Tribuna:Cómo firmar la paz con los nuevos líderes de la URSS / 3

La ventaja armamentística soviética se va desvaneciendo

Aun si Reagan ha comprobado el estado real de los hechos, los países raramente operan sobre la base de la correlación actual. Más bien calculan hacia el futuro. Y la marea se va volviendo lentamente hacia la URSS. Las ventajas soviéticas se van desvaneciendo. Una parte muy amplia de las fuerzas estratégicas soviéticas se harán vulnerables ante los nuevos misiles norteamericanos. El compensar esta vulnerabilidad obligará a nuevos y costosos programas. Entre otras tareas, la URSS habrá de desplegar un misil balístico intercontinental móvil, desarrollar misiles de crucero y construir un nuevo bom...

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Aun si Reagan ha comprobado el estado real de los hechos, los países raramente operan sobre la base de la correlación actual. Más bien calculan hacia el futuro. Y la marea se va volviendo lentamente hacia la URSS. Las ventajas soviéticas se van desvaneciendo. Una parte muy amplia de las fuerzas estratégicas soviéticas se harán vulnerables ante los nuevos misiles norteamericanos. El compensar esta vulnerabilidad obligará a nuevos y costosos programas. Entre otras tareas, la URSS habrá de desplegar un misil balístico intercontinental móvil, desarrollar misiles de crucero y construir un nuevo bombardero. Incluso la perpetuación de la superioridad convencional soviética puede ser cuestionable, dada la situación actual en Europa oriental y el continuo rearmamento de Europa occidental. El logro más importante de Moscú de finales de los años setenta no ha sido su armamento, sino el miedo psicológico reflejado en el movimiento antinuclear de Europa occidental. Este miedo es una débil base sobre la que afianzar una política estratégica.Es altamente improbable que en los próximos ocho o diez años EE UU o la URSS puedan fraguar una nueva correlación de fuerzas que dé lugar a una ventaja estratégica clara que pueda explotarse. Con más probabilidad perdurará en la década de los ochenta un tosco equilibrio de poder estratégico si ambas partes proceden sobre las bases ya evidentes. Como el cambio de los sistemas de armas importantes requiere aproximadamente una década, se puede calcular el equilibrio de 1990. Apunta hacia un estancamiento. La única excepción podría hallarse en el campo de la defensa estratégica, donde puede pensarse en nuevas salidas, por ejemplo, en sistemas ubicados en el espacio exterior.

La perspectiva de un continuo estancamiento habla poderosamente a favor de un acuerdo antes que de una carrera indefinida e ilimitada. Si Moscú pensara que podría lograr una ventaja estratégica decisiva, seguramente le acometerían tentaciones. Pero una creciente serie de indicios, sobre todo de autorizadas declaraciones soviéticas, indica que los soviéticos han abandonado doctrinas de superioridad o de victoria en una guerra nuclear. Los cínicos, desde luego, insisten en que estas señales son apoyos propagandísticos acufiados para el consumo de Occidente. Pero unos cuantos años atrás algunos de estos críticos también insistían en que los soviéticos cumplen lo que dicen y dicen lo que cumplen.

Serios problemas económicos

Una ronda interminable de carreras estratégico-militares ya no puede aparecer como elección atrayente cuando la economía soviética se enfrenta con problemas tan serios. Aunque no sea el único motivo, el peso de la defensa constituye el factor principal. Desde 1966 hasta 1976, la economía nacional y los gastos de defensa de la URSS han crecido aproximadamente al mismo ritmo.

Según desciende el crecimiento económico soviético y los gastos de defensa continúan creciendo al mismo ritmo -sobre un 4%-, su peso en la economía va acrecentándose enormemente. Un observador ha calculado que, en el año 2017, la URSS gastará en defensa hasta el último kopek. Indudablemente, habrá que realizar algunos ajustes. No se pueden realizar grandes ahorros en defensa en cuestión de un año. Un cambio completo en los gastos de defensa tardará más de una década en lograr resultados efectivos. Cualquier esfuerzo para reducir gastos de defensa de esta magnitud chocará con un bloque de intereses creados en la URSS profundamente arraigado, oscilando entre el grupo militar-industrial y el ortodoxo aparato del partido. Si la alternativa para reducir gastos de defensa es un programa de reforma difícilmente alcanzable que amenaza la legitimidad y el control del partido, los obstáculos militares puede que no sean tan formidables.

