Bach y el encuentro luterano con la catedral de Toledo
La Orquesta Barroca de Sevilla y el Ensamble Cisneros interpretan el ‘Magnificat’ del compositor alemán, en un concierto benéfico para la Asociación Española contra el Cáncer este sábado
El sonido que tímidamente sale de una de las 24 capillas de la catedral de Toledo parece tan habitual que se mimetiza con el ambiente. La música sacra, acostumbrada a que los techos de las grandes iglesias alarguen sus notas, acompaña de fondo a los turistas que pasean entre las naves del monumento. Los acordes que ahora trepan por las enormes paredes góticas son los de la música de Bach, insigne luterano que incursiona con disimulo en el emblema ...
El sonido que tímidamente sale de una de las 24 capillas de la catedral de Toledo parece tan habitual que se mimetiza con el ambiente. La música sacra, acostumbrada a que los techos de las grandes iglesias alarguen sus notas, acompaña de fondo a los turistas que pasean entre las naves del monumento. Los acordes que ahora trepan por las enormes paredes góticas son los de la música de Bach, insigne luterano que incursiona con disimulo en el emblema del catolicismo. Dentro de la capilla de San Pedro, la Orquesta Barroca de Sevilla ensaya el Magnificat del compositor alemán, en compañía del Ensamble Cisneros en las voces. Han dejado el sonido vívido y detallado de los auditorios de música para ofrecer este sábado un concierto benéfico a favor de la Asociación Española contra el Cáncer, y en un espacio que en 2026 cumplirá 800 años desde el inicio de su construcción.
“No encuentro mejor lugar para que se toque esta música, es ideal, aquí encuentra una manera única de fluir”, cuenta Juan José Montero, director artístico del Festival de Música El Greco en Toledo, y organizador del evento. “Escuchar su música aquí es como conectar con Bach. Cuando vas a un auditorio y lo escuchas, está muy bien, pero no es un sitio del todo adecuado. Esta música fue compuesta para tocarse en una iglesia”, dice, como poseído por la admiración que siente por la catedral de la ciudad que lo vio nacer. Pero el gusto por el sonido rebotado en las paredes de piedra no es exclusivo de Montero. Patricia González, responsable de gestión y producción de la orquesta sevillana, acostumbrada a espacios contemporáneos, coincide con él: “Es una experiencia concreta, totalmente diferente a la que se escucha en un auditorio, donde se pierde una dimensión. Esta es una forma, no de recuperar el pasado, pero sí de asomarse a él para ser capaz de interpretarlo, porque añade el contexto en el que la obra se escribió e interpretó por primera vez, le añade algo casi mágico”.
Johann Sebastian Bach compuso su Magnificat en 1723 para la iglesia de Santo Tomás de Leipzig en su primer año como cantor —responsable de la creación de música para el templo—, después de abandonar su faceta como músico cortesano. “Esos eran los puestos más codiciados por los músicos de entonces, sobre todo los organistas de formación (como Bach) porque les daba estabilidad económica y libertad para componer”, cuenta González. En el maestro del contrapunto, esa libertad se tradujo en su etapa más fecunda como compositor. Allí escribió, para las celebraciones luteranas religiosas, la mayor parte de sus más de 200 cantatas.
El Magnificat es una de las pocas oraciones que comparten los ritos católicos y protestantes. A los característicos textos del primer capítulo del Evangelio de San Lucas, la reacción de María a un ángel que le anuncia que dará a luz al hijo de Dios, Bach sumó en su composición cuatro textos más, específicos para la celebración navideña de la Iglesia protestante. Una década más tarde, el alemán revisó su versión y la traspuso de Mi bemol a Re mayor, reemplazó flautas de pico por otras transversales, añadió más en la composición —volviendo todo más brillante— y, lo más importante, eliminó las interpolaciones de Navidad para que pudiera tocarse en cualquier fecha. Dejó así, intencionalmente o no, porque Bach es inescrutable, un Magnificat completamente latino y litúrgicamente apropiado para las vísperas católicas. Esa versión es la que impera en la actualidad y la que la Orquesta Barroca de Sevilla interpretará este sábado en el crucero de la catedral toledana.
