Madrid y Barcelona, tenemos un problema

Margarita Rivière analiza las relaciones entre las dos principales ciudades españolas

A la hora de afrontar los, al parecer, eternos dimes y diretes entre madrileños y barceloneses, Margarita Rivière (Barcelona, 1944) ha optado por la vía más cabal, que es también la más susceptible de levantar ampollas. Esa actitud consiste en colocarse entre dos colectivos de energúmenos -(los madrileños antibarceloneses y los barceloneses antimadrileños) y tratar de situar las cosas, de manera seria y amena, en su justo término. El resultado de su loable actitud es El problema.El problema existe", dice Rivière. "Existe porque hay gente en Madrid y en Barcelona a la que le conviene que...

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A la hora de afrontar los, al parecer, eternos dimes y diretes entre madrileños y barceloneses, Margarita Rivière (Barcelona, 1944) ha optado por la vía más cabal, que es también la más susceptible de levantar ampollas. Esa actitud consiste en colocarse entre dos colectivos de energúmenos -(los madrileños antibarceloneses y los barceloneses antimadrileños) y tratar de situar las cosas, de manera seria y amena, en su justo término. El resultado de su loable actitud es El problema.El problema existe", dice Rivière. "Existe porque hay gente en Madrid y en Barcelona a la que le conviene que exista. Básicamente obedeciendo a dos fenómenos: la política y el fútbol. En cada ciudad hay elementos que. necesitan tener delante a un enemigo, aunque sea ficticio, para poder vivir a gusto. Yo diría que la rivalidad arranca en el momento en que Felipe II coge un villorrio situado en mitad de ninguna parte y lo convierte en la capital de España. Hasta entonces, Barcelona era un enclave privilegiado en el Mediterráneo, que era la zona interesante para el comercio. Tras el descubrimiento, de América, el comercio. y la aventura se desplazan hacia el Atlántico. Empieza entonces la decadencia de la mediterraneidad, y con ella la de Barcelona".

Margarita Rivière indica que hay diferencias y similitudes entre ambas ciudades: "La principal diferencia que se me ocurre es que el emigrante va a Barcelona a trabajar y a Madrid a hacer relaciones públicas. La principal similitud. radica en ese extraño orgullo que exhiben el madrileño y el barcelonés. El barcelonés tiende a creerse superior, mientras que el madrileño cree que todo español desearía vivir en Madrid".

Sabe la autora de El problema que una de las principales acusaciones que recibe Madrid por parte de cualquier periferia es la de, hablando en plata, chupar del bote y vivir de ordenar en su beneficio el trabajo ajeno. "Eso ha cambiado con la democracia", afirma Rivière. "Ahora cada comunidad es un pequeño Estado y las lacras que se denunciaban en Madrid se han instalado en todas ellas. Especialmente la burocracia. Antes en Cataluña no teníamos burócratas propios.Ahora ya los tenemos, y aunque no sé si se pasan el día leyendo el periódico y tomando cafelitos, lo cierto es que se parecen mucho a los madrileños. Es curioso, a veces tengo la impresión de que Cataluña, sin ser un Estado independiente, ha heredado todos los vicios de los Estados".

Aunque el tema del independentismo no es de los más tratados en el libro, Riviere cree que en Cataluña hay más nacionalismo de boquilla que del auténtico: "La mayor parte de la gente tiene bastante con que el Barca golee al Madrid con cierta frecuencia. Existen auténticos independentistas, ciertamente, pero sus resultados en las urnas no son precisamente brillantes. Creo que los independentistas son unos románticos, no en vano los nacionalismos surgen en Europa durante el romanticismo. Y lo digo sin pretensiones sarcásticas, que conste, ya que me parece gente muy respetable".

El problema debería haberse presentado en sociedad a medio camino entre Madrid Y Barcelona, pero no pudo ser: "La idea", explica la autora del libro, "era presentarlo en Zaragoza coincidiendo con la final de la Copa del Rey. Pasqual Maragall y José María Alvarez del Manzano habían prometido su asistencia, pero al final el uno se dio de baja y el otro se solidarizó con él. No he recibido de parte del Ayuntamiento de Barcelona ninguna explicación sobre la espantada, pero me temo que Maragall encontró el libro un tanto políticamente incorrecto. Lo que, por otra parte, es cierto y además a mí me encanta que así sea".

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