Crítica:CLÁSICA

La "Novena sinfonía", un símbolo

La Universidad Autónoma se mantiene fiel, a través de los años, a las líneas diseñadas por su mentor musical, el doctor Peris Lacasa: variedad, interés y precios asequibles para servir al doble fin de la difusión y el especialismo. En el programa, la Filarmónica Checa y el Orfeón Donostiarra, dirigidos por Libor Pesek, interpretaron la Novena sinfonía, obra maestra y símbolo no sólo por la incorporación de las voces al final para entonar la Oda a la alegría, de Schiller, sino por el sentido y la expectativa que crean siempre algunas, pocas, obras simbólicas.El ideal de libertad, hermandad, ord...

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La Universidad Autónoma se mantiene fiel, a través de los años, a las líneas diseñadas por su mentor musical, el doctor Peris Lacasa: variedad, interés y precios asequibles para servir al doble fin de la difusión y el especialismo. En el programa, la Filarmónica Checa y el Orfeón Donostiarra, dirigidos por Libor Pesek, interpretaron la Novena sinfonía, obra maestra y símbolo no sólo por la incorporación de las voces al final para entonar la Oda a la alegría, de Schiller, sino por el sentido y la expectativa que crean siempre algunas, pocas, obras simbólicas.El ideal de libertad, hermandad, orden y belleza que transportaba a Schiller al estado de suprema alegría adquiere en Beethoven otra medida: la que se deriva de su energética y su impulso motor y dramático, de su imperiosa voluntad y de su combate; también de su afán de perfección y de belleza pulsante capaz de ennoblecer toda creación artística. «No hay en el mundo señorío como la libertad de corazón», decía nuestro Gracián.

Orquesta Filarmónica Checa y Orfeón Donostiarra Director: L

Pesek. Solistas: Anda-Louise Bogza, Marta Benackova, Mioslav Kopp y Richard Haan. Auditorio Nacional. Madrid, 23 de mayo.

El mensaje schilleriano y beethoveniano perdura desde hace casi dos siglos, puede actuar todavía a modo de himno universal y reestrenarse una y otra vez. Cierto que una versión como la de Libor Pesek, sin llegar a trivializar la Novena, le echa unos cuantos jarros de agua fría por más que todo se escuchase dentro de un buen orden, que los filarmónicos dieran luz a sus cuerdas y vibración incisiva a sus maderas; que faltaba en parte esa sustantividad expectante se observó desde el comienzo hasta la apoteosis conclusiva. Nuestro Orfeón actuó con firmeza y brillantez, sometido a los criterios del maestro. Los solistas tuvieron el nivel necesario, sobre todo los femeninos, y la respuesta de la audiencia fue calurosa. El concierto y la serie terminaron a los acordes del Gaudeamus igitur.

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