Pagar en especies

Desde el principio de su mandato, el presidente peruano, Alan García, se ha visto hostigado en sus relaciones económicas con el exterior. Al mismo tiempo que tomaba posesión en Lima hace dos veranos, el líder cubano, Fidel Castro, le enviaba un telegrama intolerable en el que condicionaba las buenas relaciones entre los dos países a la firmeza de la política aprista. En aquellos momentos, se celebraba en La Habana un encuentro de intelectuales y políticos sobre la deuda externa en el que se enfrentaron la tesis radical de Castro -moratoria unilateral del pago de la deuda- y la gradualis...

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Desde el principio de su mandato, el presidente peruano, Alan García, se ha visto hostigado en sus relaciones económicas con el exterior. Al mismo tiempo que tomaba posesión en Lima hace dos veranos, el líder cubano, Fidel Castro, le enviaba un telegrama intolerable en el que condicionaba las buenas relaciones entre los dos países a la firmeza de la política aprista. En aquellos momentos, se celebraba en La Habana un encuentro de intelectuales y políticos sobre la deuda externa en el que se enfrentaron la tesis radical de Castro -moratoria unilateral del pago de la deuda- y la gradualista de García -condicionar los pagos a un porcentaje, según cada país, del valor de las exportaciones-. El malhumor del cubano se debía a la aparición de un líder con capacidad para disputarle la hegemonía moral de los descontentos.Inmediatamente después, Alan García recibió carta de los norteamericanos: frente a sus teorías de negociar directamente con los acreedores, marginando al gendarme de la zona, el Fondo Monetario Internacional (FMI), y de pagar sólo el 10% de lo exportado, la Administración de Reagan desempolvó automáticamente la enmienda Brooke-Alexander, mediante la cual Estados Unidos suspende todo tipo de ayuda al país que se retrase más de un año en el pago del servicio de los créditos contraídos con el exterior. García guiñó entonces un ojo a los soviéticos.

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Hace poco más de un año, el FMI decidió castigar a los peruanos, situándoles en el mismo nivel que Vietnam, Guyana, Liberia y Sudán: suspendió la elegibilidad de la nación andina como potencial receptora de nuevos créditos del organismo. Por último, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo siguieron la misma iniciativa "ante los atrasos en los compromisos peruanos con ellos". El círculo estaba cerrado, pero García sigue en pie.

Mientras tanto, la economía peruana, que repuntó tras el desastre de Belaúnde Terry, ha vuelto a deteriorarse, demostrando que, en este mundo, ni en el centro ni en la periferia es posible la autarquía. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL), organismo de las Naciones Unidas, acaba de elaborar un documento estremecedor sobre los últimos acontecimientos económicos de la región. En él se describe la situación peruana: "A mediados de 1987, Bolivia, Brasil, Ecuador y Perú se encontraban oficialmente en una situación de moratoria en relación con el pago del servicio de su deuda... Perú se encuentra claramente fuera del marco convencional establecido por el Plan Baker. Se niega a aceptar un programa de ajuste del FMI y ha limitado unilateralmente el pago de la deuda a un porcentaje de sus ingresos de exportación. Ante la posibilidad de que se produzcan transferencias negativas, ha retrasado sus pagos al Fondo y al Banco Mundial. Estas dos instituciones han inhabilitado recientemente a Perú para recibir nuevos préstamos. Dicho país se encuentra promoviendo muy activamente un sistema para pagar la deuda en especie en vez de hacerlo en divisas".

La reacción nacionalizadora de Alan García conecta con las medidas del mismo estilo del presidente mexicano, José López Portillo, en el verano de 1982, que dieron lugar a que la crisis de la deuda externa se abriese por primera vez en América Latina.

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