Mientras el volcán rugía, en Pompeya además tuvieron un terremoto
Un estudio sobre la aventura de dos vecinos que intentaron refugiarse en una casa revela un aspecto descuidado hasta ahora en el yacimiento y completa la idea de lo que sucedió: se salvaron de la erupción, pero murieron en seísmos simultáneos
Pompeya no se acaba nunca, sigue regalando novedades y, aunque parezca mentira, revela que aún no sabíamos todo sobre lo que ocurrió en aquellos dos fatídicos días de la erupción del 79 d. C., que cubrieron la ciudad con una capa de tres metros de lava y ceniza. Un estudio publicado en la revista Frontiers in Earth Science, que reconstruye la aventur...
Pompeya no se acaba nunca, sigue regalando novedades y, aunque parezca mentira, revela que aún no sabíamos todo sobre lo que ocurrió en aquellos dos fatídicos días de la erupción del 79 d. C., que cubrieron la ciudad con una capa de tres metros de lava y ceniza. Un estudio publicado en la revista Frontiers in Earth Science, que reconstruye la aventura de dos pompeyanos que lograron salvarse de la primera fase de la erupción, desvela ahora un aspecto muy descuidado y poco investigado de la destrucción de la ciudad: no solo fue culpa del Vesubio, los desgraciados vecinos de Pompeya sufrieron, a la vez, una serie de terremotos. Por ejemplo, estos dos ciudadanos que se salvaron del volcán, murieron luego aplastados por los escombros en medio de temblores de tierra. Se sabía desde la Antigüedad que hubo seísmos simultáneos, pero no había evidencias científicas de su impacto exacto en la catástrofe. Y ahora, por primera vez, las hay.
“Teníamos una visión parcial de la destrucción de Pompeya”, aseguran a EL PAÍS dos de los autores del estudio, Valeria Amoretti, antropóloga física y responsable del Laboratorio de Investigaciones del Parque Arqueológico, y Domenico Sparice, del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología. Otros cinco expertos de ambas entidades firman el documento (Fabrizio Galadini, Mauro A. Di Vito, Antonella Terracciano, Giuseppe Scarpati y Gabriel Zuchtriegel), cuyas conclusiones ya se habían avanzado en mayo. “La novedad es que, por primera vez, se han reconocido con certeza los daños y las víctimas de la sismicidad en el curso de la erupción. Antes de ahora la destrucción de Pompeya se había atribuido solo a los fenómenos volcánicos (…) La sismicidad seguramente tuvo un papel importante sobre todo entre la primera y la segunda fase de la erupción, durante la cual se produjeron los terremotos más violentos”, explican por correo electrónico.
La sucesión de los acontecimientos constituyó una trampa perfecta para los vecinos de Pompeya, además de superar la pesadilla de cualquier película de catástrofes. La erupción comenzó a la una del mediodía con una lluvia de siete horas de piedra pómez blanca, que a las ocho de la tarde cambió a piedra pómez gris, y duró hasta las siete de la mañana del día siguiente. Muchos vecinos, como los dos que han protagonizado el estudio, optaron por refugiarse en las casas, y en algunos casos el peso de los restos volcánicos en los tejados derrumbó las viviendas. Tradicionalmente, se han atribuido siempre los fallecimientos en las viviendas a esta causa. No obstante, el caso de estos dos vecinos indica que algunas construcciones resistieron, pero a partir de esa noche llegaron varios terremotos, y perecieron entre los muros derrumbados. En cualquier caso, al día siguiente, los que aún lograron salvarse y salir de sus casas, se vieron sorprendidos por una oleada final de lava, son todos esos cuerpos hallados en las calles. Desentrañar esta cadena de hechos ha sido muy complejo, porque el resultado final de esos dos días infernales, un amasijo de cascotes, lava, ceniza y cuerpos sepultados, no había permitido descifrar el orden preciso en que sucedieron las cosas.
Que hubo terremotos el día de la erupción ya se sabía. Plinio el Joven escribió en una de sus cartas a Tácito que se sintió uno durante la noche del primer día (“Los terremotos esa noche se volvieron tan intensos que todo parecía no solo sacudirse, sino volcarse”), y también sacudidas violentas al amanecer del segundo día: “Era la primera hora del día, pero la luz todavía era tenue y débil. Los carros que habíamos ordenado sacar, aunque estaban en terreno llano, fueron sacudidos de un lado a otro y no permanecieron firmes en sus lugares ni siquiera llenos de piedras”.
¿Si Plinio ya lo contaba, por qué hasta ahora no se había tenido en cuenta? “Durante una erupción, los fenómenos volcánicos y sísmicos pueden sucederse rápidamente, o contemporáneamente. Esto puede hacer muy complicada la correcta interpretación de la causa de los daños, porque los fenómenos volcánicos pueden enmascarar o borrar las evidencias”, señalan Amoretti y Sparice. Pero en medio del caos, el hecho de que la lava luego envolviera todo ha sido una ventaja: “Congela el momento exacto de la destrucción y las evidencias relacionadas, protegiéndolos de una mayor fragmentación debido a cualquier tipo de descomposición”, dice el estudio.
