Tribuna

'China de mi alma'

Pelo inocentemente liso, ojos rasgados del Oriente (no de la legendaria provincia cubana, sino de un ancestro colonial) y una mirada tan Fija como infantil, Zoé Valdés (La Habana, 1959) completa su retrato con una lengua de acero nada bífida y directa que le ha ganado merecida fama de implacable con Castro y tenaz defensora de sus amigos.Su carrera literaria ha sido rápida en el éxito editorial, que empezó en lengua ajena (publicó antes en francés que en su castellano antillano), lo que no quiere decir que no tenga detrás muchísimos años de dedicación secreta a la palabra, a veces solamente mu...

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Pelo inocentemente liso, ojos rasgados del Oriente (no de la legendaria provincia cubana, sino de un ancestro colonial) y una mirada tan Fija como infantil, Zoé Valdés (La Habana, 1959) completa su retrato con una lengua de acero nada bífida y directa que le ha ganado merecida fama de implacable con Castro y tenaz defensora de sus amigos.Su carrera literaria ha sido rápida en el éxito editorial, que empezó en lengua ajena (publicó antes en francés que en su castellano antillano), lo que no quiere decir que no tenga detrás muchísimos años de dedicación secreta a la palabra, a veces solamente musitada más que escrita: es una habanera típica que nació al tiempo que la revolución y que ha hecho de la ironía el bongó de sus propios boleros en prosa, y de su humor, la clave de un estilo donde el son de la amargura nunca está lejos de surgir.

Zoé Valdés vive exiliada en París con su hija desde la primavera de 1995, un año clave en su vida. Pensó estar solamente seis meses en Francia, pero el fuerte contenido contestatario de sus publicaciones (surgidas con gran celeridad) le aconsejaba esperar lejos de la isla de sus cuitas.

Tras una primera estancia en Francia entre 1983 y 1987 como funcionaria de la Unesco, regresó a Cuba, chocó de nuevo con un hermoso barco alargado a la deriva y comenzó a escribir en el más absoluto de los silencios una obra que la tiene siempre a ella misma como voz cantante.

En el verano de ese estrellado 1995 la revista Ajoblanco publicó su cuento La espiritualidad y el chícharo, y ese invierno, El País Semanal ofreció otro relato, El no de Noel. Zoé Valdés acude inmediatamente al premio de novela breve Juan Marc Cencillo, que convoca la revista Bitzoc de Mallorca, y lo gana con creces y justicia con La hija del embajador, su primer libro español. En 1996, Emecé lanza en España La nada cotidiana, segunda parte de una trilogía aún sin concluir. Instalada en las listas de ventas, ahora Zoé vive en un pequeño piso de la rue Beautreillis, con techo bajo y libros de Lezama Lima hasta en la sopa. Desde allí gestiona una exquisita revista bilingüe de artes y borda la letra solar de su literatura.

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