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Cristina Rivera Garza, escritora: “Contar una historia también es una forma de denuncia”

La autora mexicana presenta en Madrid la adaptación teatral de su novela ‘El invencible verano de Liliana’, ganadora del Pulitzer, donde reconstruye la vida de su hermana asesinada y retrata la violencia que viven miles de mujeres en México

La escritora Cristina Rivera Garza (Matamoros, Tamaulipas, 61 años) tardó tres décadas en reconstruir la historia de su hermana pequeña. Libro a libro, cada novela, cada ensayo y cada poema la llevaron hasta allí: hasta...

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La escritora Cristina Rivera Garza (Matamoros, Tamaulipas, 61 años) tardó tres décadas en reconstruir la historia de su hermana pequeña. Libro a libro, cada novela, cada ensayo y cada poema la llevaron hasta allí: hasta Liliana, asesinada en 1990, a los 20 años, por su exnovio. El resultado fue El invencible verano de Liliana (Random House), un libro estremecedor que le valió el Pulitzer en 2024 y que se estrena este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, como un monólogo teatral en el Centro Cultural Conde Duque, en Madrid. La obra es interpretada por la actriz Cecilia Suárez, la adaptación del texto es obra de Amaranta Osorio y la dirección es de Juan Carlos Fisher.

Rivera Garza llega puntual a la cita en la Casa de México en España. Es un día frío y gris de noviembre, y arrastra un poco de jet lag —acaba de aterrizar en Madrid procedente de Estados Unidos, donde vive—. Se sienta con calma, se quita el abrigo y comienza a hablar. Lleva unas pequeñas gafas doradas que contrastan con su larga melena gris, unas gafas que recuerdan a las que lucía su hermana en las fotografías que se conocen de ella. “No quiero que la gente conozca a Liliana como una víctima, sino como una chica agradable, inteligente y chistosa”, señala, y recalca la importancia de construir una memoria colectiva que honre ese recuerdo y el de miles de asesinadas más.

Acostumbrada a cruzar fronteras literarias y geográficas, la escritora mexicana es una mujer libre que se mueve entre la narrativa, la investigación histórica, la poesía, la teoría crítica y el ensayo, pero siempre con historias cargadas de sensibilidad, que hablan de algo más: porque lo personal es político y s cada día, según las estadísticas oficiales. Ese bagaje la ha convertido en una de las autoras latinoamericanas más reconocidas en la actualidad.

Pregunta. ¿Cuándo sintió que estaba lista para escribir la historia de su hermana Liliana?

Respuesta. Realmente, una nunca está lista para escribir. Muchas veces la escritura se impone en el proceso. Pero creo que no estuve lista hasta que no estuvimos listos como sociedad para contar esta historia de otra manera.

P. ¿De qué manera?

R. Una que cuestione las narrativas hegemónicas patriarcales y que dé paso a las perspectivas de las mujeres y sus comunidades. La escritura, con su gran capacidad crítica, puede romper ese relato que hay en la sociedad. Yo no quería quedarme en el asesinato y en el crimen. Me importaba mucho que los lectores pudieran experimentar lo que yo experimenté cuando abrí las cajas de mi hermana y sentí que estaba ahí. Traté de honrar lo máximo posible lo que ella me había dejado y dejé de ver a las víctimas como algo inerte. Hace poco, la escritora irlandesa, Roisin O’Donnell, me decía que la mejor manera de referirnos a mujeres como Liliana no debe ser el de “víctimas”, sino el de “blancos de violencia”.

P. ¿Descubrió algo de su hermana que no conocía?

R. Muchísimas cosas. El sentido del humor de Liliana, su sarcasmo, al que todo el mundo después hizo alusión. Yo sabía que Liliana era agradable, chistosa, pero el grado de su manejo de la ironía, parece ser que era legendario. También sabía que escribía, pero no sabía hasta qué grado. Por eso digo en el libro que en esa época, ella era la verdadera escritora de la familia.

