El mejor cine para San Sebastián resuena en castellano: ‘Los domingos’, ‘Historias del buen valle’ y el cine argentino lideran las quinielas
La sección oficial a concurso se ha desarrollado en dos niveles. Por un lado, los estupendos títulos españoles y latinoamericanos; por otro, la grisura del resto de competidores
Al acabar la sección oficial, en concreto los títulos a concurso por la Concha de oro, un cinéfilo sin parámetros y sin referencias pensaría que el cine español y el latinoamericano no tienen rival en la cinematografía mundial. Porque el repaso de los 17 títulos que hoy pueden obtener el máximo galardón de la 73ª edición del Zinemaldia apoya esa sensación. Esos filmes son los que han sostenido una extraña competición, que ha tenido dos niveles. La ...
Al acabar la sección oficial, en concreto los títulos a concurso por la Concha de oro, un cinéfilo sin parámetros y sin referencias pensaría que el cine español y el latinoamericano no tienen rival en la cinematografía mundial. Porque el repaso de los 17 títulos que hoy pueden obtener el máximo galardón de la 73ª edición del Zinemaldia apoya esa sensación. Esos filmes son los que han sostenido una extraña competición, que ha tenido dos niveles. La otra conclusión, espejismo obviamente provocado por las proyecciones del festival, es que Netflix y Movistar+ dominan el cotarro del cine.
Si el jurado que preside Juan Antonio Bayona ha ido debatiendo y eliminando en su día a día los títulos que visionaban, al final de sus ocho días de trabajo habrán llegado a un listado muy claro, conformado por los cuatro títulos españoles y dos de los tres argentinos. Es lo que había, es lo que hay.
Si el año pasado ganó Tardes de soledad, de Albert Serra, que logró la cuadratura del círculo, es decir, nunca aclarar si su documental estaba a favor o en contra de la tauromaquia, la película más cercana a ese espíritu este año es Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa, porque ambos filmes interpelan al espectador y le empujan a que sea él quien decida: en tiempos de griterío, de opiniones enconadas, de un mundo que aplaude el “porque yo lo digo”, que la audiencia pueda debatir al salir de una sala es reconfortante, aplaudible y subrayable. Los encuadres y el tono nórdico de Ruiz de Azúa va de la mano de su cariño y comprensión por todos y cada uno de sus personajes. Ahora bien, sería la tercera Concha de oro consecutiva para España. Un jurado no atiende a precedentes, porque cada año cambia de miembros, pero proyecta un aire demasiado localista para un gran festival de clase A. Por otro lado, lo que hay es lo que hay.
Y en ese lo que hay asoma Historias del buen valle, que provocó un grito de amor entre la prensa: “¡Ha vuelto Guerin, ha vuelto el mejor Guerin!“. Su capacidad para aprehender la vida, y convertirla en gran cine es prodigiosa. Puede que el catalán pensara en Satyajit Ray como referente de ese retrato de una comunidad feliz de serlo, en constante evolución porque abraza a quien se incorpora al barrio, pero en peligro por nacionalismos excluyentes e infraestructuras suprahumanas. Y, sin embargo, es Renoir en su dibujo, es John Ford en su espíritu. El barrio barcelonés de Vallbona queda, pues, retratado como isla de humanidad ante la frialdad quirúrgica que le asedia.
Alberto Rodríguez ya no tiene más que demostrar. Y por eso sigue erre que erre haciendo buenas películas. Les pone un envoltorio, en Los Tigres el del thriller, pero lo suyo es otra cosa: el drama sufrido sin alharacas, la precisa dirección de actores (enorme Antonio de la Torre, como un buzo que toma siempre la decisión equivocada), la amalgama de los guiones de Rafael Cobos con una fotografía que esta vez nace de la precisión de Pau Esteve Birba.
Los cuartos son los Moriarti y su Maspalomas. Tres directores y dos productores. Hasta ahora, como siempre dirigían dos de los realizadores, ponían sus nombres como responsables. En Maspalomas dirigen Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi, pero, por primera vez, el colectivo lidera los títulos de crédito: un filme de los Moriarti, se lee en pantalla. El año pasado estrenaron Marco, un trabajo más rotundo, más cerrado a un público determinado. Ahora retoman a su tono más popular. Empiezan fuerte, con 15 minutos radicales que provocarán algún encogimiento en el patio de butacas: la carne cruda en 2025 es lo que tiene. Luego van a lo que dominan, y lo hacen con fluidez y claridad.
Y luego llega el cine argentino que su presidente, Javier Milei, no querría que viésemos. Dolores Fonzi entiende que en su país, y en este momento, le han eliminado el espacio para el diálogo. Solo le han dejado la confrontación, y si Los domingos abre ventanas, Belén cierra escotillas y se lanza como un torpedo al corazón de la audiencia. Es cine militante, buen cine militante, que desgrana la injusticia vivida por una mujer en la provincia de Tucumán que acabó en la cárcel por un aborto espontáneo. En cuanto a Las corrientes, Milagros Mumenthaler defiende otro derecho: el de equivocarse y cambiar de rumbo vital. ¿Por qué no romper con todo? Y sobre todo, ¿por qué querer romper con todo? Visualmente fastuosa, con encuadres hitchcockianos, Las corrientes navega gozosa desasosegando al patio de butacas.
La grisura restante
El resto, ay. La armada francesa se hundió al cruzar la frontera. Mucho nombre (Claire Denis, Arnaud Desplechin, Alice Winocour), poco cine. Cada uno por distintas razones, esos se quedan en apuntes de algo que pudo ser mejor. El belga Joachim Lafosse, lástima, se ha quedado en pura liviandad argumental y emocional en Seis días de primavera. La eslovena Ungrateful Beings y la china Jianyu kaide mama ni molestan ni dejan huella. La japonesa SAI es una miniserie remontada para cine, y para ese viaje... Las dos aportaciones de Netflix son las peores obras de sus directores: el uruguayo Daniel Hendler (27 noches), que en el pasado Venecia estrenó Un cabo suelto, su otro trabajo como realizador en 2025, muy superior a la película que inauguró este festival de San Sebastián, y el alemán Edward Berger, que del Vaticano de Cónclave ha viajado al Macao de Maldita suerte. Parafraseando a Conrad, “el horror, el horror”, aplicable tanto al comportamiento de su protagonista, Colin Farrell, como para la película, Maldita suerte (la del público).
¿Qué queda por analizar? Los dos telefilmes de cartón piedra. La polaca Agnieszka Holland venía de asombrar con la vitalidad de Green Border. Se acabó: Franz, su biopic de Kafka, es inane. Y Núremberg, que recrea la relación de Hermann Göring, el número dos del Tercer Reich y por ello el nazi de más alta graduación que detuvieron los aliados, con su psiquiatra estadounidense, que le analizó antes de los juicios celebrados en la ciudad alemana al final de la Segunda Guerra Mundial, suena mucho más atractiva en esta frase que lo que resulta en cualquiera de sus planos.
Así pues, como a esos nazis, la cinefilia solo espera que Bayona y los otros integrantes de su tribunal hayan juzgado con criterio. Porque la Concha de oro quedará inscrita para la historia del certamen junto a La voz de Hind, la película que realmente ha sobrecogido a Donostia, la ciudad que estos días sufre y se solidariza con Palestina.