Crítica:TEATRO

Un Lorca de antes de Lorca

La casa de Bernarda Alba presenta, como toda obra, densa, numerosas posibilidades de interpretación. Puede verse como un drama existencialista por la presión del tiempo y el espacio sobre unas vidas consumidas y encerradas por un código absurdo; como una obra de rebeldía contra unas costumbres atroces, sobre todo en el con texto de su fecha (1936), en el que se produce insistentemente una literatura de la liberación; como una exposición de dolorida crítica sobre la condición de la mujer en España; como un enfrentamiento entre la autoridad y la libertad; como una importantísima aportación d...

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La casa de Bernarda Alba presenta, como toda obra, densa, numerosas posibilidades de interpretación. Puede verse como un drama existencialista por la presión del tiempo y el espacio sobre unas vidas consumidas y encerradas por un código absurdo; como una obra de rebeldía contra unas costumbres atroces, sobre todo en el con texto de su fecha (1936), en el que se produce insistentemente una literatura de la liberación; como una exposición de dolorida crítica sobre la condición de la mujer en España; como un enfrentamiento entre la autoridad y la libertad; como una importantísima aportación de lenguaje, estructura y tema a la ruptura del teatro burgués de su tiempo... Probablemente es todo ello. Cuando un autor tiene genio, capta y compendia todas las corrientes de inquietud y pensamiento de su tiempo y las proyecta hacia adelante.La forma de interpretar La casa... que ofrece José Carlos Plaza en el Español es distinta. Va como hacia atrás en el tiempo de Lorca y descubre sus materiales dé origen, de antes de su propio destello de innovación: el drama rural, quizá la zarzuela, La hija de Jorio, de D'Annunzio, o La malquerida, de Benavente. Le añade lo que se llamó "la exasperación naturalista" de Antoine; la reducción del protagonismo a la población del escenario, el culto al objeto, la superstición de lo cotidiano. Un naturalismo teatral, también de la época reconstruida: el sistema respiratorio en la dicción de los párrafos, su corte en palabras sonoras más que en el sentido dé la frase, la reducción a lo gracioso de algunas situaciones dramáticas para aliviar las tensiones... Gustaría ver este trabajo minucioso y completo aplicado, por ejemplo, a Cavalleria rusticana, de Verga, que estaba escrita para ser representada así.

La casa de Bernarda Alba

Autor. Federico García Lorca. Intérpretes. Mari Carmen Prendes, Eva Guerrero, María Molero, Arantxa Romero, Berta Riaza, María Rus, Paula Borrell, Pinar Bayona, Ana Belén, Enriqueta Carballeira, Mar Díez, Paca Ojea, Aurora Redondo. Escenografía: Andrea D'Odorico.Vestuario: Pedro Moreno. Ambientación: Eduardo Naranjo. Director: José Carlos Plaza. Estreno, Teatro Español, del Ayuntamiento de Madrid. Madrid, 16 de noviembre.

De todas maneras, el sistema de volver atrás para despiezar una obra que fue tomada como de ruptura y capaz de marcar la caducidad de lo anterior ofrece un gran interés de investigación. Es un Lorca de antes de Lorca.

Las hijas de Bernarda son, así naturalizadas, un poco locas; la madre es una maniática del orden y de "lo que debe ser"; la abuela cambia su irrupción lírica y profética por la senilidad; el olor acre del sexo se disuelve como la densidad del calor y del encierro; el mis modecorado -que es una obra maestra del realismo creado por Andrea D'Odorico- deja abierto el claustro hacia el aire exterior, el cielo y las estrellas. Se esfuma el énfasis. Y se pasa no al drama, sino a la comedia dramática, con sus irrupciones cómicas: hay risas en fragmentos que nunca se hubieran pensado como hilarantes.

En todo ello queda como descolgada la escena final, pensada y hecha para la gran tragedia: el disparo, la ahorcada, la afirmación tiránica de que la mentira va a preservar el orden. Adquiere perfiles paródicos, que no se manifiestan por respeto al autor. Indudablemente, para muchos lorquianos todo ello puede significar un atentado a la larga construcción de una teoría de la tragedia moderna, a un lenguaje audaz y a un sentido social que constituyen uno de los mitos trascendentales de nuestra literatura dramática moderna. Tendrán que verlo como otra vía de aproximación. Lejos del mito.

En ese estilo buscado y cultivado, la representación es admirable. El verismo teatral llega a todo, aun sin penetrar -porque no lo quiere- en el misterio del hiperrealismo.

El trío principal de actrices (Berta Riaza, Mari Carmen Prendes, Aurora Redondo) responde exactamente a la teatralización del drama rural; el grupo de las hijas (Pilar Bayona, Ana Belén, Enriqueta Carballeira, Mar Díez, Paca Ojea) se somete con humildad a su condición de pobladoras o de "comparsería", por citar otra vez a Antoine, reducidas a grupo más que a caracteres. Y los papeles menores trabajan dentro del orden escénico establecido.

Los invitados al estreno acogieron esta representación con entusiasmo y aclamaciones y se formó en el escenario la rondalla del éxito, a la que se sumó el director del teatro, Miguel Narros, que inaugura con esta brillante representación su temporada.

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