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Spencer Tunick, el fotógrafo de los desnudos masivos, captura el alma de Granada

El artista neoyorquino retrata a 1.000 voluntarios sin ropa en un olivar de la localidad de Albolote

Hace semanas que Spencer Tunick, el artista neoyorquino que fotografía grandes masas de personas desnudas en distintos lugares del mundo, abrió la inscripción para una cita en Granada. Más de 2.000 personas se apuntaron y alrededor de 1.000 han aparecido esta mañana de sábado de septiembre en el olivar granadino en el que estaban convocados. La razón para acudir, en general, era vivir la experiencia. Luego, como en todo, aparecen también razones más alambicadas. Josefina Fernández, de Macael (Almería): “Quería comprobar que podía quedarme desnuda delante de tanta gente; además, me encanta la fusión entre fotografía y paisaje”. Grace Ortega y Juan Abellán, recién “estrenados como seniors”, comentan, buscaban vivir “una experiencia única”. Ella es artista, además, y sigue el trabajo de Tunick. Como Jesús Rosado, que desde Segovia ha viajado a los cuatro lugares de España en los que el fotógrafo ha actuado. El escenario, pintoresco para el neoyorquino, lo componía un pequeño ejército de olivos de pequeño porte, de un dos o tres años de edad. Los voluntarios, además de desnudos, debían pintarse de verde.

Atrás queda ―cuatro décadas, de hecho― el tiempo en el que Spencer Tunick repartía folletos a mano durante horas para reclutar voluntarios para sus fotografías. Las hacía en Nueva York, en 1992, y con una sola persona. Eran acciones semiclandestinas y con un horario limitado: al amanecer de los fines de semana de la época cálida. Un par de años después, los voluntarios superaban el centenar y Tunick ya no disponía de fines de semana suficientes para fotografiar a todos uno a uno. Comenzó entonces, a pequeña escala aun, lo que ahora hace de Tunick un fotógrafo mundialmente reconocido.

A aquella primera cita convocó a 100 y se presentaron 28. Este sábado de mediados de septiembre, la situación ha cambiado radicalmente. Si antes su actividad era semiclandestina por temor a la policía ―aunque en Nueva York el desnudo por razones artísticas es legal, apunta, algo que no ocurre en otros estados―, ahora no desvela la localización de sus instalaciones hasta el último momento porque no quiere que “nadie vaya antes a hacer fotos o a preparar su posado”.

Tunick ha disparado decenas de veces en esta jornada granadina pero finalmente solo entregará una al contratante, en este caso una empresa cervezera, para la que ha creado la obra Retrato Alhambra 1925. También los voluntarios serán remunerados con una copia por su esfuerzo. La jornada artística, que el sol no ha puesto fácil, ha comenzado a las ocho de la mañana, con la llegada de los voluntarios, de varias decenas de nacionalidades. De Reino Unido, por ejemplo, venía el grupo de Hanna, que cuenta que ha llegado con tres personas más porque se animaron mientras bebían en un pub londinense. Buscaron la siguiente instalación de Tunick, que resultó ser la de Granada, y se inscribieron.

La primera tarea de los voluntarios ha sido pintarse de verde. Para ello, han recibido un tarro de pintura, específicamente creada para la ocasión y apta para el cuerpo humano. Con la mano, cada uno se ha teñido el frontal de su cuerpo y alguien ha tenido que ayudarles para la espalda. “La primera ducha de agua y jabón debe eliminar toda la pintura; si no, a la segunda”, aclara el artista. La mezcla de desnudez y pintura no es frecuente en la fotografía de Tunick pero tampoco es la primera vez que ocurre. Comenzó, recuerda el artista a EL PAÍS, en el festival The Big Chill, en 2010, en Nueva York y lo repite de cuando en cuando.

Como tampoco es frecuente en este artista, mucho más urbano que rural, el uso de entornos como el de este sábado, en el término municipal de Albolote. En una charla con los medios previa a la instalación, Tunick ha rechazado esa idea de que el ser humano y la naturaleza sean algo a considerar íntimamente unido. Para él, las personas son elementos urbanos sin lugar a dudas y el trabajo de este sábado era más llevar la ciudad al campo que unir dos elementos naturales.

Poco antes de las 11 de la mañana, cientos de personas asomaban al fondo del olivar, que los esperaba con sus árboles en perfecta alineación geométrica. De hecho, la elección del entorno para esta acción tiene su origen en esa perfección precisamente. En su primer viaje a Granada, en coche, el artista vio a través de la ventanilla una formación que le recordó “primero a Roy Lichtenstein y su arte pop y luego, a ejércitos marchando en diferentes direcciones, una cosa militarista”. “Cuando caí en que aquello era naturaleza, decidí que sería interesante incluir figuras humanas en ese entorno y luego cambiar el color de los cuerpos”, agrega.

Realiza finalmente su primera instalación con el color verde, mientras rememora para este diario que su primer intento fue en 2012, para una instalación contra una planta nuclear en Nueva York que, finalmente, no se llevó a cabo. Lo paradójico es que era una acción de protesta medioambiental encargada por Robert Kennedy Jr., el actual ministro de Salud antivacunas del gobierno de Trump.

Media hora después de la llegada al olivar de los voluntarios, Tunick ya siente que puede comenzar a disparar su cámara. Antes, desde un lugar elevado ha dado instrucciones a los voluntarios para la primera de las tres escenas planificadas para la sesión. La preparación ha requerido mover a gente de un lado a otro, retrasar a algunas personas por ser demasiado grandes, distribuirlos según su criterio, etc. Media hora de instrucciones y movimientos en definitiva. A partir de ahí, a fotografiar de posturas diversas: “Brazos abajo”, “manos al corazón”, “miramos al suelo”, “nos damos la vuelta y miramos a la montaña que hay detrás”, “manos juntas, como rezando”. Entre medias, varios desvanecimientos y mareos por el sol que ha empezado a apretar antes de tiempo. Las otras dos escenas, una segunda con claveles rojos y una tercera que al principio de la mañana anunció como “la más provocativa”, las ha completado sin presencia de la prensa, que solo pudo observar la primera.

Los días anteriores se sentía seguro, sin nervios. “Nunca me preocupa mi capacidad para hacer una obra que me guste. Sé que eso puedo hacerlo”. En las próximas semanas, el autor aquilatará el trabajo de este sábado y dará a conocer la fotografía que, en su opinión, mejor refleje lo ocurrido en Granada.

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