Una forma de vida espartana

La sencillez de Bernardo Atxaga es como para amedrentar a cualquiera. Es capaz de pasar 10 minutos con cada lector que le pide una firma, charlando o dibujando la dedicatoria, y es también capaz de interrumpir varias veces la conversación para preocuparse por la comida de su bebé de ocho meses, Elisabet, que espera junto a su madre en el hotel. Y además habla de vida espartana."Durante un viaje a Marruecos vi en una plaza que los pobres compraban un pan grande, lo mojaban en una salsa que había en un perolo común y de eso vivían. Y yo pensé que si ellos podían vivir con un dirham, yo podría vi...

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La sencillez de Bernardo Atxaga es como para amedrentar a cualquiera. Es capaz de pasar 10 minutos con cada lector que le pide una firma, charlando o dibujando la dedicatoria, y es también capaz de interrumpir varias veces la conversación para preocuparse por la comida de su bebé de ocho meses, Elisabet, que espera junto a su madre en el hotel. Y además habla de vida espartana."Durante un viaje a Marruecos vi en una plaza que los pobres compraban un pan grande, lo mojaban en una salsa que había en un perolo común y de eso vivían. Y yo pensé que si ellos podían vivir con un dirham, yo podría vivir con dos". Atxaga defiende su estilo de vida, y parece que de verdad no comprende aspiraciones tan terrenales como un chalé con piscina. "Se exagera un poco el miedo a vivir de forma espartana. No hay por qué vivir como un burgués". Y se pone a recordar que él ha hecho casi de todo -profesor, librero, guionista radiofónico, empleado de imprenta, economista...- por un problema "mondo y lirondo" de supervivencia.

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