En la Berlinale, todo es política, lo quieran o no sus organizadores
Tras las críticas a los cineastas que apoyaron a Palestina en el certamen de 2024, la nueva dirección del festival quiere que solo se hable de cine, pero la realidad no ayuda con el ascenso de la ultraderecha en Alemania, la vuelta de Trump a la Casa Blanca y la no retirada de Israel de Gaza
Cuando en la pasada edición de la Berlinale el documental —ahora candidato y favorito al Oscar— No Other Land ganó el primer premio en su categoría, se encendió una llama que todavía arde en esta 75ª Berlinale. Sus directores, el palestino Basel Adra y el judío israelí Yuvak Abraham, protestaron por la situación que aún hoy viven los habitantes de la franja de Gaza. ...
Cuando en la pasada edición de la Berlinale el documental —ahora candidato y favorito al Oscar— No Other Land ganó el primer premio en su categoría, se encendió una llama que todavía arde en esta 75ª Berlinale. Sus directores, el palestino Basel Adra y el judío israelí Yuvak Abraham, protestaron por la situación que aún hoy viven los habitantes de la franja de Gaza. No fueron los únicos, ni los más contundentes, y la onda expansiva alcanzó a todo el arco político alemán, hasta el punto de que la ministra de Cultura, Claudia Roth, afirmó días después: “Las declaraciones fueron alarmantemente parciales y se caracterizaron por un profundo odio hacia Israel”. En Alemania, cualquier mención al conflicto árabe-israelí viene marcado, obviamente, por el Holocausto.
Por eso, desde la nueva directora del certamen, la británica Tricia Tuttle, y las autoridades alemanas, no dejan de llegar mensajes de que en 2025 este es un festival de cine, como si se borrara de un plumazo todo el pasado de la Berlinale, el certamen más comprometido de los grandes en cine social y que siempre ha incluido numerosos documentales políticos en su parrilla de programación (y este año haberlos, haylos, como Bajo las banderas, el sol, en la sección Panorama, sobre los 35 años de dictadura en Paraguay de Alfredo Stroessner). Sin embargo, la actualidad política va en contra de esos deseos: a la situación en Oriente Próximo se suman el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca y el ascenso en todo el mundo de la ultraderecha. Incluida Alemania, ya que esta acaba el sábado 22, el día previo a las elecciones federales alemanas, en las que, según las encuestas, quedará en el segundo lugar el partido ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD).
En la misma rueda de prensa de presentación del jurado, su presidente, el grande del cine indie Todd Haynes, habló de forma firme aunque calma de la situación política en EE UU: “Estamos en un estado de crisis muy particular en Estados Unidos y en el resto del mundo. Todo el mundo que conozco está siendo testigo en estado de shock del rango de acciones de las tres primeras semanas de la Administración Trump. Esto ha sido parte de la estrategia, crear una sensación de desestabilización”. A su lado, Rodrigo Moreno, director argentino y miembro también del jurado, sí calificó a su presidente, Javier Milei, de “loco fascista”.
En ese encuentro, Tuttle anunció que en las alfombras rojas se permitirían “símbolos nacionales o de expresión política o de solidaridad”, como el kufiyya, el pañuelo palestino, porque las leyes alemanas de libertad de expresión lo permiten. Pero, también amparados en la legislación germana, no se permitirán expresiones de odio ni discriminación. Y ella misma se sumó en la alfombra roja de la inauguración, a una vigilia para pedir la liberación de David Cunio, un actor israelí que fue uno de los rehenes secuestrados por Hamás el 7 de octubre de 2023 en el kibutz Nir Oz. Cunio es el protagonista del documental A Letter to David, de Tom Shoval, que se ha estrenado este viernes en la sección Berlinale Special.
Cuando Adra y Abraham dijeron: “Estamos aquí, ante vosotros, ambos tenemos la misma edad, yo soy israelí y Basel es palestino, y en dos días volveremos a una tierra en la que no somos iguales. Yo vivo en un régimen civil y Basel en un régimen militar. Vivimos a 30 minutos el uno del otro, pero yo tengo derecho a voto y Basel no lo tiene [...]. Esta situación de apartheid entre los dos, esta desigualdad, tiene que terminar”, cometieron un error, según la ministra de Cultura alemana, imperdonable: “No es aceptable que, en una noche como esta [en referencia a la gala de clausura de 2024], los cineastas internacionales no mencionen el brutal ataque terrorista de Hamás contra más de mil personas que vivían pacíficamente y celebraban en un festival y su cruel asesinato, ni digan una palabra sobre los rehenes que todavía están en poder de Hamás”.
Puede por ello este año en la programación llama la atención que hay varios documentales que hablan del dolor judío. Por ejemplo, Bedrock, que visita a los polacos que hoy viven en lugares donde se cometió el Holocausto; Je n’avais que le néant – ‘Shoah’ par Lanzmann, en la que el francés Guillaume Ribot revisita la obra maestra documental de Lanzmann sumergiéndose en las 220 horas rodadas originalmente, o el mencionado A Letter to David. En él, el cineasta Tom Shoval realiza un homenaje a David Cunio, que junto a su hermano gemelo fue el protagonista del primer filme de Shoval, Youth (2013). Cunio, su esposa y sus hijas, también gemelas, además de otros familiares y vecinos, fueron secuestrados por Hamás el 7 de octubre de 2023. A los 53 días ellas tres fueron liberadas, pero Cunio y su hermano pequeño (procedentes de familia judía argentina) siguen como rehenes. Shoval ha rodado en el kibutz, un vergel actualmente destruido desde el que se ve perfectamente la abigarrada Gaza, y lo ha mezclado con imágenes que hace una década portó el actor cuando el director le pidió que grabara a su familia para que los Cunio se soltaran ante la cámara.
No es el único documental sobre rehenes del 7 de octubre. En Forum se estrena este domingo Holding Liat, de Brandon Kramer, que se centra en la familia de Liat Beinin, secuestrada en su kibutz. Su padre es ciudadano estadounidense, y volará, mientras le filma Kramer, a Washington a pedir ayuda junto a la hermana y el hijo de Liat. Con todo, Yehuda, el patriarca, se autodefine como pacifista y critica la política del Gobierno de Israel; él prefiere la senda de la reconciliación, aunque nade contra la marea de la situación geopolítica.
Curiosamente, los cineastas alemanes han empezado a hablar tibiamente de Palestina —siempre dominados por el temor a ser calificados de antisionistas— y del miedo a que la democracia desaparezca del mundo según crecía la intención de voto de AfD en las encuestas, y recibían el apoyo de Elon Musk, el millonario tecnológico hombre fuerte de la actual administración Trump. En su participación en la conferencia de Múnich este viernes el vicepresidente estadounidense J. D. Vance ha ido en la misma línea. Los políticos de AfD no fueron invitados ni a la inauguración ni a la clausura, y sí, en el festival otro documental, Das Deutsche Volk, analiza el ataque racista en la ciudad de Hanau en 2020, cuando un ultraderechista mató a nueve personas por no parecer suficientemente alemanas.
Este equilibrismo fílmico y político ha provocado que varias asociaciones palestino-alemanas hayan pedido desde la semana pasada el boicot a la Berlinale por no haber condenado explícitamente las acciones del Gobierno de Benjamin Netanyahu en Cisjordania y Gaza. En la programación del certamen, solo Yalla Parkour, un documental sobre los atletas palestinos de parkour en Gaza, podría hablar de la otra cara del conflicto... pero se rodó justo antes de la invasión israelí.