47º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Decepciona la primera película española de Zabaltegi

Se esperaba con exceptación la primera película española a competición por el premio de Nuevos Realizadores, y el resultado de la espera fue decepcionante. Un banco en el parque, del catalán Agustí Vila, autor de un premiado cortometraje, Ábreme la puerta, y de un interesante episodio de la serie de TV-3 Nova Ficció, se pretende un desenfadado ensayo sobre treintañeros, una mezcla, a la postre indigesta, entre el estilo de Eric Rohmer y los diálogos un poco absurdos de Hal Hartley, con una glacial frialdad respecto de sus criaturas, casi siempre puestas en entredicho por el director.Pero esa e...

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Se esperaba con exceptación la primera película española a competición por el premio de Nuevos Realizadores, y el resultado de la espera fue decepcionante. Un banco en el parque, del catalán Agustí Vila, autor de un premiado cortometraje, Ábreme la puerta, y de un interesante episodio de la serie de TV-3 Nova Ficció, se pretende un desenfadado ensayo sobre treintañeros, una mezcla, a la postre indigesta, entre el estilo de Eric Rohmer y los diálogos un poco absurdos de Hal Hartley, con una glacial frialdad respecto de sus criaturas, casi siempre puestas en entredicho por el director.Pero esa estrategia de distanciamiento se demuestra, después de unos minutos iniciales de cierta sorpresa, absolutamente impotente: no es que resulte difícil identificarse con los marcianos habitantes de la ficción, sino que su vida, monótona y tonta hasta el tedio, deja de interesar, se diluye en medio de diálogos de besugos y tontas estrategias de ligue hasta terminar provocando una absoluta indiferencia. Es una pena, además, que el filme cuente con un elenco de jóvenes actores competentes -no aquí, ciertamente-, como Àlex Brendemühl o Mónica López, dolorosamente malgastados en la absurda carrera en pos de la nada que termina siendo el filme.

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Dura y tierna

Todo lo contrario ocurre con la sensible, dura y al tiempo tierna Ratcatcher, película escocesa dirigida con mano sabia por Lynne Ramsay. La anécdota parece simple, el despertar a la vida de un adolescente en un barrio obrero de Glasgow, a mediados de los setenta, e incluso se diría, en los primeros minutos, que estamos ante la enésima película con niños.

Y, sin embargo, pronto la historia se abre hacia una dimensión mayor, en la que cabe virtualmente todo: las condiciones de vida de la familia, el inicio de la sexualidad, el primer contacto con la muerte, el futuro clausurado. Ramsay muestra con absoluta sinceridad, pero también con sensibilidad extraordinaria y exquisita brillantez formal, estos pedazos palpitantes de existencia sobre los que jamás se enfatiza, y entre los cuales pronto se abre paso una tragedia intuida desde el principio. Es un filme maduro, tersamente escrito e interpretado; no compite porque ya lo hizo en Cannes, y por ello se lo impiden las normas del festival; de lo contrario, podría aspirar con todo honor al máximo galardón para debutantes, no en vano es la mejor película joven vista hasta ahora en Donostia.

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