‘Flash Gordon’, la fantasía ‘kitsch’ del planeta Mongo que abrió el camino a ‘La guerra de las galaxias’

La serie de tebeos creada por Alex Raymond regresa a las librerías con dos cuidadas ediciones en el 90º aniversario de su creación

Un sello de Flash Gordon de 1995.PictureLake (Getty Images)

El 7 de enero de 1934 comenzó a editarse en la prensa estadounidense Flash Gordon, uno de los iconos del cómic de ciencia ficción más reconocibles. Nueve décadas después llegan dos cuidadas ediciones de coleccionista para reivindicar a este personaje que nunca ha dejado de estar presente en los quioscos. La serie de Flash Gordon apareció en un momento en el que el público estadounidense no estaba para muchas bromas ni para que le recordaran la dura situación que el crac del 29 originó ...

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El 7 de enero de 1934 comenzó a editarse en la prensa estadounidense Flash Gordon, uno de los iconos del cómic de ciencia ficción más reconocibles. Nueve décadas después llegan dos cuidadas ediciones de coleccionista para reivindicar a este personaje que nunca ha dejado de estar presente en los quioscos. La serie de Flash Gordon apareció en un momento en el que el público estadounidense no estaba para muchas bromas ni para que le recordaran la dura situación que el crac del 29 originó durante los años posteriores. Los cómics que llenaban los suplementos dominicales comenzaron a pasar del costumbrismo cotidiano de Gasoline Alley o Mutt and Jeff a una fantasía desbordante, a mostrar escenarios exóticos que favorecieran la evasión de una realidad inaguantable.

En ese contexto, el todopoderoso King Features Syndicate (KFS) lanzó una serie dedicada precisamente a suplir esa necesidad que seguía la estela de otras como Buck Rogers en el siglo XXI, apostando por el talento de un joven dibujante, Alex Raymond. Con guiones de Don Moore, un experimentado guionista de la casa, Flash Gordon se iniciaba inspirándose claramente en la novela Cuando los mundos chocan, de Philip Wylie. Mientras el planeta Mongo se acercaba a toda velocidad contra la Tierra, un avión tiene un accidente y el atlético Flash Gordon sobrevive junto a la bella Dale Arden, siendo secuestrados por el profesor Zarkov, que intenta lanzar una nave espacial contra el peligroso mundo en colisión para salvar a la Tierra.

Ya en el planeta Mongo, la serie deriva rápidamente en una fantasía tan naif como deudora del John Carter de Marte de Burroughs, pero en la que el academicismo del trazo de Raymond evolucionó hacia un espectacular barroquismo gráfico, con planchas que se convertían en suntuosas obras de arte de las que era imposible sustraerse. El éxito fue inmediato y en pocos meses la serie no solo se convirtió en uno de los grandes éxitos de la KFS en EE UU, sino en el mundo entero: con apenas un retraso de meses, las aventuras del rubio protagonista aparecieron traducidas en Francia, Italia o en España, en las páginas de la revista Aventurero.

Fotograma de la serie de ciencia ficción 'Flash Gordon', dirigida por Frederick Stephani. John Kobal Foundation (Getty Images)

Un favor popular que atrajo pronto a las productoras cinematográficas que, décadas antes del interés por los cómics de superhéroes, encontraron en estas aventuras un material perfecto para llevar a la gran pantalla. Universal produjo en 1936 un exitosa serie cinematográfica protagonizada por Buster Crabbe. Se adaptó con total fidelidad los argumentos que se publicaban en la prensa y abrió el camino a otros dos series en años posteriores. La pasión era tal en Europa que cuando los materiales dejaron de llegar durante la II Guerra Mundial, se encargó a dibujantes nacionales como Edgard P. Jacobs en Francia o Jesús Blasco en España la continuación de las historietas que habían quedado cortadas.

Influencia gráfica

Cuando Raymond fue llamado a filas, la serie queda en manos de Austin Briggs, que mantuvo la popularidad de Flash Gordon incluso cuando el dibujante original volvió de la contienda y decidió crear una nueva obra, Rip Kirby. Pero a esas alturas, Raymond ya había desarrollado una iconografía propia y un estilo que tuvo una influencia decisiva en todo el cómic: desde el punto de vista visual, las creaciones y composiciones de las páginas de Flash Gordon están en una buena parte de la ciencia ficción posterior, la serie de La guerra de las galaxias incluida (de hecho, George Lucas quería hacer una adaptación de los cómics previamente).

