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Cincuenta años de The Runaways: “Enamorarse, emborracharse, ir pasadas de drogas y odiar a alguien”

La banda liderada por Joan Jett fue una de las más rompedoras del rock, formada por chicas en un mundo tremendamente masculinizado: vivió una corta carrera de mucha luz y muchas sombras

Cantaba Brassens: “No, a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe”. Y es verdad. Cuando a principios de los años setenta Joan Jett quiso montar una banda de rock de chicas adolescentes, muchos pensaron que era una locura de cría. Pero Jett había visto cómo se las gastaba Suzi Quatro y no cejó en su empeño. Lo consiguió, y estos días se cumple medio siglo de la epopeya, luminosa y, a la vez, tenebrosa como pocas.

En agosto de 1975 Jett fundó The Runaways, ...

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Cantaba Brassens: “No, a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe”. Y es verdad. Cuando a principios de los años setenta Joan Jett quiso montar una banda de rock de chicas adolescentes, muchos pensaron que era una locura de cría. Pero Jett había visto cómo se las gastaba Suzi Quatro y no cejó en su empeño. Lo consiguió, y estos días se cumple medio siglo de la epopeya, luminosa y, a la vez, tenebrosa como pocas.

En agosto de 1975 Jett fundó The Runaways, una de las bandas más rompedoras del rock’n’roll. Fueron chicas de solo 15 y 16 años que en temas como Cherry Bomb, You Drive Me Wild o Thunder cantaban sobre “lo que nos pasa, enamorarse, emborracharse, ir pasadas de drogas, odiar a alguien”, explicó en una entrevista en 1978. Eran unas adolescentes que, tocando con una furia inédita, se metieron de cabeza y sin red en el ecosistema rock estadounidense, uno de los sectores más masculinizados y sexistas entonces, con permiso de la policía, el sistema penitenciario y el ejército.

El primer concierto de Jett (guitarra), Sandy West (batería) y Micki Steele (bajista y voz, después en The Bangles) fue el 12 de septiembre de 1975 en el comedor de la casa de Phast Phreddie Patterson, fundador del fanzine californiano Back Door Man. Dos semanas después tocaron en el Whisky a Go-Go, y al poco se unieron a ellas Lita Ford (guitarrista), Cherie Currie (voz) y Jackie Fox Fuchs, sustituyendo a Steele.

Duraron menos de cuatro años, algunas de sus componentes vivieron experiencias trágicas, pero la larga sombra de su influencia está en el punk, en el movimiento Riotgrrrls o en grupos de ahora mismo como Hinds o Shego. También en la vida de multitud de chicas anónimas que, escuchándolas, viéndolas actuar o mirando sus fotos, entienden que ellas también son libres de hacer lo que se les antoje.

“Representamos la idea de que puedes mandar a los demás a tomar viento y determinar tu propio destino”, explica Jackie Fox Fuchs por correo electrónico. “Ahora nos ven como chicas rebeldes a las que no les importaba lo que pensara el mundo”, añade.

Con sus malas y buenas artes ayudó a formar el grupo y fue su representante Kim Fowley, music man de éxito en los sesenta y setenta, luego acusado de haberlas engañado con el dinero, maltratado y abusado sexualmente. “Obviamente, el peor momento (en el grupo) fue cuando nuestro manager me violó y luego la banda actuó como si nada hubiera pasado. Todas llevamos y seguimos llevando, creo, el trauma que nos causó ese acto”, dice Fuchs, que hizo pública la agresión en The Huffington Post hace 10 años.

El atroz comportamiento de Fowley parece que entonces era un secreto a voces al que se le quitaba importancia. En 1977 lo describían así en una publicación llamada Rocky Mountain Musical Express: “Innumerables personas del mundo de la música han llamado a Kim Fowley de todo, desde ‘Pequeño proxeneta rancio’ hasta ‘Estafador cutre que saca a grupos de mierda de los retretes de la música pop’. Afortunadamente para Fowley, él posee la única munición que podría contrarrestar sus ataques de insultos: cincuenta discos de oro”.

Entre Iggy Pop y Bardot

En los muy salvajes años setenta, una banda con el arrojo, la fiereza y la presencia de The Runaways fue tan incomprendida como revolucionaria. En la revista Crawdaddy de 1976, Charles M. Young escribió al verlas en directo: “Me invadió un impulso de masturbarme contra el escenario, que un roadie despiadado me rompa los dientes, abrirme paso a zarpazos entre mil adolescentes dementes que vomitan vino barato y están fuera de sí, solo para poder tocar las botas de plataforma de estas chicas de 16 años. Lanzan un desafío sexual directo, casi demasiado amenazador, como los Stones o Alice Cooper en sus inicios. Nada de ‘cómo has podido dejarme, mi vida se ha convertido en una mierda’; nada de ‘Soy una chica cosmo y, si me pinto los pezones de rosa, quizá el jefe se deje engañar y se case con una ratita como yo”.

