La consolidación de un mercado editorial estable convierte en optimista el Día de las Letras Gallegas

El vacío dejado por los grandes literatos muertos ensombrece la efeméride

La consolidación de un mercado editorial estable y hasta cierto punto normalizado que permite la publicación regular de obras de nuevos autores es, ante la vigésima edición del Día das Letras, que se celebra hoy en Galicia, el contrapunto optimista a una cierta sensación de vacío creador originada por la desaparición física de los últimos grandes nombres de la literatura gallega. La vitalidad editorial -y cultural- es evidente, y se advierte en diversos actos de los que se habla en este mismo número: por un lado, una semana cultural gallega que comienza hoy en Madrid y, por otro, como ejemplo,...

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La consolidación de un mercado editorial estable y hasta cierto punto normalizado que permite la publicación regular de obras de nuevos autores es, ante la vigésima edición del Día das Letras, que se celebra hoy en Galicia, el contrapunto optimista a una cierta sensación de vacío creador originada por la desaparición física de los últimos grandes nombres de la literatura gallega. La vitalidad editorial -y cultural- es evidente, y se advierte en diversos actos de los que se habla en este mismo número: por un lado, una semana cultural gallega que comienza hoy en Madrid y, por otro, como ejemplo, el dato de un libro sobre la Inquisición en Galicia que el pasado viernes presentó en Madrid Domingo García Sabell, presidente de la Real Academia Gallega y delegado del Gobierno en aquella comunidad autónoma.

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Agotada por autoconsunción la corriente generacional que desde finales de los cincuenta se convenía en llamar nova narrativa galega, únicamente Xosé Luis Méndez Ferrín, Carlos Casares y, en un distinto plano, los poetas Salvador García-Bodaño y Uxio Novoneyra parecen en condiciones de. asumir el tránsito entre los Cunqueiro, Ferreiro, Dieste y Blanco-Amor, que llenaron flor sí solos una época, y el relativamente considerable número de nuevos literatos que han estrenado carrera durante el último quinquenio.La ruptura del 'culturalismo'

El final de la dictadura sirve precisamente de linde al comienzo de un período en el que han cambiado de modo sustancial el panorama y perspectivas de futuro de la literatura gallega. Siete escasos años han bastado para convertir en industria estabilizada, e i6cluso rentable, lo que hasta entonces había sido esencialmente una forzosa cruzada voluntarista a medio camino entre la militancia política y la resistencia cultural.

Ejercicio casi exclusivo de las elites intelectuales que han creado los fundamentos teóricos del nacionalismo, la literatura ha estado tradicionalmente tan ligada a la actividad política en Galicia que llegó a dar origen a un movimiento culturalista como corriente ideológica diferencial. El culturalismo, una propuesta de traslación de la resistencia política al estricto campo intelectual, defendida fundamentalmente por Ramón Piñeiro, y García-Sabell, hizo en la práctica de la editorial viguesa Galaxia el centro aglutinador de la actividad literaria en Galicia, tras largo silencio de la posguerra.

La nueva situación creada a partir de 1975 ha venido a alterar sustancialmente este esquema, tanto por la diversificación de iniciativas culturales, como por la emergencia de un más amplio mercado de lectores, propiciado en gran parte por la introducción de la enseñanza del gallego en las escuelas e institutos. El número de editoriales se ha multiplicado durante este período, y las tres más importantes -Galaxia, Edicions Xerais y Edicions do Castro- consiguen situar ya en las librerías alrededor de un centenar de nuevos títulos cada año, con tiradas en general superiores a las de los tiempos de la semiclandestinidad.

El vacío de la 'nova narrativa'

Paralelamente, los años de la transición democrática han sido también el marco temporal en el que se produjo la desaparición de los últimos escritores que enlazaban con la tradición literaria de la generación Nos y la producción de la posguerra inmediata. Las muertes de Celso Emilio Ferreiro, Eduardo Blanco-Amor, Alvaro

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Cunqueiro y Rafael Dieste dejaron en menos de cinco años sin sus más sonoros nombres a la literatura en lengua gallega. La generación aparentemente destinada a sucederles -la nova narrativa, de Méndez Ferrín, Rodríguez Mourullo, Xoan Casal y Camilo Suárez Llanos- no ha llegado, por otra parte, a sostenerse como corriente literaria específica capaz de llenar el vacío hasta la consolidación de los novísimos, que apenas empiezan a publicar.

"Aquellos escritores de la nueva narrativa", opina Méndez Ferrín, "optaron por un radical independentismo interior, se liberaron del provincianismo y aceptaron que Galicia es el centro del mundo. Este les llevó en muchas ocasiones a un menosprecio de la miserable y paupérrima narrativa que al filo de los años cincuenta se estaba pro(luciendo en España". Desde el punto de vista de Méndez Ferrín, el independentismo que dio origen a la llamada nova narrativa ha seguido informando toda la producción posterior, asincrónica cuando menos respecto de las demás literaturas peninsulares.

Renacimiento y desruralización

El crítico Anxo Tarrio coincide con Méndez Ferrín al trazar un cuadro optimista del momento literario gallego. "Yo siempre digo que estamos asistiendo a un verdadero renacimiento de las letras gallegas, tanto en la poesía, que está explotando las posibilidades abiertas por la generación Nos, como en la narrativa, que por fin se ha desprendido del viejo tono realista, costumbrista y casi fotográfico, para entrar en modos de expresión universales". Convencido de que la definitiva normalización del gallego como lengua literaria podría ser un hecho a corto plazo, Tarrio asegura que el escritor es cada vez menos en Galicia un profesional de las catacumbas. "Un gallego que solamente escriba en castellano empieza a resultar un caso excepcional, y eso es un síntoma evidente de normalización".

La desruralización en el plano temático, especialmente difícil para una literatura que usa como instrumento expresivo un idioma conservado oralmente durante siglos por los labradores, "parece, por otra parte, un hecho establecido en las más recientes obras". La literatura de anticipación, ensayada hace años por Lois Diéguez, renace en este Día das Letras con la edición de Pae, siglo XXI, de Tucho Calvo. Méndez Ferrín vuelve, a su vez, a la vieja tradición irrealista y fantástica de la literatura gallega con Amor de Artur, al tiempo que se multiplican las ediciones de nuevos poetas, agrupados generacionalmente en torno a la magnífica revista Dorna.

Reediciones de los clásicos gallegos, traducciones de Moliére y leyendas populares islandesas, y el tradicional libro de la Real Acade mia -en homenaje al poeta Luis Amado Carballo esta vez- com pletan la producción especial edi tada bajo el pretexto de un excepcionalmente esperanzador Día das Letras.

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