Cartas al director

Morir en Argentina

La que suscribe, Laura Beatriz Bonaparte Bruschtein, domiciliada en Atoyac, número 26, distrito 10, colonia Cuaulitemoc. México 5 D-F., desea comunicar a la opinión pública española el siguiente testimonio:1. Aída Leonora Brusclitein Bonaparte, nacida el 21 de mayo de 1951 en Buenos Aires (Argentina), de profesión maestra alfabetizadora.

Hecho: A las diez de la mañana del 24 de diciembre de 1975 fue secuestrada por personal del Ejército argentino (Batallón 601) en su puesto de trabajo, en Villa Miseria Monte Chingolo, cercana a la capital federal.

El día precedente ese lugar habí...

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La que suscribe, Laura Beatriz Bonaparte Bruschtein, domiciliada en Atoyac, número 26, distrito 10, colonia Cuaulitemoc. México 5 D-F., desea comunicar a la opinión pública española el siguiente testimonio:1. Aída Leonora Brusclitein Bonaparte, nacida el 21 de mayo de 1951 en Buenos Aires (Argentina), de profesión maestra alfabetizadora.

Hecho: A las diez de la mañana del 24 de diciembre de 1975 fue secuestrada por personal del Ejército argentino (Batallón 601) en su puesto de trabajo, en Villa Miseria Monte Chingolo, cercana a la capital federal.

El día precedente ese lugar había sido escenario de una batalla, que había dejado un saldo de más de cien muertos, incluidas personas del lugar. Mi hija, después de secuestrada, fue llevada a la guarnición militar Batallón 601.

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Allí fue brutalmente torturada, al igual que otras mujeres. Las que sobrevivieron fueron fusiladas esa misma noche de Navidad. Entre ellas estaba mi hija.

La sepultura de los muertos en combate y de los civiles secuestrados, como es el caso de mi hija, demoró alrededor de cinco días. Todos los cuerpos, incluidos el de ella, fueron trasladados con palas mecánicas desde el batallón a la comisaría de Lanús, de allí al cementerio de Avellaneda. donde fueron enierrados en una fosa común.

Supe oficialmente del asesinato de mi hija en el juzgado número 8 de la ciudad de La Plata, el día 8 de enero de 1976. Luego fui derivada a la cornisaría de Lanús, donde después de tres horas de interrogatorio se me dio el lugardonde estalba situada la fosa. De mi hija sólo me ofrecieron ver sus manos cortadas de su cuerpo y puestas en un frasco. que lleva el número 24.Lo que quedaba de su cuerpo no podía, ser entregado, porque era secreto militar. Al día siguiente fui al cementerio de Avellaneda, buscando el tablón número 28. El comisario me había dicho que 'allí encontraría «lo que quedaba,de ella, porque no podían llamarse cuerp os los que le habían sido entregados». La fosa era un espacio de tierra recién removido, de cinco metros por cinco, más o menos, al fondo del cementerio. Yo sé ubicar la fosa. Fue terrible darme cuenta de qué manera habían sido asesinadas y sepultadas más de cien personas, entre las que estaba mi hija.

2. Frente a esta situación infame y de tan indescriptible crueldad, en enero de 1976, yo, domiciliada en la calle de Lavalle, 730, quinto piso distrito nueve, en la capital federal. entablo al Ejército argentino un juicio por asesinato. Lo hago, en el mismo tribunal de La Plata, el número 8, juzgado civil.

Consecuentemente a este recurso legal mío, se sucedieron los siguientes hechos:

3. En marzo de 1976, Adrián Saidón, argentino de veinticuatro años. empleado, prometido de mi hija, fue asesinado en una calle de la ciudad de Buenos Aires por la policía. que avisó a su padre. Su cuerpo no fue restituido a su padre, doctor Abraham Saldón, porque era secreto militar.

4. Santiago Bruschstein, argentino, nacido el 25 de diciembre de 1918. padre de mi hija asesinada, mencionada en primer lugar, de profesión doctor en bioquímica, con laboratorio en la ciudad de Morón.

Hecho: El 11 de junio de 1976, a las doce del mediodía, llegan a su departamento de la calle de Lavalle, 730, quinto.piso, departamento 9. un grupo de militares vestidos de c¡vil. Mi marido, asistido por una enfermera, se encontraba en su lecho casi moribundo, a causa de un infarto, y con un pronóstico de tres meses de vida. Los militares le preguntaron por mí y nuestros hijos, y agregaron que: «Cómo un judío hijo de puta puede atreverse a abrir una causa por asesinato, al Ejército argentino.» Luego le obligaron a levantarse, y golpeándole lo subieron a un automóvil, sin permitirle llevarse sus medicinas.

Testimonios oculares han afirmado que para la detención el Ejército y la policía usaron alrededor de veinte coches. De él no hemos sabido nunca nada más. Por informantes no oficiales, nos hemos enterado que falleció súbitamente en los comienzos de la tortura.

5. Patricia Villa, argentina. nacida en Buenos Aires en 1952, periodista. trabajaba en la agencia Inter Press Service, y es hermana de mi nuera.

Hecho: Lo mismo que su prometido. Eduardo Suárez, también periodista. fueron arrestados en septiembre de 1976 y conducidos presos a Coordinación General, de la policía federal de Buenos Aires. Una semana después del secuestro, se le comunica a su madre, que hizo las gestiones legales pertinentes, que lo lamentaban, que había sido un error. Sus cuerpos no han sido restituidos a sus familiares.

6. Irene Mónica Brusclistein Bonaparte de Ginzberg, de veintidós años, de profesión artista plástica, casada con Mario Ginzberg, maestro mayor de obras, de veinticuatro años.

Hecho: El día 11 de marzo de 1977, a las seis de la mañana, llegaron al departamento donde vivían fuerzas conjuntas del Ejército y la policía, llevándose a la pareja y dejando a sus hijitos: Victoria, de dos años y seis meses, y Hugo Roberto, de un año y seis meses, abandonados en la puerta del edificio. Inmediatamente hemos presentado recurso de habeas corpus, yo, en el consulado de México, y el padre de Mario, mi consuegro, en la capital federal.

He pedido por mi hija Irene y Mario, denunciando esta horrenda secuencia de hechos a: Naciones Unidas, OEA, Amnesty International, Parlamento Europeo, Cruz Roja, etcétera.

No obstante, hasta ahora no he recibido noticias de su lugar de detención. Tengo una firme esperanza de que todavía estén con vida. Como madre, imposibilitada de volver a Argentina, por la situación de persecución familiar que he descrito, y como los recursos legales han sido anulados, pido a-las instituciones y personas que luchan por la defensa de los derechos humanos, a fin de que se inicie el procedimiento necesario para que me restituyan a mi hija Irene y a su marido Mario, y poder así salvaguardar las vidas y libertad de ellos.

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