Crítica:TEATRO

Cielos, aún una obra abierta

Si no fuera por esta actriz, Esther Goris, apenas merecería la pena reseñar el paso por España -Festival Iberoamericano de Cádiz, extendido a Madrid- de este Tango varsoviano por la companía argentina Teatro del Sur. Es, dicen ellos, una "obra abierta": hay que desconfiar siempre que se vean estas palabras. Sirvieron un tiempo para justificar un teatro, sin contenido y unos autores sin atributos. Aquí insisten en que contarla sería "una especie de invasión del área que sólo corresponde al espectador". Mentira. El espectador contempla, escucha, acepta o rechaza, sopesa, mide, critica: no...

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Si no fuera por esta actriz, Esther Goris, apenas merecería la pena reseñar el paso por España -Festival Iberoamericano de Cádiz, extendido a Madrid- de este Tango varsoviano por la companía argentina Teatro del Sur. Es, dicen ellos, una "obra abierta": hay que desconfiar siempre que se vean estas palabras. Sirvieron un tiempo para justificar un teatro, sin contenido y unos autores sin atributos. Aquí insisten en que contarla sería "una especie de invasión del área que sólo corresponde al espectador". Mentira. El espectador contempla, escucha, acepta o rechaza, sopesa, mide, critica: no inventa la obra ni el argumento. Su libertad es otra. En esta obra, o en este programa, lo que se pretende es confundirle: decirle que no se sabe si los personajes recuerdan, sueñan, imaginan, están en el futuro o no, adivinan, cuáles son sus espacios relativos; si esto es un tango o un mito de un tango, o el choque entre dos mundos; si el mundo gira o gira el escenario. Vaya por Dios. Cuando el autor no sabe nada de eso, debe esperar a saberlo para poder escribir su obra.

Tango varsoviano

Autor director, escenógrafo y banda sonora de Alberto Félix Alberto. Intérpretes: Esther Goris, Marta Riveros, Osvaldo Peluffo, Jorge Díez. Teatro del Sur, Argentina. Festival Iberoamericano de Teatro. Sala Olimpia,14 de noviembre.

Ruidos sincronizados

De esta mudez con músicas y ruidos sincronizados -hay tangos y chopines, y vendavales y tristes boleros- lo que yo, en uso de mi libertad, sin abusar de ella, comprendo es que hay un polaco que llega a Argentina y se enamora de una mucama que plancha, mientras una chica de mundo anda con un chulo navajero; y lo que pasa es que el polaco y el chulo se enamoran entre sí, y tienen su buen coito; y la planchadora les mata a los dos a navajazos, y se queda con la chica de mundo, mientras dice: "Cállate, che".Bueno, pues esta mucama que plancha, esta Amanda, es una joven llamada Esther Goris: las pocas ocasiones que tiene para que oigamos su voz la muestra densa, trágica; y los gestos, unas veces pudorosos, otras obscenos, con que acompaña su larga estancia silenciosa en escena, valen más que toda la libertad o todo el tango de la obra, por su calidad de expresión. Y es bonita, y su desnudo es bello; tanto, en mujer, como el del Polaco, Jorge Díez, en hombre. No es mal actor, como no lo son tampoco sus compañeros. Quizá no sea suficiente para la hora y media de repeticiones, de tópicos iluminados, de minimalismo imitado que se queda en repetición, en reiteración. Culpo de ello al director, ideólogo, escenógrafo, sonidista y, en fin, director Alberto Félix Alberto. Y supongo que jamás tendré ocasión de volver a ver a Esther Goris, que se perderá en estos teatros de pedantería y aburrimiento, cósmico. No quiero, no, la libertad que me dan con su obra abierta.

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