Editorial:

Desaceleración

LA DECISIÓN del Gobierno de reducir la previsión de crecimiento para 1999 en una décima, del 3,9% al 3,8% anual, así como las cifras de la Contabilidad Nacional correspondientes al segundo trimestre del año, en el que se registra un espectacular crecimiento del 3,9% anual, corroboran que la economía española atraviesa un momento complejo y de especial significación para el futuro. El vicepresidente Rodrigo Rato ha reconocido por fin que la crisis financiera desatada en el sureste asiático, prolongada en Rusia y extendida ya a los mercados de Latinoamérica es algo más que un nubarrón pasajero q...

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LA DECISIÓN del Gobierno de reducir la previsión de crecimiento para 1999 en una décima, del 3,9% al 3,8% anual, así como las cifras de la Contabilidad Nacional correspondientes al segundo trimestre del año, en el que se registra un espectacular crecimiento del 3,9% anual, corroboran que la economía española atraviesa un momento complejo y de especial significación para el futuro. El vicepresidente Rodrigo Rato ha reconocido por fin que la crisis financiera desatada en el sureste asiático, prolongada en Rusia y extendida ya a los mercados de Latinoamérica es algo más que un nubarrón pasajero que no tendrá consecuencias económicas. Es casi de manual que el crecimiento español resultará afectado tanto por la vía de un descenso del comercio exterior, debido al empeoramiento o disminución de los intercambios internacionales, como por una desaceleración del consumo, inducida por la pérdida de rentas actuales y por el aumento de la incertidumbre sobre las futuras.La economía española se enfrenta a la hipótesis de una desaceleración de profundidad desconocida. El Gobierno apuesta por una desaceleración leve, como se desprende de la modesta depreciación en una décima de su apuesta de crecimiento; está en su derecho y casi se incluye en su sueldo la tarea de minimizar los efectos sobre la economía del terremoto financiero. El gobernador del Banco Central Europeo, Wim Duisenberg, defiende también la hipótesis de que el efecto negativo de la crisis financiera sobre el crecimiento de las economías europeas será moderado, inferior a dos décimas. Otros expertos económicos apuestan por un impacto mayor. La prudencia obliga, por el momento, a no hacer demasiadas conjeturas sobre la intensidad de tal desaceleración.

Aunque es loable que el Gobierno haya reconocido por fin la hipótesis de una desaceleración económica, sería una revisión desordenada que se limitara a cumplir con el trámite del reconocimiento macroeconómico y con el cambio de las cifras que se garabatean en un papel. El Gobierno debe acompañar el mensaje implícito en la revisión macroeconómica con el esquema de recomendaciones y medidas económicas que considera adecuadas para contener los efectos de la crisis financiera sobre la economía real. Es de esperar que los Presupuestos Generales incluyan ya no sólo el nuevo cuadro macroeconómico, como es de rigor, sino una cuantificación argumentada de los efectos de la crisis sobre los ingresos públicos y, en consecuencia, sobre el déficit; y ya que la Ley de Acompañamiento del Presupuesto parece que se ha convertido en los últimos años en el cajón de sastre de iniciativas legislativas heterogéneas, con mayor razón podría utilizarse para incluir algunas reformas económicas de carácter estructural que ayuden a reducir los costes del sistema productivo y contribuyan a garantizar un cierto crecimiento en un año tan complicado, de posible cambio o punto de inflexión, como parece será el próximo.

Las cifras de la Contabilidad Nacional del segundo trimestre reflejan ya la ambigüedad de la situación económica. El crecimiento todavía es muy elevado (3,9% interanual) y el empleo sigue aumentando a un ritmo próximo al del PIB (3,4%). Pero empieza a apreciarse una cierta fatiga en los motores del crecimiento. Si el consumo privado sufre de cansancio, con un crecimiento del 3,4%, inferior en una décima al registrado en el primer semestre, los síntomas del comercio exterior son de agotamiento. Las exportaciones están dos puntos porcentuales por debajo del crecimiento del primer trimestre, un reflejo inequívoco de que el comercio internacional se está contrayendo, mientras que las importaciones, un termómetro indirecto pero eficaz de la actividad interna, han caído un punto y medio porcentual.

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Los mensajes, avisos y advertencias son muy explícitos, sobre todo en un marco político en el que aparecen nuevos desafíos. El Gobierno perdería un tiempo precioso si no es capaz de interpretarlos con rapidez o si decide tomarlos a beneficio de inventario. La contemplación pasiva de los acontecimientos es hoy el error en el que más fácilmente se puede caer.

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