Tribuna:V Festival de Jazz de Madrid

Como un pulpo en un garaje

¡Por fin, por fin sacó Jose Antonio Galicia a pasear al Catoblepas por el Palacio de los Deportes! Uno creía que el Catoblepas era un animal fantástico que petrillica con la mirada, pero en manos de José Antonio Galicia el bicho se transfoma en una fusión de flamenco y jazz, por cierto que bastante más trabajada y profunda que la que días antes trataron de hacer los Paquito, Barretto y compañía.Y lo que empezó con mezcla de culturas, terminó con mezcla de culturas, merced a la actuación de Lester Bowie, un señor que, venga con el Art Ensemble o sin él, parece obligatorio. Diríase que un festiv...

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¡Por fin, por fin sacó Jose Antonio Galicia a pasear al Catoblepas por el Palacio de los Deportes! Uno creía que el Catoblepas era un animal fantástico que petrillica con la mirada, pero en manos de José Antonio Galicia el bicho se transfoma en una fusión de flamenco y jazz, por cierto que bastante más trabajada y profunda que la que días antes trataron de hacer los Paquito, Barretto y compañía.Y lo que empezó con mezcla de culturas, terminó con mezcla de culturas, merced a la actuación de Lester Bowie, un señor que, venga con el Art Ensemble o sin él, parece obligatorio. Diríase que un festival sin Lester Bowie es un festival perdido, como las vacaciones sin Kodak. Bowie presentó un espectáculo -cómico-jazzístico-musical- titulado De las raíces a la fuente, en nueva fusión, ahora de la botánica con la hidráulica. El número es una especie de hit-parade transcultural que recuerda las cosas que hacía Charles Mingus, por el ambiente y el humor sarcástico. Musicalmente no llega a tanta altura, aunque viene servido por muy buenos cantantes y músicos de categoría, entre los que destacan el contrabajo Malachi Favors y el tempestuoso batería Philip Wilson. Y, claro está, el líder, trompeta expresionista, que bufó, sopló y la casa derribó como un Cootie Williams poseído por todos los demonios.

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En medio de semejantes cosas se puede figurar que Gerry Mulligan quedó como un pulpo en un garaje. Un pulpo, eso sí, muy elegante, con corbata de pajarita y cara de portada del Vogue. La música fue igualmente impecable. Mulligan dio todo un curso de estilo, tanto al barítono como al soprano, tanto en las composiciones históricas (Line for Lyons, Walking shoes) como en los temas más recientes, de los que brillaron en especial las baladas.

Los otros componentes del grupo, Bill Mays, piano, Frank Luther, contrabajo, y Richard da Rosa, batería, merecen mención porque estuvieron también impecables y eficientes, aunque sin la vibración carismática del líder.

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