Crítica

¡Azúcar!

Acertar con Celia es fácil. El Jazzaldia acertó de pleno al traerla a San Sebastián para escarnio de puristas y disfrute del público normal. Anoeta fue una locura, y de las grandes.Celia, con el corazón en la mano, no sólo convenció, sino que noqueó a los más de 5.000 espectadores con su sola aparición. De no haber existido las butacas Anoeta se habría convertido en una gigantesca pista de baile, pero, aun así, el ambiente fue de los que quedan como ejemplo de comunicación instantánea, entrega mutua y calor.

Antes de que la reina lo arrasase todo el joven Stanley Jordan había ocu...

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Acertar con Celia es fácil. El Jazzaldia acertó de pleno al traerla a San Sebastián para escarnio de puristas y disfrute del público normal. Anoeta fue una locura, y de las grandes.Celia, con el corazón en la mano, no sólo convenció, sino que noqueó a los más de 5.000 espectadores con su sola aparición. De no haber existido las butacas Anoeta se habría convertido en una gigantesca pista de baile, pero, aun así, el ambiente fue de los que quedan como ejemplo de comunicación instantánea, entrega mutua y calor.

Antes de que la reina lo arrasase todo el joven Stanley Jordan había ocupado el escenario. El guitarrista cumplió su papel de telonero con total dignidad. Hace un par de años sorprendió a propios y extraños con sus formas pianísticas de tocar la guitarra. Ahora, una vez aceptada la normalidad de esa técnica y despojado el asunto de su parte circense, es necesario reconocer que Jordan puede llegar a decir cosas de gran interés. Tras sus espectaculares excesos de velocidad hay musicalidad e ideas, aunque en la grandiosidad de Anoeta su sola guitarra supo a poco, y más si pensamos que el día anterior McLaughlin y De Lucía habían dejado muy alto el listón guitarrístico.

22º Festival de Jazz de San Sebastián

Stanley Jordan, Puente y Celia Cruz.San Sebastián, 24 de julio.

Así pues, el terremoto salsero del Jazzaldia se inició con Tito Puente. Fueron algo más de 30 minutos de sabroso latin jazz y salsa mezclados a partes iguales. El grupo sonó rotundo y compacto gracias muy especialmente a las intervenciones del saxofonista Mario Rivera y del pianista Sony Bravo. El líder, con su eterno buen humor, tocó mayoritariamente los timbales, pero dio una lección de sensibilidad cada vez que se acercó al vibráfono. Por supuesto, tampoco faltó el eterno Oye cómo va, coreada por todos los asistentes.

Y en eso que aparece Celia para unirse al grupo y Anoeta se viene abajo. Canto a La Habana abrió una memorable actuación en la que no faltaron algunos de sus grandes éxitos, como Usted abusó, Yerbero moderno, Caramelos, un Burundanga a petición del público y un bolero, Vieja luna, cargado de sentimiento. La Bemba colorá cerró por todo lo alto el show. Y en el tercer bis, un regalo de los que no se olvidan: Celia y Tito solos, voz y piano, recreando el cubano Facundo. ¿Se puede pedir más?

Celia es una bestia de escenario. Canta y nadie en el mundo de la salsa es capaz de hacerlo como ella. Intentar calificar lo que fue su actuación sería un justificado cúmulo de superlativos. Resumámoslos con su propia expresión: ¡azúcar! ¡Y qué azúcar!

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