FESTIVAL DE CINE DE BARCELONA

Wajda muestra su magisterio en un brillante filme sobre el gueto de Varsovia

'Korczak' narra la historia del director de un asilo para niños que acaba en Treblinka

Dos filmes que continúan las tradiciones narrativas del cine de sus países de origen, el checo El tierno bárbaro -basado ea una novela de Hrabal- y el sueco Lobos de miel, han mantenido, con matices, la calidad media de la selección oficial a concurso en esta IV edición del Festival de Barcelona. En la noche del miércoles, un viejo maestro venido a menos, el polaco Andrzej Wajda, recordó sus mejores épocas, aquellas en las que su cine era a la vez instrumento de análisis histórico y apasionado empeño ético, y con su brillante Korczak, incluido en la sección Perspectivas, puso la nota de calida...

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Dos filmes que continúan las tradiciones narrativas del cine de sus países de origen, el checo El tierno bárbaro -basado ea una novela de Hrabal- y el sueco Lobos de miel, han mantenido, con matices, la calidad media de la selección oficial a concurso en esta IV edición del Festival de Barcelona. En la noche del miércoles, un viejo maestro venido a menos, el polaco Andrzej Wajda, recordó sus mejores épocas, aquellas en las que su cine era a la vez instrumento de análisis histórico y apasionado empeño ético, y con su brillante Korczak, incluido en la sección Perspectivas, puso la nota de calidad más alta hasta la fecha.

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Basado en una novela de Bohumil Hrabal, El tierno bárbaro constituye el debú en la realización de Petr Kohila (Praga, 1956). La película, en la tradición de comedia satírica con derivaciones críticas que pusieron de moda los realizadores de la nova vlna y la Primavera de Praga (no en vano uno de sus tres protagonistas es el también director Jiri Menzel, en cuyo cine bebe el filme con abundancia), es una reflexión a varios niveles, uno de los cuales afecta al pasado reciente del país. Como es obvio, en primera instancia se pierden muchos matices, toda vez que su destinatario natural no parece ser otro que el propio público que vivió los acontecimientos que convulsionaron al país en los últimos meses.Aunque el tiempo histórico del relato es el de la hegemonía política comunista, muchas de las reflexiones que se pueden hacer a partir del filme tienen un carácter intemporal, que hace que su segundo nivel de visión acerque al espectador a una parábola sobre la creación artística, el papel del artista en su sociedad y la vigencia de los juicios que se elaboran a partir del arte. Es de lamentar, no obstante, que un filme que tiene evidentes intenciones de discurso personal de su realizador y que integra en su desarrollo técnicas cercanas a las del vídeo musical -que por una vez están brillantemente empleadas- pierda en su segunda mitad todo el aliento naïf, la ironía finamente surreal que hace de su arranque un logrado ejercicio de humor.

También relacionado con la forma de hacer del cine de su país está Honungsvargar (Lobos de miel), primer largometraje de ficción de la sueca Christina Olofson. Pero lo que cambia aquí, y de manera clara, es el punto de vista de quien narra. No se trata tan sólo de una introspección en el universo personal de un protagonista omnipresente, tan propia de la tradición nórdica y de sus relaciones con sus semejantes, sino de hacerlo desde la perspectiva de una mujer, que tal como la propia directora declaró en conferencia de prensa posterior: "Vive como mi personaje, enfrentada al dilema de qué hacer con la ecuación vida personal-vida profesional". Olofson relata, con sensibilidad y sencillez, la historia de una bella joven que se debate sobre su futuro -qué hará con su tesis doctoral, que dedica a Walt Whitman; cómo sacará adelante su vocación de poetísa- y que se encuentra en su camino con esos hombres de maneras dulces .como la miel, pero que en el fondo esconden la fiereza y la dureza del lobo", según dice Olofson, que la hacen dudar, la sumen en contradicciones a veces doloro sas, pero que, en el fondo, son otros tantos peldaños en su aprendizaje.

El filme no oculta nunca las intenciones de su autora, valiente y honesta, y, a pesar de algunas vacilaciones en su desarrollo, re sulta en su conjunto una valiosa muestra de cine personal e inteligente. Lo mismo puede decirse de Korczak, última película hasta la fecha de Andrzej Wajda. Sumariamente, cuenta la historia del doctor Korczak, el directo de un célebre asilo para niño que, en la Varsovia del gueto, in tenta sacar adelante a sus 200 pupilos y que terminará acompa ñándolos, en 1942, a su destino final en las cámaras de gas del campo de Treblinka.

Wajda echa mano de un episodio histórico para narrar, con una fotografía superlativa en blanco y negro del alemán Robby Müller, habitual operador de Wim Weríders, una historia cuyos ecos golpean en realidad en el corazón del presente. Como si la unificación alemana, que es vista por contemporáneos de manera bien diferente a la nuestra, fuese también el centro de sus preocupaciones, Wajda recuerda, de paso, los horrores que sufrió el pueblo judío, teniendo igualmente como norte el clima de xenofobia y antisemitismo que afecta a algunos sectores sociales de la Europa de hoy.

Film mayor, narrado con nervio y con un soberbio Wojtek Pszoniak como máximo protagonista, Korczak es un monumento a ver y revisar una y otra vez.

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