La fórmula secreta

Juan Rulfo escribió de un tirón, ante un grupo de amigos, el siguiente intento de sinopsis para la película La fórmula secreta, de Rubén Gámez. Se imprimió en una especie de programa de mano y se repartió, sin firma alguna, a la entrada del cine Regis (México, D.F.), en noviembre de 1965, fecha del estreno de esa obra cinematográfica, compuesta de diez episodios, en dos de los cuales el poeta Jaime Sabines recita textos del propio Rulfo.Aun cuando esta película contiene una serie de escenas aparentemente desligadas, el conjunto es consecuencia de la enajenación producida en un enfermo a...

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Juan Rulfo escribió de un tirón, ante un grupo de amigos, el siguiente intento de sinopsis para la película La fórmula secreta, de Rubén Gámez. Se imprimió en una especie de programa de mano y se repartió, sin firma alguna, a la entrada del cine Regis (México, D.F.), en noviembre de 1965, fecha del estreno de esa obra cinematográfica, compuesta de diez episodios, en dos de los cuales el poeta Jaime Sabines recita textos del propio Rulfo.Aun cuando esta película contiene una serie de escenas aparentemente desligadas, el conjunto es consecuencia de la enajenación producida en un enfermo al cual le es aplicado, mediante el procedimiento clásico intravenoso, un líquido cuya fórmula secreta, en lugar de reanimarle, le hunde más en la postración y le lleva por túneles oscuros donde sólo aflora un mundo de miseria, de dolor, de angustia y de pánico.

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Unos cuantos y débiles flamazos indican que todavía palpita en el enfermo algo de vida. Pero esta ligera percepción es de pesadilla.

Así pues, cada flama corresponde a una secuencia distinta, a una pesadilla diferente.

Por otra parte, se trata de un experimento. Y al presentar, por medio de imágenes, determinadas situaciones en las que predomina la sátira, la soledad y las fuerzas compulsivas a que es arrastrado cualquier hombre lleno de carencias en un país influido por el automatismo y la técnica maquinista, este hombre, pobre e ignorante, lógicamente tiene que sentirse desplazado.

Dentro del túnel por el cual es conducido surgen sueños incoherentes, algunas veces a un ritmo violento, como si hubiera caído en la sonda de un remolino; en otras, la oscuridad le hace percibir luces donde sólo hay sombras.

De pronto hay un sentimiento de lástima hacia los seres humanos y también de crueldad, casi de castigo, por culpas consecutivas. Luego viene la burla, la ironía o la frustración.

Un sueño acarrea otro sueño. Y la lápida cae poco después de que el hombre recurre a los ángeles, a Dios mismo, cuando ya no puede recurrir a ningún amparo terrenal.

La única tesis es la de la verdad. Aunque cualquier espectador de estas imágenes puede encontrar las implicaciones que siempre están contenidas en la verdad.

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