Tribuna

El sepulcro de Cajal

La obra de Cajal, en opinión del autor, no ha perdido actualidad cuando se cumplen los cincuenta años de su muerte, sino que se ha agigantado. Los homenajes a su memoria, las citas constantes a su obra son corrientes en los países más desarrollados donde se considera al primer Nobel español de Medicina como uno de los grandes pioneros de la neurobiología.

Hace poco más de un mes opinaba en las páginas de este mismo diario (EL PAIS, 10 de septiembre de 1984) sobre la situación de la neurobiología española a los 50 años de la muerte de Santiago Ramón y Cajal, y me llegaron posteriormente ...

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La obra de Cajal, en opinión del autor, no ha perdido actualidad cuando se cumplen los cincuenta años de su muerte, sino que se ha agigantado. Los homenajes a su memoria, las citas constantes a su obra son corrientes en los países más desarrollados donde se considera al primer Nobel español de Medicina como uno de los grandes pioneros de la neurobiología.

Hace poco más de un mes opinaba en las páginas de este mismo diario (EL PAIS, 10 de septiembre de 1984) sobre la situación de la neurobiología española a los 50 años de la muerte de Santiago Ramón y Cajal, y me llegaron posteriormente algunos comentarios criticando el tinte excesivamente pesimista del artículo. Al atender ahora muy complacido una amable invitación de EL PAIS para que escriba de nuevo unas líneas que reflejen la influencia y la actualidad de la obra del hombre de ciencia, más importante que ha tenido España no puedo por menos de pensar que, efectivamente, debe dejarse de lado todo pesimismo improductivo y mirar hacia delante pensando cómo podemos responder -dentro de nuestra capacidad de mortales ordinarios- al reto y al estímulo que supone para un neurobiólogo pertenecer al mismo país en que nació y desarrolló toda su obra el padre de la moderna neurociencia.No es este, evidentemente, el lugar para precisar lo que fue y lo que representó la obra de Cajal, y existen numerosos ensayos y biografías para documentarse sobre ella. Para el lector absolutamente ajeno a estos temas, basta con decir que a partir de Cajal se pudo empezar a estudiar sobre una base objetiva el órgano más noble del ser humano: su propio cerebro. La figura de Cajal puede muy bien compararse con la de aquellos genios que abrieron nuevas vías al conocimiento humano, como Newton, como Darwin.

A los 50 años de su muerte, la obra de Cajal no ha perdido actualidad alguna, sino que, al contrario, se ha agigantado para convertirse casi en una leyenda, ha adquirido la solera que sólo da el paso del tiempo a las auténticas obras de arte. Vivimos ahora, por supuesto, en un universo científico muy distinto a aquel en que le tocó vivir a Cajal. Ahora la presión para publicar es muy grande, pero también son muy efimeros la mayor parte de los descubrimientos científicos. En Estados Unidos se acostumbra a decir: "Eres tan bueno como tu último artículo", y se acostumbra asimismo completar la frase diciendo: "... siempre que tu último artículo haya sido publicado hace menos de un mes". En esta situación casi inhumana de competitividad científica es maravilloso, y al mismo tiempo reconfortante, revisar el número de citas en revistas internacionales de los trabajos de Cajal y comprobar que se mantiene año tras año al mismo nivel que el de los científicos vivos más de moda. Hace ahora un mes tuvo lugar en Madrid la Cajal Conference on Neurobiology, un congreso algo desfasado en el tiempo por razones estratégicas, en el que se conmemoró precisamente el 502 aniversario de la muerte de Cajal, y en el que participaron varios de los más ilustres neurobiólogos de todo el mundo. Fue emocionante ver cómo, con frecuencia, resultados obtenidos hace apenas meses se comparaban y se valoraban en función de resultados obtenidos por Cajal.

Desde mi actual posición de representante de un instituto de investigación con una larga y distinguida historia, he podido,verificar, por otra parte, en viajes recientes a distintos países punteros en neurociencia, que el nombre de Cajal constituye una especie de talismán para los ciudadanos de una nación como la nuestra, en la que ser científico no constituye precisamente uno de los oficios más habituales.

Vigencia actual

Tengo delante de mí una tarjeta postal que me remite el profesor Kirsche, de la universidad Humboldt, de Berlín, en la que puedo contemplar el matasellos con la efigie de Cajal, acuñado con motivo de un simposio en su honor celebrado hace pocos días en Leipzig. Tengo también encima de mi mesa una carta de los antípodas en la que el profesor Masters, de la universidad de Perth, a la vista del éxito de la exposición de objetos de Cajal en un reciente congreso de la Academia Americana de Neurología, en Boston, se interesa por una exposición similar coincidiendo con la reunión anual de la Sociedad Australiana de Neurociencias. Son sólo dos pinceladas tomadas de una forma casual que posiblemente reflejan mejor que una relación exhaustiva la vigencia actual de la obra cajaliana.

El título de este artículo es obviamente una imitación del que dio Unamuno a su apasionante prólogo de la Vida de don Quijote y Sancho. "Allí donde está el sepulcro, allí está la cuna, allí está el nido". Los neurobiólogos españoles tenemos delante de nosotros un ejemplo y un símbolo. Vamos a rescatar unidos el sepulcro de Cajal, sin hacer caso a nada que nos distraiga en nuestro camino, y aunque este quehacer excitante no permita recoger unos frutos tangibles a corto plazo.

es director del Instituto Cajal (CSIC).

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