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El misterio de cómo se tomó la fotografía del miliciano de Robert Capa continúa noventa años después

El Círculo de Bellas Artes reúne la mayor retrospectiva en España del fotógrafo, 250 piezas, entre imágenes, publicaciones y objetos, sobre la guerra y sobre la vida en color de la paz

Robert Capa (1913-1954) es el gran mito del fotoperiodismo de guerra. Fotografió la Guerra Civil, la II Guerra Mundial, la guerra chino-japonesa o la guerra de Indochina, donde perdió la vida. Siempre buscaba cumplir su máxima: “Si una foto no es suficientemente buena es porque no estabas lo suficientemente cerca”. También forjó su leyenda gracias a su personalidad: don de gentes, humor irónico, vividor, bebedor, siempre con un cigarrillo en la mano o en la boca, perdía el mucho dinero que ganaba en timbas de póquer que duraban hasta el amanecer. Casi siempre detrás de una chica, fue novio de Ingrid Bergman. Un completo recorrido por sus dos décadas de trayectoria puede verse en la que sus organizadores anuncian como “la mayor retrospectiva de Capa en España”, en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid.

La muestra, titulada Robert Capa. Icons, coproducida con la empresa Sold Out, reúne hasta el 25 de enero de 2026 más de 250 piezas, entre fotografías, algunas de ellas originales reveladas por el propio Capa; periódicos y revistas que difundieron sus fotos, y objetos, como su máquina de escribir o una de sus cámaras, una Leica de 1930. Todo procede de la agencia Magnum Photos y del fondo Golda Darty, una de las colecciones privadas más importantes del mundo sobre Capa.

Sin embargo, el foco de la exhibición, al menos en su parada en España, está en las diferentes copias de la celebérrima foto Muerte de un miliciano, en la Guerra Civil. El comisario de la exposición, Michel Lefebvre, que ha sido periodista en Le Monde, donde escribía de historia contemporánea, habló de las distintas hipótesis de la foto: ¿es real o fue preparada? ¿Dónde se tomó? ¿Quién era aquel miliciano? Noventa años después “sigue siendo un misterio”. “Esta foto es La Gioconda del fotoperiodismo".

Lefebvre, autor del libro Robert Capa. Huellas de la memoria, recordó que durante mucho tiempo se dijo que había sido hecha en Cerro Muriano (Córdoba) y que la víctima se llamaba Federico Borrell García. Sin embargo, hace unos años, un historiador español, Fernando Peco, demostró que el lugar de la foto era Espejo, municipio cordobés a 50 kilómetros de Cerro Muriano. “No sabemos el día que se hizo, ni quién fue el miliciano, si este muere. Los médicos expertos dicen que de un disparo no se puede caer así. Además, los milicianos preparaban las fotos para los reporteros y tampoco tenemos el negativo. Capa dijo que estuvo allí y que hubo unos combates”. Se publicó el 23 de septiembre de 1936 en el semanario francés Vu.

No mucho antes de aquella foto y de que Capa se hiciera mundialmente famoso, se llamaba Endre Ernö Friedmann, húngaro de Budapest, de familia judía, que había huido de su país a Berlín tras ser detenido por actividades comunistas. Con el ascenso de Hitler se marcha a París. Como señala el comisario, “a comienzos de 1936 vivía en condiciones de pobreza en París, sus amigos le tuvieron que dar un abrigo, su madre le enviaba dinero”. Él y su pareja, la también fotógrafa Gerta Pohorylle, otra huida del nazismo, se inventan el seudónimo de Robert Capa. Y ella el de Gerda Taro. Dicen que Capa es un fotógrafo estadounidense, glamuroso, que hace grandes fotos, las que en realidad toman ambos. Ha empezado el mito. Cuando estalla la Guerra Civil, defensores de la República, se trasladan a Barcelona.

