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Serrat, sobre Fontanarrosa: “En su mundo y en su ámbito, era un cuentista extraordinario”

Con más ternura que nostalgia, el cantante catalán recuerda a su amigo, el escritor y humorista gráfico argentino: “No tenía ínfulas, ni las necesitaba para vivir”

Se le atribuye al Negro Roberto Fontanarrosa (1944-2007), historietista y escritor argentino, una frase en homenaje a Diego Armando Maradona tan pegadiza como esperpéntica: “No importa lo que hiciste con tu vida, importa lo que hiciste con la nuestra”. Según la periodista y escritora Leila Guerriero, es un mensaje de vampiros. Lo bueno, traducido en alegría y esperanza en un campo de fútbol, me lo quedé para mí; el resto, drogas, obse...

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Se le atribuye al Negro Roberto Fontanarrosa (1944-2007), historietista y escritor argentino, una frase en homenaje a Diego Armando Maradona tan pegadiza como esperpéntica: “No importa lo que hiciste con tu vida, importa lo que hiciste con la nuestra”. Según la periodista y escritora Leila Guerriero, es un mensaje de vampiros. Lo bueno, traducido en alegría y esperanza en un campo de fútbol, me lo quedé para mí; el resto, drogas, obsesiones, traiciones, todo tuyo. La frase, sin embargo, no representa a Fontanarrosa. Hay, en cambio, otra idea menos pomposa, esencialmente más simple, que sí lo hace: “A mi hijo solo le deseo que los amigos sonrían cuando lo ven llegar”. Y es ese concepto —el de la amistad auténtica y desinteresada— el que lleva a Joan Manuel Serrat a charlar con EL PAÍS en la previa del homenaje al Negro Fontanarrosa, organizado este lunes por Casa América Catalunya en el marco de la Semana del Humor Latinoamericano.

“El mejor ejemplo de la amistad pasa por acompañarse en un mundo de compañeros”, subraya Serrat. Él y Joaquín Sabina le habían encargado a Fontanarrosa el logotipo de Dos pájaros de un tiro, la gira mundial de los dos cantantes españoles. “El Negro ya estaba muy enfermo y no podía dibujar. Entonces llamó a su amigo Crist, también dibujante. Y ahí quiero detenerme: eran tan amigos que, cuando el Negro ya no podía dibujar, Crist, que podía imitarlo, se encargaba de hacer los dibujos. Esa es la amistad: llegar hasta donde el otro no puede. Fue un hombre generoso; aceptaba el afecto de todos sin discutirlo”.

Fontanarrosa nació en Rosario, para algunos el epicentro de la Argentina, no porque mande política o económicamente, sino porque allí se crían los rosarinos. Según Jorge Valdano, “la forma exagerada de ser argentino”. La ironía de Valdano no define a Fontanarrosa, pero, de alguna manera, lo representa. De publicista a historietista, tan buen guionista como mejor escritor —pionero en los cuentos de fútbol—, el Negro era, sobre todas las cosas, hincha de Rosario Central. Y ya se sabe que el fútbol manda en Argentina, también en la cabeza de un genio como el Negro Fontanarrosa.

Fue el mundo de la historieta, con su memorable Inodoro Pereyra en la contratapa del Diario Clarín, lo que hizo famoso a Fontanarrosa en Argentina. La literatura le dio un reconocimiento más global. Un reconocimiento, en cualquier caso, nunca total a quienes escriben de fútbol. Si no, que le pregunten a Eduardo Galeano, más recordado por libros como Las venas abiertas de América Latina o Memoria del fuego, que por El fútbol a sol y sombra. “En su mundo y en su ámbito, era un cuentista extraordinario. No tenía ínfulas, tampoco las necesitaba para vivir. El Negro conocía muy bien a los hinchas”, desarrolla Serrat sobre la literatura de Fontanarrosa.

Fue precisamente gracias a un partido de fútbol que Serrat conoció a Fontanarrosa. Y no era el día más alegre para Argentina, evidentemente tampoco para el Negro: la Albiceleste acababa de perder 0-1 contra Bélgica en el partido inaugural del Mundial de 1982, en el Camp Nou. “Era un día infausto para la selección argentina. Quedamos con Menotti [César Luis, seleccionador de Argentina] y terminamos en un bar, una especie de boliche muy frecuentado por argentinos. Ahí, cuando él estaba colgado en un extremo de la barra, serio y triste como todos, comenzó nuestra amistad, que duró hasta el final de sus días”, recuerda Serrat. Un lazo que los llevó de Barcelona a Buenos Aires, con una parada obligada en la Mesa de los Galanes.

Y Serrat, que nunca se sintió extranjero en ningún lugar, menos iba a sentirse así en esa particular mesa, con sus particulares costumbres. “Participé en la Mesa de los Galanes. Me senté y fui aceptado como uno más”, explica el cantante catalán. El bar se llama El Cairo y está ubicado en una coqueta esquina de Rosario. Pero eso es lo de menos. Lo importante es la tradición: desde mediados de 1960, un grupo de amigos se reúne todas las tardes en la misma mesa, del mismo bar. ¿El fin? Charlar de política y de fútbol. ¿El verdadero fin? La amistad.

Hoy, más de 60 años después, la mesa parece detenida en el tiempo: siempre en el centro del salón, siempre con el mismo atuendo, mientras el resto del local se actualiza con los tiempos. El ritual lo lideraba Fontanarrosa con sus amigos de toda la vida y, cuando la ocasión lo ameritaba, algún invitado de lujo, como el cantante Fito Páez, el escritor Quino (creador de Mafalda) o un catalán adorado en Argentina como Serrat. “Los galanes no pasaban un examen como los escuderos del siglo XVII o XVIII; cada uno era distinto. No tengo ni idea si esa bohemia está muerta ni tampoco dónde se esconde. Lo único que sé es que muchos de mis amigos ya no están”.

La nostalgia no se apodera de Serrat, al contrario. “Pienso en el pasado con ternura y gratitud, con la tranquilidad de que es irrepetible. El pasado y yo vamos por caminos distintos: él está en un lado; yo, en otro. Él se va quedando cada vez mejor y yo voy acumulando déficits”. Entre sus déficits no está la falta de memoria. Y allí estuvo, una vez más —como el año pasado en Rosario, esta vez en Barcelona—, para hablar de su amigo. Lo hacía sonriendo. ¿Qué mejor homenaje?

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