Tocando como si no hubiera mañana, vestidas con pantalones estrechísimos de cuero o lamé —o corsé en el caso de Currie, a la que alguien catalogó como “la hija perdida de Iggy Pop y Brigitte Bardot”—, se patearon bares de mala muerte, clubs medianeros y estadios enormes. También backstages, bares de madrugada, redacciones de revistas musicales y oficinas de sellos discográficos. Y se las quisieron comer crudas.

Sin pedir permiso, sin pedir perdón, su mera existencia fue un shock cultural. “El rock’n’roll es sobre todo, una cosa sexual, y se consideraba que las chicas no debían tocar la guitarra o la batería por eso. En Estados Unidos es incómodo hablar de sexo en general, pero más aún sobre el sexo de la mujer, y mucho más sobre el de una adolescente”, reflexionó Jett en un diálogo organizado por The New York Times en 2018.

También fueron incomprendidas musicalmente hablando. “La gente no sabía qué pensar de The Runaways. Nos etiquetaban como adolescentes provocativas o punk rock. A mí no me importaban las etiquetas. Yo solo quería darle a la guitarra”, explicó Lita Ford a la revista Guitar World este mismo verano. “Éramos muy buenas como banda, y eso es lo que normalmente se pierde en la conversación sobre The Runaways”, reflexionó Jett en el diálogo de 2018.

Tocaron con The Ramones, con Blondie, pero también con Cheap Trick o Van Halen. “Se las despreció bastante entonces. Las acusaban de ser un producto prefabricado, y se ensañaron bastante con ellas”, explica Anabel Vélez, autora de Rockeras de la A a la Z (Redbook, 2023).

Otros las apoyaron desde el principio, como Lemmy Kilmister y sus Mötorhead, para los que actuaron de teloneras en el Roundhouse de Londres en 1976. Porque fuera de su país tuvieron mejor recepción. En lugares como el mismo Reino Unido, Canadá, Alemania, Australia, y sobre todo en Japón, donde fueron consideradas la cuarta banda más grande del mundo, por detrás de Led Zeppelin, Abba y Kiss. Allí grabaron un disco en directo (Live in Japan, 1977) y miles de chicos y chicas adolescentes llenaron la decena de conciertos que dieron por el país. “Fue increíble, fue como sufrir beatlemanía. No nos lo podíamos creer”, detalló Jett en el Tom Snyder Tomorrow Show en 1978.

Kim Fowley sujeta a la cantante de The Runaways, Cherie Currie, en una foto de los años setenta.Foto: Getty | Vídeo: The Runaways

Antes habían grabado The Runaways (1976) y Queen of Noise (1977). En el que sería su tercer LP de ese mismo año, Waitin’ for The Night, ya cantaba Jett: Currie había abandonado la banda agotada, adicta a la cocaína y a los quaaludes, y poco después Fuchs también lo dejó. En 1978 publicaron And Now… The Runaways, y el año siguiente se separaron. Fuchs confiesa que hay cosas de los años setenta que echa de menos: “Teníamos una sensación de libertad y de vivir el momento. No había teléfonos móviles ni internet. No había exigencias constantes que reclamaran nuestra atención. Podíamos simplemente salir con ropa extravagante y conocer a todo tipo de gente”.

Con el tiempo, la banda fue adquiriendo categoría de leyenda. “En parte se debe a la desaparición de los prejuicios culturales contra la contribución de las mujeres”, reflexiona Fuchs. “Sí, hay cierto fandom, la película ayudó —The Runaways (2010), dirigida por Floria Sigismondi, con Kristen Stewart y Dakota Fanning como Joan Jett y Cherie Currie, respectivamente—, y se está haciendo un trabajo importante de recuperación de figuras olvidadas”, subraya Vélez.

Michael Jackson, Steven Tyler (cantante de Aerosmith) y Cherie Currie (de las Runaways) en una de las muchas fiestas de Studio 54 a finales de los 70.Foto: Getty | Vídeo: eOne Films Canada

Cuando la banda se separó, Fuchs se hizo abogada (estudió Derecho en Harvard y tuvo como compañero a Barack Obama); West, que falleció de cáncer en 2006, sacó un disco en solitario, grabó algunas sesiones con John Entwistle, bajista de The Who y fue profesora de batería; Ford sigue grabando y actuando (este verano tocó en Bilbao); Jett fundó Blackheart Records y sigue al frente de su banda The Blackhearts desde hace décadas, y Currie, que también sigue tocando de vez en cuando, se convirtió en escritora, pintora, entrenadora física y tiene diversos premios como talladora de madera con motosierra.

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