El Louvre abre una puerta al arte primitivo

Jean Nouvel erigirá un museo dedicado a las civilizaciones no europeas

Si el presidente Mitterrand, amparado en su largo imperio de dos septenatos, tuvo tiempo de ponerle una pirámide al Louvre, de coronar la ciudad de la Ciencia de la Villette con una esfera metálica, de sumar al eje de los arcos de triunfo el gran cubo blanco del Arc de la Défense, de levantar grandes libros de cristal para acoger la Gran Biblioteca, de escoger celosías electrónicas y de aluminio para proteger del sol el Instituto del Mundo Árabe, el presidente Jacques Chirac, elegido en época de crisis y gobernando con una mayoría hostil desde 1997, no habrá tenido tiempo para igualar a su pre...

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Si el presidente Mitterrand, amparado en su largo imperio de dos septenatos, tuvo tiempo de ponerle una pirámide al Louvre, de coronar la ciudad de la Ciencia de la Villette con una esfera metálica, de sumar al eje de los arcos de triunfo el gran cubo blanco del Arc de la Défense, de levantar grandes libros de cristal para acoger la Gran Biblioteca, de escoger celosías electrónicas y de aluminio para proteger del sol el Instituto del Mundo Árabe, el presidente Jacques Chirac, elegido en época de crisis y gobernando con una mayoría hostil desde 1997, no habrá tenido tiempo para igualar a su predecesor en la vanidad de equipararse a Luis XIV. Su única iniciativa personal en materia de urbanismo, arquitectura y cultura se limitará, pues, a erigir un museo de nuevo tipo, el consagrado a unas muy discutibles Artes Primeras.Las Artes Primeras son producto de civilizaciones no europeas y tradicionalmente calificadas de "primitivas". Su templo parisino se situará junto al Sena, entre la torre Eiffel y la gran avenida de los Inválidos, justo enfrente del palacio de Tokio, un solar de más de 25.000 metros cuadrados que ha cambiado varias veces de destino sin que nunca se llegasen a realizar los proyectos.

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Museo y jardín

Quince equipos de arquitectos fueron invitados a participar en un concurso internacional que fijaba, entre otras exigencias, que el nuevo museo debía tener un mínimo de 30.000 metros cuadrados útiles, que no menos de 7.500 metros del solar debían ser destinados a jardín, que el presupuesto no podía superar los 27.500 millones de pesetas y que los espacios tenían que organizarse a partir de una distinción clara entre actividades bien definidas.

Entre los equipos figuraban los de Tadeo Ando, Jean-Michel Wilmotte, Norman Foster, Christian de Portzamparc, Renzo Piano, Francis Soler, Peter Eisenmann, Chaix&Morel o Jean Nouvel. Hoy los 14 proyectos -Rem Koolhaas renunció a participar- se exponen en el Centro Pompidou. El material que se ofrece al visitante incluye tanto los textos de intenciones como las maquetas, esbozos, planos, fotomontajes o imágenes de síntesis destinadas a hacer más comprensible el sentido de cada propuesta.

El ganador del concurso es Jean Nouvel. Su museo aparece instalado sobre pilotes de hormigón, las plataformas de cada piso son de madera y los muros de cierre alternan madera, cristal y metal. El edificio queda escondido entre dos bosques que lo ocultan a las dos calles que bordean el solar. "Todo está pensado para proteger los objetos de la luz y para captar ese rayo de sol que es indispensable para la vibración de las espiritualidades", dice el arquitecto.

La particularidad de la colección del futuro museo, hecha de la suma del patrimonio procedente del actual Museo de África y Oceanía -30.000 objetos- y del laboratorio de etnología del Museo del Hombre -270.000 piezas-, exige presentar la colección dentro de un espacio ambiguo, a mitad de camino entre el lugar sagrado, el destinado a poner de relieve una identidad cultural o el que sirve para aislar los objetos de arte, es decir, entre la iglesia, la universidad y el museo. Nouvel se pregunta: "¿Cómo explicarse que ciertos objetos sean considerados, al mismo tiempo, clásicos y primitivos?". Y aplica su interrogación a las máscaras budistas, a "esas religiones politeístas que han asimilado las distintas tradiciones animistas y de los chamanes".

Si el museo llega a construirse y se inaugura en el 2004, como está previsto, puede que lo que más sorprenda al visitante no sea ni la riqueza de unas colecciones al fin revalorizadas por una buena presentación ni tampoco el "camuflaje" del edificio entre robles, cerezos, magnolias, glicinas, arces y clemátides, sino el aspecto que tomará el conjunto por la noche, cuando el recinto quede cerrado tras muros de cristal. Entonces un resplandor invadirá los lugares, un resplandor que surgirá de los parterres de gramíneas gracias a miles de diodos plantados entre las flores y que cambiarán de color a las órdenes de un ordenador. Será la dimensión mágica o fantasmal del Museo de las Artes Primeras.

Duchamp

Al mismo tiempo que los 14 proyectos arquitectónicos, el Centro Pompidou presenta dos obras importantes de Marcel Duchamp (1887-1968) que, vía donación de Teeny Duchamp, esposa del artista, pasan a formar parte del Museo Nacional de Arte Moderno. Se trata de Les Notes autographes de la boîte verte y de Les Neuf Moules Mâlics. La exposición se completa con textos autógrafos del propio Duchamp y con las copias que Richard Hamilton hizo de Grand Verre.

El conjunto permite comprender mejor la génesis de algunas de las obras claves del inventor del ready-made, el arte conceptual, el body-art, el op-art, o las instalaciones, es decir, el papá del arte contemporáneo. Esa paternidad es analizada por el escritor Jean Clair en Marcel Duchamp et la fin de l'art, un volumen en el que revisa desde una perspectiva pesimista -"nuestra época se ha llenado de artistas sin obra, sin talento y sin oficio que se reclaman herederos de Duchamp"- la influencia del mejor jugador de ajedrez que ha tenido Cadaqués.

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