Tribuna:FERIA DE SAN ISIDRO

El postre obligado al banquete tauromaco

Miles de chiquillos de todas las edades acudimos a la plaza de Las Ventas el día del santo patrón para reírnos con Toronto y sus 12 Enanos Forcados, y no era para menos: según los carteles, toreaban "en homenaje a los niños de Madrid".¡Qué bien lo pasamos! Había una "presentación con un popurrí musical, con unas evoluciones por los Pequeños Dandis presentando al polifacético Toronto, elegancia y vistosidad",. una "vistosa fantasía y lucha samurai contra los Ninjas" y "un profesor de música un poco tururú con la intervención cómica de Alaska y su novio Zombi". Don Canuto Jr., Colombo y E...

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Miles de chiquillos de todas las edades acudimos a la plaza de Las Ventas el día del santo patrón para reírnos con Toronto y sus 12 Enanos Forcados, y no era para menos: según los carteles, toreaban "en homenaje a los niños de Madrid".¡Qué bien lo pasamos! Había una "presentación con un popurrí musical, con unas evoluciones por los Pequeños Dandis presentando al polifacético Toronto, elegancia y vistosidad",. una "vistosa fantasía y lucha samurai contra los Ninjas" y "un profesor de música un poco tururú con la intervención cómica de Alaska y su novio Zombi". Don Canuto Jr., Colombo y El Gran Valderrama provocaron avalanchas de risa al lidiar y matar un becerro. Todo era amenizado por una pequeña pero brillante banda de música.

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La parte final, cuando los Enanos Forcados torean y después luchan con un becerro al estilo portugués, es simplemente genial, y la muerte de la res pasa casi inadvertida. Hasta hubo un sentido mensaje didáctico encarnado por los enanos: "No a la droga". Según la enciclopedia de Cossío, estos espectáculos cómico-taurinomusicales son "el postre obligado al banquete taurómaco".

Entre los espectadores más entusiastas estaba nuestro vecino de localidad, Francisco Malpartida, de seis años, del cercano pueblo de Barajas, que había acudido con sus padres y sus cuatro hermanos, todos veteranos asistentes de las charlotadas.

En la parte seria, sendos becerros fueron toreados por Miguel Martín y Francisco Javier Rodríguez, Paquillo. Atención a estos jóvenes, tienen muy buenas maneras. Muchos matadores se forjaron en estos espectáculos, entre ellos Manolete. Hace no tantos años, un chaval actuaba con el Chino Torero, primero vestido de lobo y después de luces; ahora se anuncia como Espartaco.

Al término del espectáculo cambiamos impresiones con el mismo Toronto, en la vida real Julián Melero, un conquense de 43 años que, como casi todos los cómicos, quiso una vez ser matador de toros.

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"Estuve nervioso los días anteriores", confesó. "Ésta es la primera vez que hay toreo cómico durante la Feria de San Isidro, y esta plaza impone mucho". Estimó que todo salió bien, aunque siempre se puede mejorar; casi todos los días ensayan y se entrenan. Con unas 85 actuaciones al año, su grupo, de 28 artistas, es uno de los principales. Cada temporada hay nuevos vestuarios y nuevos números, como una parodia del juicio de Lola Flores.

"Lo más importante en un torero cómico es tener ilusión, sentirlo", prosiguió Toronto. "Al contrario del circo, donde el público está más concentrado y hay luces y decorados, nosotros tenemos que hacer reír en un escenario grande y torear a la vez".

Por esto, sus conocimientos de la lidia y de las condiciones de las reses han de ser amplias, y gozan del respeto de muchos profesionales del toreo clásico. En el Cossío hasta se resalta la influencia que el toreo bufo ha tenido en el toreo tradicional, por ejemplo en pases como la manoletina y en el salto de la rana de El Cordobés. -

También hablamos con una de las estrellas de la troupe, el colombiano Ernesto Marulanda, que con sus escasos 83 centímetros es el torero más chico del mundo. Para muchos de estos enanos -ellos prefieren el nombre de pequeños-, el toreo bufo representa la salida de un pueblo, donde a veces son considerados como marginados, al gran mundo, donde se sienten realizados como personas y hasta como artistas.

Casi desde que existen corridas, han sido objeto de sátiras. En el siglo pasado hacían furor las mejigangas, esperpénticas piezas teatrales que terminaban cuando los actores eran dispersados por un toro, entre el regocijo del público.

Espectáculos como el de Toronto datan de 1916, cuando el legendario empresario Eduardo Pagés lanzó a Charlot, Llapisera y su Botones, que inspiró a numerosos imitadores. En el toreo cómico hay un panteón de grandes maestros y todo, aunque Toronto se lamenta de que hoy haya cada vez menos candidatos para el estrellato y menos vocación.

Pero, a juzgar por la entusiasta recepción de los niños de Madrid, no sería extraño que de entre ellos surja un joven aprendiz. ¡Caramba, si uno mismo tuviera algunos años y algunos kilos menos ... !

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