Tribuna:

Escritores en Hollywood

Joe Gillis, el guionista encarnado por William Holden en Sunset Boulevard, se lamentaba: "La gente no sabe que alguien escribe las películas: se cree que los actores las van haciendo sobre la marcha". A este mito siguió el de que las películas eran tejidas en exclusiva por los directores. Hoy escritores y guionistas ya ocupan un discreto pero visible segundo plano y aun posiciones de estre¡lato como la de Shane Black (escritor de Arma letal) que acaba de recibir 1,75 millones de dólares (unos 190 millones de pesetas) por su próxima contribución a la historia del cine. Y más aún: ...

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Joe Gillis, el guionista encarnado por William Holden en Sunset Boulevard, se lamentaba: "La gente no sabe que alguien escribe las películas: se cree que los actores las van haciendo sobre la marcha". A este mito siguió el de que las películas eran tejidas en exclusiva por los directores. Hoy escritores y guionistas ya ocupan un discreto pero visible segundo plano y aun posiciones de estre¡lato como la de Shane Black (escritor de Arma letal) que acaba de recibir 1,75 millones de dólares (unos 190 millones de pesetas) por su próxima contribución a la historia del cine. Y más aún: Joe Esterhas (escritor de La caja de música) ha sido contratado por 3 millones de dólares (318 en pesetas) para su próximo guión.El recién publicado Writers in Hollywood, 1915-1951 (Escritores en Hollywood) es una entretenida travesía cronológica por el mundo de los escritores y guionistas que sirvieron a la industria cinematográfica desde los tiempos de las películas mudas hasta los albores de la caza de brujas maccarthista. lan Hamilton muestra en este libro su fascinación por los escritores tornados guionistas, desde Scott Fitzgerald, William Faulkner, Truman Capote, Lillian Hellman, Clifford Odets, Maxwell Anderson, William Inge, Arthur Miller y James Agee, a Raymond Chandler o Dashiell Hammett, pasando por quienes asumieron el control de su creación literaria y se convirtieron en directores: Billy Wilder, John Huston, Preston Sturges.

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Todos se desplazaron hasta la soleada California por dinero. Herman Mankiewicz se lo dijo sin sutilezas en un telegrama a Ben Hecht en 1926: "Aquí se pueden hacer millones, y tu única competencia son unos idiotas". A Hollywood le interesaban los grandes nombres, como prueba el que Sam Goldwyn llegara a contratar a un Maurice Maeterlink, el premio Nobel de Literatura belga, ajeno a la más mínima experiencia cinematográfica e incapazpor ello de responder a las expectativas.

La profesión de guionista ocupaba los escalones más bajos de la pirámide social de Hollywood, pero Hamilton recuerda quebadie acudió allí forzado: "Se ha hablado mucho de lo que Hollywood hizo a fulano o a mengano. Esos escritores estaban en la industria voluntariamente; ganaron más dinero que los que no escribían películas, y en algunos casos se aplicaron con todas las de la ley a la nada insignificante tarea que tenían por delante. Y además se divirtieron".

Entre risas y sofocos, el libro es un recorrido por una actividad que hoy pocos escritores se tomarían con tanta devoción. "Escribir guiones nunca será más que una afición", dice el novelista británico Martin Amis, "porque viola el primer principio de lo que realmente es un escritor, su propio jefe". El escribir guiones tiene una doble ventaja, añade Amis: la compensación económica y el salir de casa. El autor de Dinero está emparentado con sus antiguos colegas de Hollywood, pero muestra más sabiduría.

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