Tribuna:TRIBUNA LIBRE

Soluciones posibles para el acceso a la Alhambra

El autor de este artículo, que conoce bien Granada porque allí ha pasado mucho tiempo de su vida investigando en la biografía de Federico García Lorca, se plantea en este artículo algunos temas de capital importancia con respecto a la conservación del gran monumento nacional que es la Alhambra granadina.¿Cuántos miles de coches y autocares suben cada verano por la cuesta de Gomérez, pasan debajo del arco de la puerta de las Granadas (ya deteriorada por las raspaduras) y penetran en el mágico recinto verde del bosque de la Alhambra? No conozco las estadísticas, pero sí algunos resultados de tan...

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El autor de este artículo, que conoce bien Granada porque allí ha pasado mucho tiempo de su vida investigando en la biografía de Federico García Lorca, se plantea en este artículo algunos temas de capital importancia con respecto a la conservación del gran monumento nacional que es la Alhambra granadina.¿Cuántos miles de coches y autocares suben cada verano por la cuesta de Gomérez, pasan debajo del arco de la puerta de las Granadas (ya deteriorada por las raspaduras) y penetran en el mágico recinto verde del bosque de la Alhambra? No conozco las estadísticas, pero sí algunos resultados de tan constante tráfico. Son deplorables. Aparte del ruido de los motores, a veces atronador, que compite estruendosamente con el canto de los pájaros y la música del agua, expresada ésta en una sutilísima gama de variaciones (fuente, cauce subterráneo, acequia, surtidor, azarbe, cascadilla ... ), se podría enumerar una larga lista de males ocasionados por la incesante caravana que profana el lugar. He podido comprobar recientemente los deletéreos efectos producidos en las hojas y ramas de los olmos por los gases de escape que día y noche se enredan entre el follaje. He visto cómo, en una glorieta de la cuesta, estuvieron estacionadas durante varios días, tranquilamente, varias camionetas italianas, como si de un camping cualquiera se tratara.

Hay un factor positivo. Y es que todos los granadinos parecen estar de acuerdo en que hace falta cerrar el bosque al tráfico rodado. El problema se reduce, pues, a buscar, o crear, nuevos accesos al conjunto que corona la colina.

Si mañana se cerrara la puerta de las Granadas, los grandes autocares sólo podrían subir a la Alhambra por la cuesta del Caidero, teniendo que bajar por la misma. La situación sería caótica, pues la calle es estrecha y no permitiría la bajada y subida simultáneas de dichos vehículos.

En cuanto a los coches (más motocicletas, minibuses y camionetas), los problemas son pocos. Inmediatamente, y dejando todavía subir los autocares por la puerta de las Granadas, se podría imponer que el tráfico ligero acceda a la Alhambra por el carril de San Cecilio (desde el campo del Príncipe), cruzando el Caidero, en su intersección con éste, y siguiendo hasta arriba por el camino nuevo del cementerio. Es un recorrido que conozco bien: un poco más largo, desde luego, que el consagrado, pero con vistas sobre la sierra y a la vega, que siempre compensan.

Completar el círculo

El camino pasa por el barranco del Abogado, barrio pobre de cuevas hundidas y ruinas, mayormente abandonado en la actualidad, pero que no tardará en ser urbanizado, si no me equivoco. Todavía habría tiempo para ensanchar algunos trozos del camino para facilitar la subida de un tráfico más denso. Arriba ya, en lo alto de la colina, este camino nuevo del cementerio empalma con el acceso habitual al camposanto, muy cerca del inmenso aparcamiento de coches construido detrás de la Alhambra y del Generalife, y desde allí se puede iniciar la bajada a la ciudad por la cuesta del Caidero, completando así el círculo.

La imposición de esta ruta reduciría de un tirón gran parte de la contaminación (ruidos y gases) del bosque de la Alhambra.

Otra solución, propuesta por el doctor Manuel Orozco, sería el obligatorio aparcamiento en el espacioso paseo de la Bomba de los autocares turísticos, cuyos ocupantes serían trasladados a la Alhambra en taxis o minibuses. Según los hoteleros con quienes he consultado esta propuesta, la idea no sería factible en la realidad, y menos para aquellos turistas deseosos de pasar una noche en Granada. Los turistas exigen, por lo visto, ser llevados directamente a sus hoteles. Y quien paga, manda. Además, estarían el problema de los equipajes (metiendo, sacando, metiendo ...), la posibilidad de huelgas de taxistas, de que los turistas tuviesen que esperar en fila, etcétera. La opinión de los hoteleros en esta materia es, creo, unánime: nada de transbordos en la Bomba.

Es uno de los sitios más románticos de Granada, y poco conocido de los turistas. Sube desde el puente del Aljibillo, sobre el Darro, ciñéndose estrechamente a las murallas de la Alhambra, y desemboca al lado de la torre del Agua, en el camino del cementerio. Cuesta aún no asfaltada, y por la cual corre un arroyo, recuerda los grabados de Roberts, Doré y sus congéneres.

Según me cuenta Gervasio Elorza, experto en todo lo relacionado con el turismo granadino, hay gentes que consideran que la cuesta de los Chinos no está adecuadamente utilizada. ¿Se quiere evitar que los coches vayan a la Alhambra. por la puerta de las Granadas? Pues nada más fácil que construir un nuevo puente sobre el Darro, más arriba de la fuente del Avellano, asfaltar la cuesta de los Chinos y encaminar los coches por tan novel acceso al palacio nazarí.

A cualquier verdadero amante de Granada, sin embargo, el proyecto le tiene que poner los pelos de punta. Sería, primero, la destrucción de los encantos de la cuesta de los Chinos como tal. Cambiaría el aspecto de las riberas del Darro, insultando la memoria de Angel Ganivet y de la Cofradía del Avellano. La vista desde el Albaicín se deterioraría. Adiós a la terraza de La Mimbre. Y tendríamos todavía mucho ruido de motores en la Alhambra. Yo pido a mis dioses que tal acceso no se construya jamás.

La idea es original, creo, de Francisco Hernández, del hotel Alhambra Palace. Y es sencillísima. Se trataría de construir una nueva y ancha rampa de acceso a la Alhambra que partiría desde la carretera de la sierra, cerca del pueblo de Lancha de Cenes. La rampa subiría, en línea casi recta, hasta llegar al lado del cementerio e ir a parar en el aparcamiento de la Alhambra, ya mencionado. Los autocares podrían depositar a los turistas en la puerta de sus hoteles y volver al aparcamiento, bajando luego por el mismo camino.

¿Cuánto costaría construir la rampa? El dinero, desde luego, existe. Además, la construcción del acceso no sería difícil. Si el Ministerio de Cultura sabe encontrar cien millones de pesetas para adquirir dos cuadros de Dalí, es de suponer que pondría otros tantos para salvar el bosque de la Alhambra. Hay varias posibilidades de financiación, y no dudo tampoco del interés internacional por el proyecto.

Si cuando vamos a Venecia tenemos que renunciar al coche -y lo hacemos gustosos-, es claro que verse obligado a efectuar un pequeño rodeo para llegar a la Alhambra no debe molestar a nadie. Al contrario. Con el bosque recuperado para el agua, el verdor y los ruiseñores, se acrecentaría la fama de Granada y, casi con toda seguridad, la afluencia de turistas a aquella maravillosa colina.

Ian Gibson es historiador.

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