Tribuna:Una reflexión latioamericana / 4

El poder del Estado

La democracia del futuro no podrá limitarse a la representación delegada, sin duda válida e indispensable; deberá extenderse a y ejercerse en los, lugares mismos del trabajo de cada uno, dentro de normas de autogestión y descentralización crecientes y con medios de organización, defensa y publicidad propios.Sin embargo, esta sociedad humana que avizoro hoy, la deseo para nosotros, aquí, en la América Latina, y como latinoamericano no puedo hacer caso omiso del problema del poder del Estado. Un alud de circunstancias han impedido que los países de la América española, francesa y p...

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La democracia del futuro no podrá limitarse a la representación delegada, sin duda válida e indispensable; deberá extenderse a y ejercerse en los, lugares mismos del trabajo de cada uno, dentro de normas de autogestión y descentralización crecientes y con medios de organización, defensa y publicidad propios.Sin embargo, esta sociedad humana que avizoro hoy, la deseo para nosotros, aquí, en la América Latina, y como latinoamericano no puedo hacer caso omiso del problema del poder del Estado. Un alud de circunstancias han impedido que los países de la América española, francesa y portuguesa, adquieran el rango pleno de la nación-Estado alcanzado, digamos, por Francia o Inglaterra. En camibio, ese estadio comienza a ser superado globalmente por imperativos económicos, políticos y tecnológicos que convenimos en llamar el estadio de la interdependencia. Mi pregunta es ésta: ¿Puede haber interdependencia entre fuertes y débiles, entre lobos y corderos?

Un Estado nacional

Sólo concibo un verdadero orden de interdependencia: el de la interdependencia entre independientes. De allí el carácter indis pensable, en sociedades como las nuestras, de un Estado nacional viable que represente al centro autónomo de decisiones -vale decir, de resistencia-, sin el cual seríamos presas aún más fáciles e inmediatas de los oligopolios transnacionales que primero dictaron la ley de lajungla económica, enseguida prosperaron con ella, y al cabo desataron la crisis, que es su pecado exportable a la periferia dependiente, pero que será tam bién la penitencia de su Misma culpa.

Luchamos por un nuevo orden económico internacional y pocos estadistas, como los venezolanos y mexicanos, han sabido encauzar ese esfuerzo con mayor energía y reflexión. Pero debemos crear también, dentro de cada uno de nuestros países, el orden dejusticia que reclamamos internacionalmente.

Todo lo dicho nos propone un desafío que no quiero soslayar: el de la coexistencia, en la América latina, de Estados nacionales viables con la suma de poderes sociáles que, limitando democráticamente al Estado en lo interno, en realidad lo fortalecen en lo externo. No hay Estado más débil que el que carece de ciudadanos libres.

Botas y cerrojos

Semejante armonía, resulta difícil de concebir en un continente mayoritariamente aplastado por botas y cerrojos. No obstante, el desafío persiste y no se evap orará, a menos que nos resignemos a morir ahogados por la marea ascendente de los fascismos criollos.

Hablo como escritor, no como político. Me preocupa.la sociedad en la que escribo y en la que vivirán mis hijos. No convoco uña ilusión, sino apenas una esperanza concreta: que la América latina sea la portadora de un futuro social humano en el que los Estados nacionales acaben de integrarse gracias a la fuerza de los poderes sociales, y que éstos puedan desarrollarse respetados por Estados nacionales que sirvan de escudo a nuestro desarrollo independiente. Tales serían las características de un latinosocialismo. La alternativa es la postración y, acaso, la agonía.

Creo que los escritores no podemos ser ajenos a estas preocupaciones. En realidad, ellas se encuentran íntimamente ligadas a nuestro quehacer y se le asemejan. Igual que la obra literaria, el desarrollo social no se gana ni en la resignación embrutecedora, ni en el apocalipsis instantáneo. Son resultado de la paciencia, el trabajo, la conquista diaria de hechos y derechos.

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