P. ¿Qué supuso para usted bucear 30 años después en las cajas que guardaban los papeles de Liliana?

R. Como siempre ocurre con los archivos, uno no sabe lo que está buscando hasta que lo encuentra. Al principio quería saber nombres, números de teléfono para reabrir la investigación y lo que el archivo me regaló fue una cosa completamente distinta y avasalladora. Las cartas de Liliana, sus notas, sus apuntes, el tipo de cosas que ahora uno deja en Instagram o en TikTok, estaban ahí reunidos. Pedacitos de una vida que me tocaba remover y que saltaban hacia mí.

P. Habla mucho del duelo en su obra, ¿cómo se combina un dolor tan grande con la necesidad de escribir esta historia?

R. En casos de violencia como estos, los duelos suelen ser muy callados, a la fuerza. Están signados por la culpa y la vergüenza. Eso se transformó radicalmente con la publicación del libro y tuvo que ver con extender el duelo a otros y abrazarlos a través del lenguaje del dolor. Por desgracia, o por fortuna, la violencia machista es una tragedia que nos toca a muchas personas. Contar una historia también es una forma de denuncia.

P. Su libro ha creado comunidad en muchos países, ¿con qué se queda de todo esto?

R. He tenido conversaciones muy significativas, muy íntimas, con lectoras y lectores, gente muy joven, para quienes la historia de Liliana o el conocer a Liliana, como ellos dicen, ha sido un punto de inflexión. Se han dado cuenta de cosas que están frente a nuestros ojos y que incluso ahora, son difíciles de nombrar, como los celos, la manipulación o los chantajes.

P. ¿Cómo fue hablar con los amigos de su hermana después de tantos años?

R. ¡Uf! Me impresionó su generosidad y cómo abrieron su memoria. La conversación se había quedado estancada durante 30 años y, para todos, fue la primera oportunidad de pensar en conjunto y de conversar sobre un hecho que marcó nuestras vidas para siempre.

P. ¿Cree que esa también es una una forma de hacer justicia?

R. Definitivamente. La memoria colectiva a favor de las víctimas también es justicia. Al inicio pensaba que la justicia era penal, punitiva, incluso. Pero me he dado cuenta de que hay otras formas de hacer justicia. Aunque no se ha conseguido la justicia legal, ha sido muy importante para la memoria de Liliana y de otras mujeres que hemos perdido a causa de la violencia machista recordarlas de esta manera. Es un factor clave sobre el tipo de mundo que estamos construyendo. Que Liliana y que el libro sobre Liliana sean parte de la lucha para erradicar la violencia de género y los feminicidios me conmueve muchísimo.

P. ¿Qué puede aportar el teatro a un libro como este?

R. Yo lo veo como una especie de traducción. El lenguaje en el teatro es otro. Ver la escena, la gente, las luces, la respiración, las miradas, implica una experiencia, un desgaste que no tiene el lector del libro. Ayer fue mi primer contacto con la obra en escena y había un silencio empapado de presencia. Había una conexión muy fuerte del público con Cecilia [Suárez] que me emocionó.

P. Usted menciona que la falta de lenguaje nos condena, que lo que no se nombra no existe. ¿Qué se puede hacer cuando faltan las palabras?

R. Hay un montón de cosas que podemos hacer, entre otras, hablar más y no repetir que estos crímenes son crímenes pasionales. La violencia de género parte de la desigualdad y tiene una raíz estructural. Verlo desde la perspectiva de las mujeres demuestra que es un crimen que va creciendo, a partir de la acumulación de hechos infames, hasta que es demasiado tarde.

También hay que llamar la atención sobre la participación del Estado en garantizar la seguridad de todos sus ciudadanos y la urgencia de disminuir los porcentajes de impunidad que, en México, en el caso de los feminicidios, son del 95%.

Y por último, es importante tener autocrítica como sociedad. Durante demasiado tiempo hemos demostrado una gran tolerancia ante el sufrimiento de las mujeres.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico016-online@igualdad.gob.esy por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.

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