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Los sucesores de Breznev se enfrentan a una política exterior que falla en aspectos significativos, un equilibrio estratégico que no mejora y una economía que puede que ya no sea capaz de sostener los más importantes objetivos internos y externos de la URSS. Los sucesores tendrán que hallar soluciones a estos problemas.

La estimación más segura es que, durante este período, el cambio de la política soviética será mínimo, aunque sólo sea por las barreras institucionales al cambio. El gran logro de Breznev ha sido levantar un edificio de intereses conservadores que obstaculizarán los cambios. Pero las circunstancias objetivas, como dicen los marxistas, conceden a los líderes márgenes de maniobra cada vez más estrechos. Embrollar es una táctica, no una estrategia. Más pronto o más tarde, la economía debe asentarse y estructurarse. Algo que se aproxime a la nueva política económica de Lenin parece lo necesario. Y si la historia proporciona alguna pista, la política exterior soviética tendrá que ser ajustada en consecuencia con lo anterior. Inmediatamente tras la adopción de la nueva política económica de Lenin en los años veinte, los soviéticos se encaminaron hacia Ginebra para reunirse con las potencias occidentales, y hacia Rapallo para cerrar un trato con Alemania.

La lucha por Europa

La polítíca soviética ha vuelto a sus pilares básicos en los últimos años: la lucha por Europa. Tiene que ser un mal presagio para los soviéticos el que su frontera oriental con Alemania, Polonia, se esté desmoronando en el momento justo en que las dos Alemanias se están agitando y los conservadores nacionalistas vuelven al poder en Bonn. A los soviéticos les debe preocupar doblemente el que su política de distensión en Europa descanse de manera tan notable en la Alemania occidental, y el que la OTAN, a pesar de sus problemas, se siga rearmando.

Toda la historia de la posquerra va en contra del abandono por parte de la URSS de su posición en Alemania del Este y la Europa del Este. Y, sin embargo, el coste de mantener una posición avanzada en esos países es cada vez mayor. Supone una aplastante carga económica, y puede que requiera repetidas intervenciones militares. Además, si la URSS se ve obligada a liberalizarse dentro de sus fronteras y en Polonia, el germen podría infectar a la Alemania oriental.

El triunfo del neogaullismo

El destino de Europa parece ser el de una Europa de naciones-Estados en las cuales triunfe el gaullismo. El problema más grave de la división de Europa parece que se va alejando graduahnente del terreno de la confrontación soviético-norteamericana a medida que cada una de las superpotencias intenta hacer frente al declive de su influencia dentro de su propia esfera de intereses. Este declive es evidente no solamente en Polonia, sino también en el perceptible interés de Estados Unidos de alejarse de Europa occidental. El resultado no será ni el reutralismo ni la finlandización, sino una evolución natural que se da junto con el cambio en el equilibrio de poder. En este escenario, las superpotencias verán que ha disminuido su control. Así, puede que su interés común por estabilizar Europa se convierta en un elemento más permanente de las relaciones soviético-norteamericanas.

Y, sin embargo, al final, la URSS y Estados Unidos tendrán que hacer frente al viejo dilema. En la Conferencia de Yalta acordaron que los Gobiernos de la Europa del Este serían libres, aunque amistosos hacia la URSS y compatibles con los intereses de la seguridad de la Unión Soviética. Este requisito representaba una simple contradicción en 1945, y así sigue siendo en los años ochenta. Es difícil prever un Gobierno libre polaco amistoso con Moscú. Es posible contemplar una Europa del Este que no suponga ninguna amenaza para la URSS, pero la cuestión importante es si Alemania va a aceptar su partición permanente. Esta situación es, naturalmente, bastante fantástica. El historial de predicciones sobre la política soviético-norteamericana no es alentador.

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