Crítica:

La lubricidad del olimpo

Orfeo, de Monteverdi, y las óperas de la primera época del género lírico tomaron a los dioses como protagonistas de sus argumentos. Eran historias en las que no faltaban los amores, en algunos casos contrariados, pero lo s personajes eran de espíritu noble y los argumentos de carácter edificante.Cincuenta años después, en lo que René Jacobs califica de ''crisis de pubertad de la ópera", los dioses en la ópera caen de su pedestal y buscan entre los humanos el medio para satisfacer sus. pasiones eróticas. Ejemplo perfecto de ello es el libreto de La Calisto, de Giovanni Faustini, consider...

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Orfeo, de Monteverdi, y las óperas de la primera época del género lírico tomaron a los dioses como protagonistas de sus argumentos. Eran historias en las que no faltaban los amores, en algunos casos contrariados, pero lo s personajes eran de espíritu noble y los argumentos de carácter edificante.Cincuenta años después, en lo que René Jacobs califica de ''crisis de pubertad de la ópera", los dioses en la ópera caen de su pedestal y buscan entre los humanos el medio para satisfacer sus. pasiones eróticas. Ejemplo perfecto de ello es el libreto de La Calisto, de Giovanni Faustini, considerado como uno de los mejores de la lírica yque Jacobs no duda en comparar con los que Da Ponde escribió para Mozart.

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En una trama compleja llena de intrigas, engaños, pasiones reprimidas y súbitamente desatadas, y travestismo, La Calisto narra la historia de la conquista de la ninfa Calisto, seguidora de la, casta Diana, por parte de Júpiter con la ayuda de su hijo, Mercurio, en funciones de alcahuete, y de cómo la diosa Juno, esposa de Júpiter, en un ataque de cuernos, transforma a Calisto en una osa. Al final, Júpiter compensa a la ninfa convirtiéndola en la constelación de la Osa Mayor.

No duda el libretista en presentar a un ridículo Júpiter- travestido en Diana para conseguir sus fines amorosos, a una Calisto con iniciales tendencias lésbicas, a una diosa Diana consagrada a la castidad que no pierde ocasión para dejar libres sus reprimidas pasiones eróticas y a una Linfea, nodriza de Diana, interpretada por. un tenor, declaradamente ninfómana. Sólo un personaje, Endimione, resiste los envites eróticos y prefiere su amor platónico por Diana. Para facilitar el seguimiento y comprensión del embrollo, las representaciones se ofrecerán. con sobretítulos.

Herbert Wernicke se inspiró en los -frescos de la sala del lappamondo del palacio Farnesse de Caprola (a 60 kilómetros al norte de Roma). para crear un espacio escénico en forma de cubo con la presencia constante de las constelaciones. En ese cubo, inmóvil durante las 2 horas y 45 minutos que dura la ópera, conviven dioses, semidioses, ninfas y faunos en una sociedad de clases -los dioses siempre descienden del cielo, los semidioses están, a media altura y los demás personajes- aparecen de debajo de la escenario- que se entremezclan.

Wernicke, intenta evitar la crudeza de las pasiones de los personajes. en escena -no faltan las pintadas propias de lavabo de autopista- recurriendo a los personajes de la Comedia dell'Arte. Así, Júpiter es el fanfarrón Capitán y no faltan, Arlequín, Tartalia y Covielle.

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