Las primeras fotografías de la exposición son con las que Capa se abrió paso en el oficio, gracias sobre todo a una del revolucionario León Trotski durante un mitin en Copenhague para la agencia Dephot de Berlín en 1932. En esa estela, retrata a los obreros de París. Ya se observa que le interesa mostrar a las personas, no lo que sucede a su alrededor.

En el apartado dedicado a la Guerra Civil, además del miliciano, hay otra famosa imagen, la que tomó en el barrio madrileño de Vallecas de tres niños sentados tranquilamente delante de una casita baja, esta con numerosos agujeros en su fachada por la metralla. Es un lugar que desde hace años la Fundación Anastasio de Gracia, dependiente de UGT, y una plataforma vecinal quieren convertir en museo dedicado a Capa. Sin embargo, el Ayuntamiento de Madrid ha decidido que sea un centro cultural.

Sin Gerda Taro, que había muerto en un accidente, aplastada por una tanqueta republicana en julio de 1937, Capa cubrirá la guerra mundial. Tras estar en las campañas de Argelia, Túnez y Sicilia, llegan las fotos mundialmente famosas que consiguió cuando acompañó a los soldados estadounidenses en la playa de Omaha en el Desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944. Cuando empezó a ver cadáveres a su alrededor se dijo: “Esto no pinta muy bien, tío”. Aquellas imágenes históricas fueron estropeadas en el laboratorio (otra leyenda sobre Capa, qué pasó exactamente) hasta quedar borrosas. Se exponen siete de las nueve que se conservan. Precisamente, con su fino humor, tituló su autobiografía Ligeramente desenfocado, en alusión a aquel desastre en el revelado. Ese libro, a ratos muy divertido, “no cuenta la vida real de Capa, él se inventa muchas cosas”, apunta Lefebvre.

Retrató la liberación de París por los Aliados, en agosto de 1944, con sus gentes alborozadas, saludando a los soldados, y su contrapunto, la imagen de una mujer con la cabeza rapada por sus compatriotas que sostiene en sus brazos el bebé que había tenido con un soldado alemán. La directora global de exposiciones de la agencia Magnum Photos, Andrea Holzherr, ha recordado que el punto de partida de esta exposición itinerante fue el 80º aniversario de la liberación de Francia, celebrado el año pasado.

Mientras que el director del Círculo, Valerio Rocco, señaló que esta muestra sirve para “recordar la brutalidad de las guerras y la importancia del periodismo para contarlo”. El último conflicto que documentó Capa fue la guerra de Indochina. Le costó la vida con solo 40 años, cuando pisó una mina antipersona el 25 de mayo de 1954 en Thái Binh (Vietnam). La exhibición cambia de aspecto para la parte que el comisario llama “Capa en la paz”. Es su trabajo en color de moda y viajes para revistas como Life. Parece que se entra en otro planeta con el solaz de la aristocracia en las playas y el hipódromo de Deauville, en la costa normanda.

En mayo de 1947, Capa y otros fotógrafos, como su amigo Henri Cartier-Bresson, habían creado la agencia Magnum. “Capa fue su motor”, ha dicho Holzherr, que ha recordado el mito que también corre sobre por qué se llamó así. “Se dice por la botella de litro y medio de champán que abrieron para celebrarlo en un restaurante de Nueva York”. Lo cierto es que Magnum se creó “para que los fotógrafos tuvieran el control sobre su obra y sobre sus derechos de autor”.

Y para terminar, una sala con retratos. Como dice Lefebvre, “cuando no estuvo en la guerra, demostró que era un fotógrafo que sabía hacer de todo”. Picasso, John Huston, Hemingway con una botella, Ava Gardner en el rodaje de La condesa descalza, Truman Capote con un perro en sus brazos y, claro, Ingrid Bergman. Estaban enamorados, pero ella se debía a Hollywood y él tenía una vida itinerante.

Por último, Lefebvre anunció que recientemente se han descubierto unas hojas de contactos con fotos de Capa, de Taro... “De la mitad de todo eso no hay negativos ni copias, pero será el objeto de una próxima exposición en París en 2026. Con Capa nunca te aburres”.

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