La emotiva despedida del torero

"¡Despiértate, Paco!"

ENVIADO ESPECIAL"¡Paco de mi alma! te lo dije en e altar y te lo digo ahora: eres mi único hombre". El grito de dolor de Isabel Pantoja, vestida de negro desde las sandalias hasta el pasador del pelo, se va apagando a medida que se consumen las fuerzas, después de la histeria a penas contenida del principio del velatorio, 24 horas antes. Y en la madrugada del viernes, poco antes de que los empleados de La Esperanza vengan a llevarse el cuerpo, es sólo un gemido ausente de los cien ojos que pueblan el salón de la casa, como una larga letanía en latín rezada con desgana. "¡Paco, no te vayas!", "...

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ENVIADO ESPECIAL"¡Paco de mi alma! te lo dije en e altar y te lo digo ahora: eres mi único hombre". El grito de dolor de Isabel Pantoja, vestida de negro desde las sandalias hasta el pasador del pelo, se va apagando a medida que se consumen las fuerzas, después de la histeria a penas contenida del principio del velatorio, 24 horas antes. Y en la madrugada del viernes, poco antes de que los empleados de La Esperanza vengan a llevarse el cuerpo, es sólo un gemido ausente de los cien ojos que pueblan el salón de la casa, como una larga letanía en latín rezada con desgana. "¡Paco, no te vayas!", "¡despiértate, Paco!"...

Unos metros más allá del grupo de mujeres que mesan la larga melena recogida de Maribel, la besan y le susurran palabras de consuelo, a más de hacerla beber café con leche, sentada como está en un sillón tapizado de marrón claro, colocado junto al balcón desde el que se divisa malamente a esta hora el verde del Real de la Feria de Sevilla, desde esta quinta planta del edificio de la calle Ramón de Carranza, 22, cerca del piano y de las paredes recubiertas de los discos de oro y las fotografías de la tonadillera está el torero de cuerpo presente.

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Embutido en el ataud de caoba negra, al cadáver de Paquirri sólo se le ve la cara por el ventanuco de cristal practicado en la primera tapa. La otra, la de cierre, con un gran crucifijo bronce en su dorso está apoyada en la pared, mellan do la alfombra verde que recubre la amplia habitación. Si los dos angelotes murillanos que presiden la cabecera de la cama matrimonial ahora desalojada para dejar sitio al féretro y los ciriales, fuesen animados, verían desde su altura un rostro como enharinado,. enmarcado en el hábito de monje que sirvió como mortaja en el Hospital Militar de Córdoba. La Virgen de la Macarena, desde un cuadro colgado en la pared contigua, hubiese asistido al fin del velatorio, donde unas pocas personas mayores vestidas de luto en los inmaculados canapés blancos, completan el cuadro de plañideras a esta hora de la madrugada, con un contrapunto de dos cruces de rosas blancas, una, pequeña, del hijo del torero y la tonadillera y otra, más grande de los dos hijos que Paquirri tuvo con su primera esposa Carmen Ordóñez.

800 metros cuadrados de mármolLas casi 100 personas, entre familiares, amigos y curiosos que pudieron sortear la barrera del flaco portero de la vivienda que decidía quién entraba y quién no y del pelotón de policías que protegía el portal, se movían a través de los 800 metros cuadrados de mármol de los dos pisos corridos de los Rivera sin hacer un ruido, desde las cocinas donde se destila café a las terrazas desde las cuales se divisa un amplio público con mezcla de comadres que comentan que la mujer de Palomo Linares es una belleza, o que Juanita Reina está envejecida, con las blusas de Loewe, por los ocho baños de la casa o entre los estantes de madera de nogal cubiertos de álbumes de fotos colocados por colores.

Isabel Pantoja no hace otra cosa que gemir acompasadamente un impresionante "¡despiértate Paco!".

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