Pero más importante fue si cabe su influencia gráfica. Prácticamente todos los dibujantes del cómic de superhéroes bebieron del trazo de Raymond, sin olvidar su decisiva importancia en creadores españoles como Manuel Gago o Miguel Quesada. En los 50 la serie no fue ajena a las nuevas corrientes de la ciencia ficción y, de la mano de Dan Barry y su talentoso estudio —en el que se reunían desde guionistas como Harvey Kurtzman o Harry Harrison hasta dibujantes como Al Williamson, Frank Frazzetta o Bob Fujitani— la serie consiguió un nuevo periodo de esplendor con argumentos más modernos que apostaban por una ciencia ficción más realista, dejando atrás a los hombres halcón y los hombres león para mirar a las excelencias de la tecnología, convirtiéndose de nuevo en referente del cómic posterior (es fácil encontrar influencias de esta etapa en los argumentos y personajes de los primeros cómics Marvel de Los 4 fantásticos).

Viñeta de Flash Gordon de Mac Raboy.

En nuestro país, el interés por la serie no se había apagado: Hispano Americana siguió publicando tanto las aventuras de Raymond como las dibujadas por Briggs o McRaboy, sus seguidores, muchas veces bajo el nombre que el personaje tuvo en Latinoamérica, Roldan El Temerario. A finales de los años 50, la Editorial Dólar lanzó su mítica colección Héroes Modernos, en la que se comenzaba a publicar la etapa de Barry y se recuperaba la de Raymond, eso sí, con una censura que se cuidaba de alargar faldas, ocultar escotes, opacar transparencias y separar a los personajes cuando caían en la pasión. Dólar republicó durante los 60 la serie en diferentes formatos, incluyendo el pionero de “Novelas Gráficas para adultos” para evitar los férreos controles a la historieta que se imponían desde las autoridades.

Pero la pasión por Flash Gordon no decaía en España: en los 70, la editorial Buru Lan puso en el mercado una edición de coleccionista de las sagas de Raymond, recoloreadas y con un remontaje poco adecuado, pero de gran éxito, que favorecieron una edición posterior en blanco y negro, también para coleccionistas, de la editorial B.O. Y aunque la serie en EE UU ya no despertaba el mismo fervor (pese a que intentaron sumarlo a la corriente de superhéroes formando grupo con Mandrake y El Hombre Enmascarado), el cariño por el personaje y, sobre todo, el tirón de la taquilla de la película de George Lucas favorecieron que Dino de Laurentiis retomara un viejo proyecto que tenía de adaptar al mítico personaje de los cómics con Federico Fellini que nunca llegó a buen puerto.

Tras intentar que directores como Nicholas Roeg o Sergio Leone se hicieran cargo, sería finalmente Mike Hodges el encargado de llevar a la pantalla la imaginería visual de los cómics, con resultados tan irregulares como recordados gracias a la banda sonora de Queen, que hoy son elevados a categoría de obra de culto del kitsch. El indudable tirón popular de la película llevó de nuevo a los quioscos españoles a Flash, esta vez de la mano de Editorial Valenciana y Bruguera, entre otras, sin que dejase de publicarse en diferentes ediciones desde entonces. De hecho, hace unos años la Editorial Dolmen recuperó de forma cronológica las aventuras del personaje en una cuidadísima edición que puede calificarse como de las mejores que se han visto, poniendo este mismo mes en el mercado una edición integral de la etapa de Alex Raymond, a la par que la editorial Salvat comienza un coleccionable para quioscos del personaje, terminando de certificar que es la serie estadounidense de cómic de prensa más publicada en España.

El interés por el personaje sigue vivo, hasta el punto de que recientemente KFS ha relanzado la serie para la prensa de EE UU a manos del dibujante Dan Schkade, buscando recuperar al público lector más joven con un estilo de dibujo y unos argumentos modernos y emparentados con las nuevas estéticas que vienen del manga y la animación. Así que, como cantaba Mercury, Gordon seguirá siendo el salvador del universo y rey de lo imposible y podremos seguir cantando con ganas “¡Flash! ¡Ah-Ah!”.

Cartel de la película 'Flash Gordon' dirigida por Ford Beebe en 1940. Getty Images (Getty Images)

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