La casa vacía

En el número 3 de la calle Velintonia, 3 (que ahora se llama Vicente Aleixandre) se encuentra una casa amarilla, punto clave para la literatura española de este siglo. La casa de Vicente Aleixandre ha recibido con las puertas abiertas durante muchos años a los poetas y narradores que han querido acercarse y hablar con él, hablar de literatura, leer las obras nuevas y antiguas.Antes de la guerra civil las reuniones se solían transformar en fiestas con los amigos. Después de ésta seguían acudiendo a ella las nuevas generaciones de literatos, aunque desde entonces las reuniones eran más reducidas...

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En el número 3 de la calle Velintonia, 3 (que ahora se llama Vicente Aleixandre) se encuentra una casa amarilla, punto clave para la literatura española de este siglo. La casa de Vicente Aleixandre ha recibido con las puertas abiertas durante muchos años a los poetas y narradores que han querido acercarse y hablar con él, hablar de literatura, leer las obras nuevas y antiguas.Antes de la guerra civil las reuniones se solían transformar en fiestas con los amigos. Después de ésta seguían acudiendo a ella las nuevas generaciones de literatos, aunque desde entonces las reuniones eran más reducidas. Vicente Molina Foix, uno de los escritores que lo han visitado constantemente desde los años sesenta, nos describe estos momentos. "El acceso a la casa de Vicente sólo requería una llamada previa presentándose y manifestando el deseo de ir".

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"La casa en sí tenía un valor doble. Tenía ese ambiente acogedor que él le había sabido imprimir. Vicente, un gran amante de los rituales, solía recibir a la gente en el mismo lugar y a horas precisas. Por las mañanas recibía de 12 a 2 de la tarde, hora en la que solía comer. Generalmente sólo venían a esa hora amigos muy cercanos que no podían ir en otro momento. Por las tardes tenía dos turnos de visita. A los íntimos los recibía, echado sobre un diván, a partir de las 4.30. El segundo turno de la tarde era a partir de las 7.30 hasta las 9.30".

La atmósfera de aquella casa carecía ayer del calor de la presencia del calor del poeta.

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