traidor es sentado en el banquillo, brindaré con un buen vaso de vino chileno... y punto. Gracias, señor director, por este desahogo.-

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