Mompou, la búsqueda de la exactitud creativa.

La última composición del músico, sobre un poema de Maragall, se estrena el jueves en el Palau de la Música

La vaca cega, composición para coro y órgano de Frederic Mompou, a partir del poema homónimo de Joan Maragall, se estrena el próximo jueves en Barcelona, en el marco de la II Mostra de Música Catalana Contemporánea. Se trata de la última obra del compositor nonagenario, toda una vida preocupado por la búsqueda de la exactitud de las notas. La vaca cega fue escrita hace ya siete años con la intención de que fuera interpretada por el Orfeó Català. Sin embargo, si la voluntad primera de Mompou era otra, hoy se siente satisfecho de que sea la Mostra la que se responsabilice de su estreno porque, s...

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La vaca cega, composición para coro y órgano de Frederic Mompou, a partir del poema homónimo de Joan Maragall, se estrena el próximo jueves en Barcelona, en el marco de la II Mostra de Música Catalana Contemporánea. Se trata de la última obra del compositor nonagenario, toda una vida preocupado por la búsqueda de la exactitud de las notas. La vaca cega fue escrita hace ya siete años con la intención de que fuera interpretada por el Orfeó Català. Sin embargo, si la voluntad primera de Mompou era otra, hoy se siente satisfecho de que sea la Mostra la que se responsabilice de su estreno porque, según sus propias palabras, "me siento muy identificado con los compositores que la organizan y agradezco las reiteradas muestras de afecto y veneración que me han rendido".

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Aunque expresándose musicalmente por caminos distintos, los numerosos compositores catalanes contemporáneos admiran profundamente a Mompou, al músico "del rajolí petit" (pequeño chorrito), según expresiva formulación de Xavier Montsalvatge. No ha creado escuela, pero ha dejado huella entre las nuevas generaciones por una manera de hacer y de entender la vida creativa, en el silencio y la discreción del hombre tímido que ha sido siempre.Han pasado siete años desde que compusiera La vaca cega. Y Mompou ha cumplido los 85 y los 90 años. Y ha estado enfermo, muy enfermo, y sometido a intervenciones quirúrgicas, circunstancias que han cambiado sustancialmente su vida, aunque no su manera de entender la vida y su música. Hoy no pasa horas y horas ante el teclado de su piano buscando serenamente nuevos acordes como hiciera tan sólo unos años atrás. Lo que sí continúa haciendo es escuchar, escuchar siempre aquellos sonidos cotidianos que le inspiraron y las reproducciones discográficas de sus compositores preferidos: Ravel, Rachmaninoff, Debussy y Scriabin, criador del denominado acorde místico con seis notas de la serie de los sonidos armónicos. Las piezas para piano del compositor ruso Scriabin, aunque de inspiración distinta, no están lejos del camino que escogió Mompou años después a muchos kilómetros de distancia. Escuchar muchísimo, de manera que Mompou, hoy, no se lamenta: "No echo de menos tocar el piano, no, me acostumbro a mi nueva actividad".

Mompou no fue nunca hombre de grandes palabras y, sin embargo, ha sido un singular adepto a tertulias, caracterizándose por una sutil ironía con la que, en determinadas ocasiones, rozaba incluso la destrucción ajena. Pero eso, en una persona de criterios puristas y exigentes como los suyos, es inevitable. Por eso quizá, porque no ha sido nunca un hombre dado a las demostraciones verbales, la suya no es hoy una situación triste.

Estratega de la música

Como sucede a menudo, Mompou no ha sido ampliamente descubierto hasta las más jóvenes generaciones y de ahí también que, hasta hace escasamente 10 años, Mompou, ya muy avanzada su edad, ha permanecido en un tranquilo acontecer, anónimo, en el centro mismo de Barcelona: "Me gusta la soledad, pero la que se encuentra en las ciudades", suele decir. ?Tenía razón Josep Pla al afirmar en su Retrat de Passaport que la biografía de Frederic Mompou está desprovista de grandes o de curiosos acontecimientos. No hay nada de particular en su vida a no ser sus opiniones musicales "muy poco convencionales", añadía el escritor, asegurando que oyó comentarle un día: "Beethoven, aquel músico tan vulgar...". Pla daba una definición muy transparente de la personalidad de Mompou: ",Estratega de la música, de una lucidez admirable y de convicciones internas inamovibles".

La suya ha sido una actividad febrilmente intimista, racionalmente limitada a unos intereses culturales -musicales por encima de todo- que casan poco con la parafernalia periodística. Y los últimos años han transcurrido en su soleado piso del barcelonés paseo de Gràcia intentando recomenzar de nuevo, siempre, con su piano de cuarto de cola, buscando la exactitud de unas notas, el "cero o principio de una idea pura, sin artificios", calladamente.

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