Odio y amor por la Academia

La institución es "un horror incambiable" para unos y "la consagración de un hombre de letras" para otros

, El director de la Real Academia, Pedro Laín Entralgo, cobra 93 pesetas al trimestre. El mismo sueldo percibe el secretario vitalicio, Alonso Zamóra Vicente. Los académicos no cobran nada por serlo, aunque perciben una dieta de mil pesetas cada vez' que acuden a una junta. Ser académico es una meta para muchos hombres de letras. Algunos, una vez logrado el puesto, rara vez aparecen por la institución. Pero todos procuran cúmplir el reglamento de asistir a nueve sesiones anuales para no perder su título, caso que nunca se ha dado.

"Entrar en la Academia es el marchamo oficial de' co...

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, El director de la Real Academia, Pedro Laín Entralgo, cobra 93 pesetas al trimestre. El mismo sueldo percibe el secretario vitalicio, Alonso Zamóra Vicente. Los académicos no cobran nada por serlo, aunque perciben una dieta de mil pesetas cada vez' que acuden a una junta. Ser académico es una meta para muchos hombres de letras. Algunos, una vez logrado el puesto, rara vez aparecen por la institución. Pero todos procuran cúmplir el reglamento de asistir a nueve sesiones anuales para no perder su título, caso que nunca se ha dado.

"Entrar en la Academia es el marchamo oficial de' consagración para un hombre de letras", dice el lingüista Gregorio Salvador, que en febrero toma posesión de su sillón en la institución. "La vanidad, qué duda cabe, juega siempre un papel, pero para mí la Academia es el reconocimiento a una labor y la posibilidad de acceder a unos importantes archivos que me facilitan mi trabajo en la lexicología.

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Satisfacción y vanidad

Francisco Rico, que también está a punto de tomar posesión de su plaza de académico, cree que "el sentimiento de satisfacción y de vanidad son muy difíciles de distinguir":Para Rico, la Academia aporta fundamentalmente honor y prestigio al académico. Por eso siempre hay notables dispuestos a dar la batalla por entrar. La mayoría consigue entrar tarde o temprano; otros pierden la paciencia, como la perdió en la noche del jueves el escritor José Luis Castillo Puche, presentado sin éxito en cuatro ocasiones. Son los casos de Juan Benet, o de Jesús Fernández Santos. O tantos otros:

Juan Benet, cansado de intentar entrar en la Academia, jura no volver a las andadas. El antropólogo Julio Caro Baroja también lo hizo, pero,, finalmente, fue elegido. "La Academia sirve para los académicos, pero no para el resto de los españoles", dice Benet. "Supongo que les sirve para conspirar, para divertirse, para seleccionar candidatos... Es lo mismo que un club".

Un club, con 34 millones de presupuesto, que conserva tradiciones realmente pintorescas. Cada jueves, cuando se reúnen los 38 miembros que actualmente forman la institución (de un total de 46, ya que no están .cubiertas todas las plazas) se reza una oración. Un club con cincuenta empleados que todos los años celebra un funeral por la muerte de Cervantes. Su misión fundamental, la de fijar y velar por el idioma, la cumple asiduamente con la edición del Diccionario de la Real Academia.

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