Tribuna:

La momia

Madrid ha recibido esta semana una visita especial: la de un hombre de 5.300 años de antigüedad, vestido con traje de cuero y armado con arco y carcaj, puñal de sílex y hacha de hoja de cobre. Llegó acompañado del arqueólogo alemán Konrad Spindler y de ese formidable animador cultural que es Hans Meinke, director del Círculo de Lectores.Ötzi, así se llama el personaje, viene de los hielos, cosa que no viene mal, como alguien le dijo al profesor Spindler, para enfriar un poco la alta temperatura (política) de Madrid. En el salón del Círculo tuvimos ocasión de conocer personalmente, cosa que no ...

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Madrid ha recibido esta semana una visita especial: la de un hombre de 5.300 años de antigüedad, vestido con traje de cuero y armado con arco y carcaj, puñal de sílex y hacha de hoja de cobre. Llegó acompañado del arqueólogo alemán Konrad Spindler y de ese formidable animador cultural que es Hans Meinke, director del Círculo de Lectores.Ötzi, así se llama el personaje, viene de los hielos, cosa que no viene mal, como alguien le dijo al profesor Spindler, para enfriar un poco la alta temperatura (política) de Madrid. En el salón del Círculo tuvimos ocasión de conocer personalmente, cosa que no sucede todos los días, a un señor de 53 siglos de antigüedad. Fuimos presentados a él y a Spindler por el profesor paleontólogo, don Emiliano Aguirre, uno de los descubridores del importantísimo yacimiento de Atapuerca, en la provincia de Burgos, fundamental para el estudio de la humanidad hace cientos de miles de años.

Ötzi fue encontrado en 1991 en los Alpes tiroleses, que se alzan sobre el ótzital, el valle de Ötzi, por un matrimonio de turistas alemanes. No ha venido a Madrid en persona. Está en la nevera en la Universidad de Innsbruck, donde lo estudian más de 150 profesores de todas las especialidades. Mide, el hombre, 1,60 metros de altura, tiene los ojos azules, conserva la dentadura sin caries. No era mayor de 40 años cuando murió y lleva en el cuerpo una serie de tatuajes con los que él creía aliviar sus artrosis, como con una especie de acupuntura. No se murió de hambre, tiene los intestinos llenos de comida y en los pulmones se observa que se tragaba el humo de las hogueras, a falta de tabaco

Spindler, que ha escrito un libro apasionante sobre El hombre de los hielos, contó graciosas anécdotas. El forense que inspeccionó el cadáver hallado en el glaciar creyó que era el de un preso que se había escapado. Los empleados de la funeraria no pararon hasta que consiguieron colocar la momia en un ataúd digno.

Cincuenta y tres siglos dan para mucho. Ötzi tendrá muchas cosas que contar a quien quiera escucharle.

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