Dylan para la generación Z
‘A Complete Unknown’ es una película tan tramposa como irresistible, que posiblemente amplíe la comprensión del arte agreste de Bob Dylan entre públicos frescos.
No hay un solista vivo de música popular con una bibliografía tan extensa como la de Bob Dylan, un catálogo especialmente nutrido respecto a la saga de su conquista de Nueva York y los años previos, escritos cuando abundaban los testigos de lengua suelta y el personaje todavía no estaba canonizado. ¿Pueden imaginar la inocencia de aquellos tiempos? Hacia 1969, un músico-periodista, Toby Thompson, viajó al pueblo de origen de Dylan, donde habló con su familia y, eh, intimó con su primera novia; el librito resultante, ...
No hay un solista vivo de música popular con una bibliografía tan extensa como la de Bob Dylan, un catálogo especialmente nutrido respecto a la saga de su conquista de Nueva York y los años previos, escritos cuando abundaban los testigos de lengua suelta y el personaje todavía no estaba canonizado. ¿Pueden imaginar la inocencia de aquellos tiempos? Hacia 1969, un músico-periodista, Toby Thompson, viajó al pueblo de origen de Dylan, donde habló con su familia y, eh, intimó con su primera novia; el librito resultante, Positively Main Street, no tenía maldad pero causó consternación al investigado.
Los responsables —productor, director, guionista— de A Complete Unknown optaron por otro tomo, Dylan Goes Electric!, de Elijah Wald. Para, a continuación, traicionarlo. Evitemos caer en la pedantería: nos ahorraremos la nómina de anacronismos, fantasías, metamorfosis y otras imposiciones de la Ley del Biopic. Se deslizan detalles grotescos: Albert Grossman, manager del artista, es caricaturizado como un payasete, descripción infeliz para alguien que dominaba comercialmente aquel negocio. Y que se llevaba el 50 por ciento de los derechos editoriales, el 20 por ciento de los conciertos y el 5 por ciento de los royalties discográficos de Dylan.
Ofrece A Complete Unknown una visión candorosa del mundillo del Greenwich Village neoyorquino. Nadie se inventa su biografía, nadie tiene problemas de dinero, nadie toma drogas, nadie compite con nadie. Convendría conjugar esta película con A propósito de Llewyn Davis, comedia negra de los hermanos Cohen donde encontrarán a varios de los folkies aquí retratados. Uno sospecha que el realizador de A Complete Unknown, James Mangold, traía escenas preconcebidas, como el alboroto callejero de las fans que aparecen de la nada, a lo ¡Qué noche la de aquel día! Por cierto: no se enfatiza la irrupción de los Beatles, verdadera bomba sobre las mentes de los más jóvenes del contingente folk. Dylan, siempre rápido, extrajo la lección y recuperó su aparcada atracción por los instrumentos eléctricos del rock.
Gran parte de A Complete Unknown explora el triángulo amoroso del protagonista con Joan Baez y Suze Rotolo, la chica que ilumina la portada de The freewheelin’ Bob Dylan. Atención: la Rotolo cinematográfica se llama Sylvie Russo, supuestamente por petición del antiguo novio, aunque suena más probable que se trate de una medida de precaución legal, dadas las libertades que se toman con su figura.
Aparte de esas trampas, A Complete Unknown es una película muy disfrutable, rebosante de música y con detalles plausibles, como el uso de composiciones de Moondog, músico callejero que entonces formaba parte del paisaje de Manhattan. Timothée Chalamet canta convincentemente las canciones folclóricas y las clásicas del primer Dylan; podría quedar bien colocado en un concurso de imitadores del Bardo de Minnesota. La médula de la cinta está en su interacción con Edward Norton, que encarna a Pete Seeger. Este Seeger es un santo: buen padre de familia, protector de sus jóvenes colegas, comprometido con el concepto evangelizador del Newport Folk Festival. Por eso chirría su furor ante el Dylan eléctrico, cuando aquellos días ya habían actuado grupos con amplificadores.
Ah, debería corregir el título. Los boomers podrían acudir a ver A Complete Unknown en compañía de hijos o nietos. Y tal vez alguno se preguntará quién demonios era ese tal Woody Guthrie.