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Homenaje a Manuel Vicent: “Quiero mostrarle al lector otro punto de vista, pero sin estropearle el domingo”

El escritor narra sus peripecias vitales en un encuentro en el que participan Juan Cruz, Joan Manuel Serrat, Nativel Preciado, David Trueba y Manuel Jabois

“Para la gente de mi edad, Manuel Vicent es un referente democrático”, dijo desde una grabación, anfitrión en la distancia, Luis García Montero, director del Instituto Cervantes. Las butacas, abarrotadas. Este jueves el homenajeado charló con algunos amigos: Juan Cruz, Nativel Preciado, Joan Manuel Serrat, David Trueba y Manuel Jabois. Una tarde con Vicent, se tituló el acto. Y es lo que fue.

Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 89 años) es un poeta de la luz y del mar, como su compatriota, también valenciano, Sorolla. Nació en la guerra, pero defiende la paz. Entre sus novelas, algunas de ellas en ese tono memorialista fundamental en su ficción y en su columnismo, se cuentan Aguirre el Magnífico, Contra Paraíso, León de ojos verdes, El Jardín de Villa Valeria, Tranvía a la Malvarrosa o Son de mar, entre otras; las dos últimas adaptadas al cine por José Luis García Sánchez y Bigas Luna, respectivamente. Por eso en el acto leyeron textos de Vicent los actores Leonor Watling y José Sacristán, que participaron en los filmes mencionados.

“Aquí todos hemos sido alumnos de Vicent”, abrió Juan Cruz. “Es una persona que siempre está pensando, incluso cuando habla, y también cuando escribe. Nunca deja de pensar, es una persecución del pensamiento”. Luego invitó a los participantes a contar su primer encuentro con Vicent. Empezó Jabois, recordando cuando lo conoció en Pontevedra: “Yo pensaba que era muy elegante, creo que se puede adivinar por la sintaxis y el léxico de los autores como se visten”, bromeó. Recibió su lección: “No trates de escribir como la gente a la que admiras, busca tu propio camino”.

Nativel Preciado, por su parte, confesó que hace unas albóndigas muy buenas. “Y Vicent me hizo el homenaje de incluirlas en su libro de recetas [Comer y beber a mi manera]: me llevó a la inmortalidad, pero es que son las mejores albóndigas del mundo”. No solo habló de bolas de carne, sino también de cómo, cuando Preciado militaba en un pequeño partido de izquierda marginal, Vicent le contó algunas cosas sobre antifranquismo y vietnamitas para luego hacerse pasar por policía secreta y amenazarla con la detención. Tras el susto le dijo: “Es para que tengas cuidado con lo que cuentas”. Fue una lección inolvidable. Tanto que en las tertulias Preciado todavía tiene mucho cuidado con lo que dice.

En el haber de Vicent, además de estas anécdotas, se cuentan premios como el Alfaguara de novela (el único autor que lo ha ganado dos veces, como recordó Pilar Reyes, directora editorial del sello), el Nadal, o, dentro del ámbito periodístico, el Francisco Cerecedo o el González-Ruano. Su trayectoria periodística se ha desarrollado en EL PAÍS, casi desde los inicios del diario.

Trueba leía a Vicent desde niño, cuando le daban el periódico para practicar la lectura, y le entendía bastante, incluso, a tan corta edad, detectaba la calidad del texto. Cuando entró en la facultad de Periodismo llevaba dos columnas de Vicent recortadas, una sobre Lorca y otra sobre el Guernica. “Dos artículos muy a la contra”, recordó David Trueba. Decía ahí Vicent que el auténtico Guernica no era el lienzo que recién había vuelto a España sino las reproducciones que había en las casas de todos los españoles.

Serrat recordó sus colaboraciones en la radio y algunas canciones compartidas, como El mal de la tarongina. ¿Cuál es el imán de Vicent? “Es difícil de decir. Por ejemplo, es buen conversador, es muy gracioso, coincido ideológicamente, pero eso también me pasa con otra gente… Así que es difícil. Pero de Vicent no me desagrada nada”, desgranó Serrat. “A veces te cuenta una historia que no se acuerda de que se la has contado tú: es fantástico”.

¿Y qué dijo Vicent? Pues fue ofreciendo contraanécdotas, muy reídas por el público, a las variadas y variopintas historias narradas. Y otras cosas. Por ejemplo, su encuentro con Camilo José Cela (en batín), las particularidades de la tele cuando solo había un canal, la forma en la que se le ocurren las columnas a última hora, y un largo etcétera, porque Vicent en una fuente interminable de historias que reflejan con una mirada propia la historia reciente de España.

¿Cómo se siente como escritor?, preguntó Cruz. “Este es un trabajo como otro cualquiera, no es una cosa sagrada, de la musa, esto se profesionaliza a mediados del XIX”, respondió el aludido. “Yo quiero escribir bien, como he aprendido, en castellano, porque yo hablaba valenciano en la calle. Los que hemos aprendido el castellano le tenemos mucho respeto. Lo que quiero es trabajar, hacer columnas. Unas veces salen bien, otras veces salen mal”. En sus textos dominicales trata de condensar todo lo que se ha quedado flotando en el aire durante la semana... “Y al final, darle la vuelta al espejo, y mostrarle al lector otro punto de vista. Pero sin estropearle el domingo”.

“Creo que la función del periódico es ir ensuciándote, hacerte renunciar a tus certezas, te va deprimiendo; pero de pronto, el domingo, en la última página, está esa especie de ducha que te quita la basura acumulada: la columna de Manuel Vicent”, remató Trueba.

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