Crítica:ARTE

En los límites de lo social

Dentro de la escena pictórica catalana surgida a mediados de los anos ochenta, la trayectoria de Lorenzo Valverde (Barcelona, 1961) ha sido una de las que más espectativas ha generado y una de las mejor consideradas a pesar de no haberse prodigado.Su inicial dedicación al terreno de la pintura fue desplazándose progresivamente y haciéndose más compleja hasta alcanzar posiciones relacionadas no sólo con las investigaciones tridimensionales en su más directa acepción, sino para llegar a considerar el campo de lo artístico como un terreno donde experimentar nuevas soluciones visuales, formales y ...

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Dentro de la escena pictórica catalana surgida a mediados de los anos ochenta, la trayectoria de Lorenzo Valverde (Barcelona, 1961) ha sido una de las que más espectativas ha generado y una de las mejor consideradas a pesar de no haberse prodigado.Su inicial dedicación al terreno de la pintura fue desplazándose progresivamente y haciéndose más compleja hasta alcanzar posiciones relacionadas no sólo con las investigaciones tridimensionales en su más directa acepción, sino para llegar a considerar el campo de lo artístico como un terreno donde experimentar nuevas soluciones visuales, formales y conceptuales en un proceso expansivo muy remarcable, por una parte, y también como zona del pensamiento en la cual construir y formular un discurso propio acerca del papel del arte y de los artistas en el complejo nudo social actual.

Lorenzo Valverde

Galería Fernando Alcolea. Plaza Sant Gregori Taumaturg, 7. Barcelona. Hasta el 13 de junio.

En cierto modo, los trabajos de Valverde -y a pesar de su habitual condición de pintor- que más profundamente se han instalado en le corazón de la problemática ideológica y estética puesta en circulación por los artistas, han sido las instalaciones o, como mínimo, las grandes piezas tridimensionales en las que todo tipo de materiales difíciles cuestionaban las normas perceptuales y ponían en entredicho los planteamientos políticos acerca de la producción artística.

Como prueba de ello, cabe recordar su instalación, el año pasado, en el espacio de Santa Mónica, y que tanto disgustó a nuestros políticos: tanto, que le castigaron no haciéndole un catálogo como a los demás pintores que habían participado en el ciclo. Su exposición en Barcelona, a este respecto, da la mayor libertad, adquiere una mayor rotundidad y casi compromiso en la creación tridimensional desprovista de cualquier atadura.

Valverde presenta una serie de obras en gran formato realizadas sobre lonas de camión, junto a un grupo de dibujos en los que aparecen -como por metástasis- aplicaciones objetuales no siempre afortunadas, procedentes de otros repertorios objetuales presentes en sus grandes telas, obras fruto de su prolongada estancia en Colonia, circunstancia ésta que, previsiblemente, ha ayudado al artista a relativizar todo el cúmulo de pequeñas cuestiones intrascendentes que tanto están sintomatizando la vida artística barcelonesa en estos últimos tiempos.

Recuperando los aspectos figurales que tanto le han caracterizado y las puestas en escena que constituyen casi una marca de la, casa, Valverde sigue construyendo un discurso estético fundamentado en los alegatos contra lo coyuntural y especulativo presente en el mundo del arte, y abogando por unos procesos de creación libres y profundamente imbricados en los procesos vitales y personales del artista: el arte como producto y fenómeno social, y el artista como sujeto ideológico responsable de ese producto.

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