Una de esas escenas detenidas en el tiempo, la oportunidad de diseccionar la línea temporal de los hechos, ha surgido en una de las casas que ha aparecido recientemente, llamada Insula dei Casti Amanti (Ínsula de los Amantes Castos), en la parte central de Pompeya. “La idea nació en las últimas excavaciones, en las que encontramos daños estructurales con características muy distintas de los típicos daños atribuidos al impacto de los fenómenos volcánicos y descritos en la literatura de Pompeya”, relatan los investigadores. Ahí había dos cuerpos que tenían algo peculiar. “El hallazgo de dos esqueletos, directamente bajo dos grandes fragmentos de muro, nos empujó a emprender una investigación multidisciplinar que, por primera vez, ha involucrado a un experto de la llamada arqueosismología, que se ocupa de determinar los efectos de terremotos antiguos”.
Formar un equipo de expertos de varias disciplinas ―arqueólogos, vulcanólogos, antropólogos― ha sido clave para el trabajo, algo que en Pompeya cada vez es más frecuente: “Estudios multidisciplinarios son fundamentales en estos contextos, porque solo considerando distintas perspectivas es posible una correcta evaluación de la relación causa-efecto”. Tras dos meses de trabajo sobre el terreno y siete analizando los datos, la observación de los estratos volcánicos, de las paredes de los edificios y de las lesiones que presentaban los dos cuerpos ha permitido determinar que los muros se derrumbaron por un seísmo, no arrastrados por la lava, y que estas dos personas murieron aplastadas, no asfixiadas o abrasadas. De hecho, estaban sobre una capa de piedra pómez gris de la primera erupción, que se había colado en la casa por una ventana desde un callejón. No era una masa caliente, ya se había enfriado, porque no hay restos de madera carbonizada. Encaramados a estos pedruscos, estos dos vecinos sobrevivieron toda la noche en la habitación hasta que al amanecer llegó un terremoto que derrumbó las paredes y acabó con su vida.
“Nuevas perspectivas de investigación”
“Estos resultados representan un punto de partida para una visión actualizada de la destrucción de Pompeya y abren nuevas perspectivas de investigación”, apuntan las conclusiones del estudio. Es decir, obligan a repensar cómo murieron los pompeyanos. Los terremotos, concluyen, “deben considerarse como una causa de muerte adicional en la antigua Pompeya además de las reportadas en la literatura”. Según los estudios, se han recuperado un total de 394 cuerpos en el estrato de piedra pómez que se formó con la primera fase de la erupción. De ellos, 345 se encontraron dentro de las casas y hasta ahora se creía que murieron por el derrumbe del techo, que no soportó el peso del material volcánico. El estudio, en cambio, indica que quizá no en todos los casos fue así.
Además, el estudio indica que el terremoto “probablemente tuvo un papel en las elecciones hechas por las víctimas de la segunda fase de la erupción”. Es decir, influyeron en cómo se comportó la gente, un factor hasta ahora no tenido en cuenta. En el caos de aquel día trágico, las decisiones que tomaron los pompeyanos marcaron su destino, porque la fase final de la erupción fue una oleada de lava que cubrió todo. El estudio se remite a la distribución de los cuerpos hallados. Se han recuperado un total de 650 cuerpos en los depósitos de corrientes piroclásticas, tanto en las casas como en las calles. Una hipótesis es que los supervivientes de las primeras horas abandonaron sus casas o refugios durante las pausas de la actividad volcánica. Otra, que algunos supervivientes que habían huido al principio intentaron regresar, para recuperar sus pertenencias, al pensar que todo había acabado. Pero el estudio ahora sugiere que fueron los terremotos los que empujaron a quienes aún quedaban vivos en Pompeya a huir de sus casas, pues vieron que con los seísmos tampoco eran un lugar seguro, y es más, también los temblores debieron de desanimar a los que pensaban en regresar. Pero todos los que corrían por las calles fueron atrapados por la llegada de la corriente de lava.
En realidad, los pompeyanos estaban muy acostumbrados a los terremotos. Están documentados varios en años anteriores. Por ejemplo, uno del 64 le pilló a Nerón actuando en un teatro en Nápoles, según cuentan Suetonio y Tácito. Pero el más violento fue en el 62, tanto que se cree que las obras de reparación en Pompeya aún duraban 17 años después, cuando llegó la erupción del Vesubio. Se deduce de que hay secuelas aún visibles en algunos edificios y de que incluso estaban todavía trabajando en las reparaciones: en muchas casas se han encontrado muebles apartados en rincones, montones de cal, materiales de construcción cuidadosamente apilados y decoraciones de paredes incompletas. Es decir, los terremotos eran frecuentes en Pompeya, pero en aquella ocasión llegaron en el peor momento posible.