Neruda y yo

Cuando Jorge Edwards era "el escritor más flaco de Chile", los escritores mayores de ese país -y Neruda era ya un patriarca- se tomaban el trabajo de fijarse en las ediciones clandestinas de los jóvenes e incluso los invitaban a tomar vino afrutado, los domingos, en sus casonas. Porque ese era un tiempo y un país en el que los poetas sin mucho dinero se podían permitir, de alguna forma hoy en día increíble, casonas, domingos, amigos y vino afrutado. Así, con su primer libro de cuentos El patio, entró Edwards en el entorno chileno de Neruda, que ya había escrito Veinte poemas de ...

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Cuando Jorge Edwards era "el escritor más flaco de Chile", los escritores mayores de ese país -y Neruda era ya un patriarca- se tomaban el trabajo de fijarse en las ediciones clandestinas de los jóvenes e incluso los invitaban a tomar vino afrutado, los domingos, en sus casonas. Porque ese era un tiempo y un país en el que los poetas sin mucho dinero se podían permitir, de alguna forma hoy en día increíble, casonas, domingos, amigos y vino afrutado. Así, con su primer libro de cuentos El patio, entró Edwards en el entorno chileno de Neruda, que ya había escrito Veinte poemas de amor, Estravagario y Canto general y era ya por tanto un clásico, y así se mantuvo, en el entorno, con la suave sospecha de que le aceptaban porque no escribía versos.

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Un día sí los escribió. Se encontraban en Isla Negra, la caótica y fabulosa casa de Neruda al sur de Santiago, mojada eternamente por la espuma del mar, y Edwards le leyó sus versos al maestro. Luego esperó. "Opino que eres muy buen prosista", le dijo Neruda, y así enterró una vocación lírica, que había nacido a la sombra de su Residencia en la tierra.

Punto de vista

Edwards comenzó su libro hace tres años, y como todo biógrafo comenzó por hurgar en las bibliotecas, hasta que se dio cuenta de que el que llevaba dentro no era un libro académico. De ahí que su libro tenga un interés añadido en la utilización del punto de vista, pues no se trata de un testimonio objetivo, sino del relato de una amistad entre dos hombres, que pasó, entre otras, por las etapas de maestro-discípulo, comunista-compañero de viaje y embajador-encargado de negocios. Así, el testimonio de Edwards lleva, y conscientemente, toda esa subjetividad.El libro de Edwards, ex diplomático que no ha perdido su afición a viajar y su capacidad de adaptación, recoge muchísimos de los nombres notables de este siglo, a ambos lados del mar, pero apenas alguno español, como no sea los poetas del 27, amigos de Neruda. "Lo cierto es que tenemos [los chilenos] más relaciones con Francia o Gran Bretaña que con España", dice.

A sus 59 años, Edwards es un tipo de escritor no muy frecuente: miembro de la generación de escritores suramericanos que se escindió por el caso Padilla y el apoyo a la revolución cubana, mantiene sus relaciones con todos, aunque Cortazar, por ejemplo, le mandaba decir que seguía siendo amigo suyo pero que prefería no verle. Edwards se enajenó la voluntad de los más izquierdistas al haber escrito y publicado -esto último, pese al consejo contrario de Neruda-, Persona non grata, que ahora reeditará Tusquets. "Escribí Persona non grata porque era chileno", dice Edwards. "La posibilidad de que el régimen de Salvador Allende evolucionara hacia algo parecido a Cuba [donde era diplomático], era muy concreta. Yo quería que eso fuese debatido en Chile".

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