“Es una de sus composiciones más importantes”, cuenta Martyna Pastuszka, que, violín en mano, dirige alargando y contrayendo el cuerpo al grupo de músicos de la orquesta sevillana. “Y esa música”, continúa, “realmente describe el texto, que es muy bello”. La violinista y directora polaca lleva una vida dedicada a la música barroca y ha viajado a Toledo como principal directora invitada para este curso. “Me gusta la emoción de los músicos españoles, siempre disfrutan de tocar música y juntarse para hacerlo, algo que no pasa muy a menudo en otras partes del mundo. Con mi experiencia aquí, yo obtengo ese amor por la música y por estar en el momento, y mi trabajo es traer disciplina a la interpretación. Es un intercambio”, dice en inglés, el mismo idioma en el que, con el violín colocado entre las piernas, aprovecha para dar indicaciones sobre ritmos y dinámicas. “Siempre hay que adaptarse al espacio donde se toca. Aquí, por la enorme reverberación, lo primero que hay que hacer es tener pausas más largas”, explica.
Para complementar la duración, de apenas 30 minutos, de la composición central, la orquesta también tocará en el concierto la cantata Jauchzet Gott in allen Lande, BWV 51 —”una pieza única porque es una de las cuatro, de las más de 200 que Bach escribió, compuesta para una sola voz y extremadamente difícil”, cuenta la directora— y la Suite Orquestal No. 1, en Do mayor, BWV 1066 también del alemán. Acústicamente, esas acaparan su atención: “No me preocupan mucho las piezas pensadas para tocarse en una iglesia, pueden ser rápidas, pero está todo más o menos en la misma tonalidad, me preocupan más las otras, como la suite, pensada para una acústica completamente diferente. Es muy vívida, muy rápida. Eso y el acomodo de los solistas son los verdaderos problemas”. Para contrarrestar la pérdida de claridad propia de un espacio como este, Pastuszka tiene claro el objetivo: “Hay que tener un mensaje muy claro que se transmita a pesar de los pequeños elementos que pueden perderse”.
Y así lo explica a los músicos, a quienes hace reír constantemente durante el ensayo, mezclando indicaciones con algún que otro chiste. “Es una orquesta a la que respeto mucho porque ha podido mantenerse tantos años en un país donde no le dan mucho dinero. Sacrifican su vida para esto, es mucho trabajo”, cuenta y aprovecha para reivindicar la música barroca en el panorama musical. “En el mundo de la música clásica podemos distinguir a los que son muy felices de seguir órdenes, de ser pasajeros, y también a los que prefieren ser conductores, y en la música clásica moderna no hay muchos lugares para los conductores. Lo maravilloso de la música antigua es que ofrece muchos lugares para los músicos que no encajan en los estándares de las orquestas, donde tienes que ser modesto y controlar tu ego, aquí no eres uno de muchos, puedes ser individual y único, realmente haces una diferencia”, dice.
La orquesta que ahora dirige lleva 30 años en activo. Un logro que Ventura Rico, uno de los fundadores de la agrupación y ahora coordinador, que contesta a la llamada desde Sevilla, no celebra demasiado. “Somos un sector importantísimo, pero abandonado por las instituciones, nos absorbe la música de los siglos XIX y XX, los siglos XV, XVI, XVII y XVIII no tienen ninguna atención”. Su participación en el recital del sábado, que tendrá una fila cero para el apoyo a la Asociación Española contra el Cáncer, es parte importante de su temporada. El único éxito que celebran en este año de aniversario, cuenta el fundador de la orquesta, es el de “sobrevivir”, empeñados, al mismo tiempo, en que la música de barrocos como Vivaldi, Telemann, Händel o el propio Bach, haga lo mismo.