Crítica:ÓPERA

Qual notte d'orrore!

"Qual notte d'orrore!" ("¡qué noche de horror!"), exclama Gilda en el cuarto acto de Rigoletto. Y prosigue: "Gran Dio, che accadra?" ("Gran Dios, ¿qué ocurrirá?). Arte y vida siguen haciénclose el lío de siempre, para qué engañarnos. ¿Se refería Adriana Anelli, que incorporaba a Gilda, a los acontecimientos de la escena o a lo que estaba pasande, fuera de ella?Una parte del público se enfadó -con toda la razón, con buena parte de ella y sin ninguna razón, según los casos- y dejó constancia de ello con sonoros abucheos al final. Los primeros sírtomas de descontento fueron para el directo...

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"Qual notte d'orrore!" ("¡qué noche de horror!"), exclama Gilda en el cuarto acto de Rigoletto. Y prosigue: "Gran Dio, che accadra?" ("Gran Dios, ¿qué ocurrirá?). Arte y vida siguen haciénclose el lío de siempre, para qué engañarnos. ¿Se refería Adriana Anelli, que incorporaba a Gilda, a los acontecimientos de la escena o a lo que estaba pasande, fuera de ella?Una parte del público se enfadó -con toda la razón, con buena parte de ella y sin ninguna razón, según los casos- y dejó constancia de ello con sonoros abucheos al final. Los primeros sírtomas de descontento fueron para el director, Romano Gandolfi. Gandolfi es más un director de coros que de orquesta, como por otro lado demostraron las soberbias intervenciones del colectivo de voces a lo largo de la noche, pero hay que convenir que no tuvo el cometido nada, pero que nada fácil: en la escena circulaban criterios encontrados sobre cómo hay que hacer esta ópera.

Rigoletto

de Giuseppe Verdi. Alfredo Kraus, Leo Nucci, Adriana Anelli, Alfredo Zanazzo Y Montserrat Aparici en los principales papeles. Producción: Gran Teatro del Liceo. Dirección escénica: Giuseppe de Tomasi. Orquesta y coro del Liceo dirigidos por Romano Gandolfi. Barcelona, 7 de marzo.

Inconprensibles fueron las muestras de disconformidad con las prestaciones de Adriana Anelli, aunque su más que digna Gilda hiciera padecer en algunos agudos. Montserrat Aparici en el papel de Maddalena consiguió lo más dificil: cargarse el fascinante cuarteto Bella figlia dell'amore.

Merecieron vitores -más fuertes por el contraste- Leo Nucci, que hizo un Rigoletto vocalmente acaso menos rasgado de lo que la tradición discográfica ha hecho común, pero de gran calidad, y, naturalmente, Alfredo Kraus con un ajustado duque belcantista.

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