Crítica:FESTIVAL DE 'JAZZ'

Por encima del tiempo

Cuando aparecieron en la plaza de la Trinidad, parecían un grupo de rock duro. Todos en camiseta y Richard Elliot al frente del cuarteto con su saxófono y aspecto de levantador de pesas. Comenzó entonces un torbellino musical de gran energía y menor sustancia. Temas cortados por el mismo patrón, en la senda de otros saxofonistas norteamericanos que quieren mezclar pop y jazz a través de un híbrido de fácil escucha. Elliot hizo también rock y versiones de éxitos soul. Lou Bennett, veterano organista que toca en los bares donostiarras hasta la madrugada, sonreía malic...

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Cuando aparecieron en la plaza de la Trinidad, parecían un grupo de rock duro. Todos en camiseta y Richard Elliot al frente del cuarteto con su saxófono y aspecto de levantador de pesas. Comenzó entonces un torbellino musical de gran energía y menor sustancia. Temas cortados por el mismo patrón, en la senda de otros saxofonistas norteamericanos que quieren mezclar pop y jazz a través de un híbrido de fácil escucha. Elliot hizo también rock y versiones de éxitos soul. Lou Bennett, veterano organista que toca en los bares donostiarras hasta la madrugada, sonreía maliciosamente ante la demostración de heavy-jazz, hasta que optó por desaparecer con discreción. Se perdió a Randy Brecker y su quinteto, en uno de los mejores conciertos del festival. Para empezar, el trompetista bajó la batería de la plataforma y presentó la única formación ortodoxa del certamen: contrabajo en lugar de bajo eléctrico, piano, saxo, trompeta y la batería en el suelo del escenario. Magníficos músicos, sin necesidad de convencer de nada a nadie, ofrecieron ese riesgo en la interpretación de cuando todavía no se habían inventado los tres minutos del disco sencillo y los músicos de jazz no habían descubierto que podían ganar casi tanto dinero como las estrellas del pop. Tocaron cuatro canciones de 20 minutos cada una, con larguísimas improvisaciones, que mostraron sus diferencias respecto al jazz actual de gran consumo: rigor en la improvisación y riqueza en la armonía.

Richard elliot, Bob Berg and Randy Brecker Quinquet, Stanley Jordan y Manhattan Tansfer

Plaza de la Trinidad y Velódromo de Anoeta. San Sebastián, 14 de julio.

Armonía

Es precisamente conocimiento armónico la principal carencia del guitarrista Stanley Jordan, que actuó por la noche en un repleto Velódromo de Anoeta. Ha desarrollado una técnica original e inteligente, con las dos manos sobre el mástil de la guitarra, que permite un mayor aprovechamiento de la mano izquierda para los diestros. Cuando toca en solitario composiciones con arreglos complejos se escucha con interés, pero ahora lleva un grupo, quizá para alcanzar audiencias más amplías, y en este aspecto Jordan naufraga. Como improvisador es deficiente, siempre maneja las mismas escalas, y sus acompañantes ensalzaron estas carencias con su vulgaridad interpretativa.Después llegó el delirio con Manhattan Transfer. Perfectos en sus voces, simpáticos y sabiendo conectar con el público, el cuarteto interpretó clásicos (Count Basie, Clifford Brown, Thad Jones), rock and roll (Ray Charles), canción brasileña (Djavan), y jazz moderno (Zawinul). Magníficos en el ajuste y la afinación, demostraron una clase que les permite abordar cualquier estilo y actualizar la tradición de los grupos vocales americanos y, junto a Randy Brecker y su grupo, convertir la música en algo intemporal.

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