La hormona de las vacas, primera escaramuza de la batalla biotecnológica entre Europa y EE UU

Una hormona para las vacas, obtenida de forma artificial, se está convirtiendo en la primera escaramuza de lo que puede desembocar en una batalla en toda regla en el campo de la biotecnología entre Estados Unidos y la Comunidad Europea y también entre la industria y las leyes. Amenazas oficiales de represalias comerciales, protestas de la industria norteamericana, a las que se suman de buen grado las multinacionales europeas, y puntos de vista totalmente divergentes respecto a cómo enfocar la regulación de los productos obtenidos por ingeniería genética son algunos de los elementos de esta bat...

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Una hormona para las vacas, obtenida de forma artificial, se está convirtiendo en la primera escaramuza de lo que puede desembocar en una batalla en toda regla en el campo de la biotecnología entre Estados Unidos y la Comunidad Europea y también entre la industria y las leyes. Amenazas oficiales de represalias comerciales, protestas de la industria norteamericana, a las que se suman de buen grado las multinacionales europeas, y puntos de vista totalmente divergentes respecto a cómo enfocar la regulación de los productos obtenidos por ingeniería genética son algunos de los elementos de esta batalla.

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El avance científico permite ahora lo que estaba prácticamente vedado hasta hace 10 años, la mezcla de genes de especies distintas para conseguir nuevos animales y plantas, que además se patentan como cualquier otro invento. La juventud del sector queda de relieve si se recuerda que el primer producto obtenido por ingeniería genética se aprobó en Estados Unidos en 1982.La hormona somatotropina bovina (B ST) promete revolucionar la producción de leche allí donde se suministre a las vacas. Un aumento del 40% de la producción, a costa de un aumento de mucho menor coste en la alimentación y de algunos problemas (no irresolubles, según sus fabricantes) a largo plazo, es la principal ventaja que promete este producto.

Las compañías, estadounidenses, que lo producen no han logrado todavía la aprobación oficial del organismo de su país, la Food and Drug Administration (FDA). La Comunidad Europea (CE), por su parte, se ha dado un plazo, hasta Finales de este año, para decidir si prolonga la moratoria que prohibe por el momento su uso. Los burócratas de la CE reconocen que si los ministros de Agricultura de los países miembros se empeñan, la hormona será declarada producto no grato, sobre una base científica dudosa. Alguno comenta, con sorna, que la FDA espera a que se decida la CE y viceversa. Nadie quiere dar el primer paso, y las razones son claras.

La CE tiene un gran superávit de productos lácteos, y la aparición de un producto que puede dejar sin trabajo a muchos de los muy subvencionados agricultores resulta alarmante.

Estados Unidos tiene, por su parte, el mismo problema en su patio de atrás. -Algunos Estados de gran producción láctea amenazan, como ya hicieron cuando apareció en el mercado la margarina, con prohibir el uso del producto (en este caso, la BST) aunque se apruebe oficialmente en su país. Sin embargo, la postura oficial es muy favorable, en la actual Administración Bush, a la biotecnología. "Nosotros creemos que la regulación debe afectar al producto, no al proceso de fabricación", afirman altos funcionarlos de los diversos departamentos ministeriales. "En Europa es justo lo contrario, pretenden regular el proceso".

Lo que más alarma a Estados Unidos, y también a las multinacionales europeas, que ya han amenazado con trasladar sus plantas de biotecnología a otros países más permisivos, es el cuarto criterio.

Cuarto criterio

Los grupos de presión ante la CE afirman, que ésta pretende añadir un cuarto criterio -demostrar la necesidad para el mercado-, que se aplicaría para aprobar productos obtenidos por ingeniería genética y se añadiría a los tres hoy en vigor internacionalmente: la seguridad, la eficacia y la calidad. Funcionarios de la unidad de concertación de biotecnología en la CE niegan que este rumor tenga una base consistente. La CE aprobó el pasado mes de mayo dos importantes directivas sobre la utilización confinada de microorganismos modificados genéticamente y sobre la liberación intencional en el medio ambiente de organismos modificados genéticamente. En ellas no se recoge modificación alguna de los criterios, y fuentes de la CE niegan que tal proyecto esté en su agenda, ya que no está propuesto de forma oficial.

La industria, por otra parte, tampoco está muy de acuerdo con las directivas aprobadas, que limitan su campo de acción en una actividad de gran futuro pero que suscita temores importantes por su posible repercusión sobre la salud y el medio ambiente. La reciente ley de regulación de la ingeniería genética aprobada en la República Federal de Alemania ha sido, bien acogida por la industria, que pedía un marco legal en un país donde el movimiento ecologista había impedido, por ejemplo, poner en marcha una planta de inusulina sintética de la empresa Hoetsch desde hace varios años. En España, donde la industria biotecnológica puede considerarse en su infancia, no se ha producido intento alguno de regular estas actividades.

La insulina ha sido uno de los primeros productos obtenidos por ingeniería genética que han llegado al mercado. En el campo de la salud se han añadido, entre otros, la vacuna de la hepatitis B, la hormona del crecimiento, los anticuerpos monoclonales, el interferón alfa, y, muy recientemente, la litropoyetina, fármaco para tratar las anemias en los pacientes sometidos a diálisis y la prueba para detectar la hepatitis C. La biotecnología será el campo de actividad más importante de las empresas farmacéuticas al final de esta década, según coinciden todos los estudios.

En agricultura y ganadería, el horizonte es tambien amplio. Grandes sumas y esfuerzos se dedican a plantas resistentes a herbicidas, plantas resistentes a plagas y a heladas, plaguicidas biológicos, variedades de mayor valor proteínico, como en el caso de la patata o carpas gigantes.

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