La huelga de guionistas cumple cuatro meses: “Es el momento más duro que hemos pasado en ocho años”
Cuatro guionistas latinos comparten con EL PAÍS sus experiencias con la huelga que ha parado a Hollywood con la exigencia de mejores condiciones
“Es el momento más incierto que hemos vivido en los ocho años que llevamos aquí”, afirma Carolina Munhoz, una guionista que conforma una pareja creativa junto a su esposo, Raphael Draccon. Los escritores, ambos brasileños, dicen haber comenzado 2023 con un ritmo muy lento impuesto por los estudios. “La industria comenzó a sentir el impacto mucho antes de la huelga. Desde enero nadie estaba comprando proyectos y las oportunidades para ofrecer proyectos se secaron”, afirma Draccon. Hollywood cumple este 2 de septiembre cuatro meses de la huelga de los escritores, una protesta que ha marcado el c...
“Es el momento más incierto que hemos vivido en los ocho años que llevamos aquí”, afirma Carolina Munhoz, una guionista que conforma una pareja creativa junto a su esposo, Raphael Draccon. Los escritores, ambos brasileños, dicen haber comenzado 2023 con un ritmo muy lento impuesto por los estudios. “La industria comenzó a sentir el impacto mucho antes de la huelga. Desde enero nadie estaba comprando proyectos y las oportunidades para ofrecer proyectos se secaron”, afirma Draccon. Hollywood cumple este 2 de septiembre cuatro meses de la huelga de los escritores, una protesta que ha marcado el clima de inestabilidad para miles de personas que viven del sector. Los guionistas comenzaron una batalla para exigir una mejora de condiciones y acotar el empuje de la inteligencia artificial. A esta lucha, cuyo fin no aparece en el horizonte próximo, se sumaron después los actores.
Munhoz y Draccon se especializan en el género fantástico y en los superhéroes. El adverso clima económico de la industria, marcado por las fusiones y los recortes, llevó a que les cancelaran en el primer año de tres un acuerdo de primera opción para que HBO Max evaluara si producía sus guiones, un contrato conocido como first look deal.
La pareja adaptó para brasil la serie El Elegido (Netflix). , que se convirtió en una de las más vistas. “Tenemos un programa que se encuentra entre los 10 más vistos en 60 países, pero no recibimos residuales. Esto debe de cambiar”, explican Munhoz y Draccon sobre uno de los puntos que mantienen a los guionistas y estudios sin acuerdo. Se trata del pago que los creadores deben recibir cada vez que sus productos se venden a un nuevo mercado o a un nuevo catálogo de alguna empresa de streaming. Esto obligaría a las empresas a transparentar las visualizaciones de sus contenidos, algo que genera resistencia en la industria.
“Este año ha sido más precario para nuestra seguridad laboral que la emergencia del coronavirus, ¡y eso que entonces esperábamos a un bebé!”, añaden desde su casa en Los Ángeles. Ese bebé tiene hoy tres años. La niña ha acompañado a la pareja a los piquetes a las puertas de los estudios, pero no soporta mucho tiempo porque la asustan los bocinazos de los conductores que muestran su respaldo a la huelga. La merma de recursos ha obligado a la pareja a recortar los días que la menor asiste a la guardería.
Los papeles no se suman a las complicaciones vividas por la pareja. Draccon, de 42 años, acaba de recibir la nacionalidad estadounidense y Munhoz cuenta con la residencia permanente. Pero este no es el caso para muchos de los que nutren la fuerza creativa de Hollywood. El mexicano Mauricio Katz se vio obligado a volver a su país después de once años en Los Ángeles. “La huelga llegó en un momento donde me implicó mucho sacrificio”, afirma Katz vía telefónica desde Ciudad de México. El freno a la industria coincidió con el vencimiento de su visa de trabajo. Sin estudios que pudieran pedirle guiones, debió poner pausa a su vida en Estados Unidos hasta que pueda renovar su permiso de trabajo.
Katz tiene entre sus títulos la serie sobre detectives Perry Mason y la adaptación a la pantalla chica de la investigación de Roberto Saviano sobre el tráfico de cocaína, Zero Zero Zero. La huelga mandó a la congeladora un acuerdo que tenía con HBO que incluía la esperada versión de Los Detectives Salvajes del chileno Roberto Bolaño. “Yo ya tenía síndrome de burnout antes de que estallara la huelga. Es la primera vez en mucho tiempo que no tengo un deadline”, señala.
Para mantenerse ocupado, el escritor va dos veces a la semana a clases de cocina, otra de sus pasiones, y está tomando un curso sobre tragedias griegas con el poeta Luis Felipe Fabre. También está pergeñando un guion original, un proyecto personal que involucra “mucha investigación histórica” que intentará producir cuando el sector vuelva a la vida. “Escribir es lo que me llena y hay que seguir haciéndolo”, señala.
En estos cuatro meses, ante las puertas de los estudios basados en Los Ángeles y Nueva York han confluido miles de profesionales para exigir mejores compensaciones y mostrar su rechazo a la irrupción de la inteligencia artificial en el sector. Katz dice haber acudido a los primeros piquetes con miedo por un futuro en el que se perfilaba un reemplazo inminente. Después llegó el importante respaldo de los actores, que le dio oxígeno al sindicato de guionistas. “Pasé de vivir una crisis existencial, de temer que las máquinas toaran mi lugar, a sentirme más optimistas. La humanidad no es reemplazable. Creceremos como contadores de historias después de esto”, afirma.
Quizá solo una persona en Los Ángeles acudió a manifestarse contra la voracidad corporativa con una camiseta del superhéroe más infravalorado de América Latina. El guionista mexicano Gareth Dunnet-Alcocer se plantó a las puertas de los estudios en los piquetes con una playera del Chapulín Colorado, el personaje creado por el comediante mexicano Roberto Gómez Bolaño.
El guiño de humor es algo que la crítica ha destacado en Blue Beetle, la más reciente película escrita por Dunnet-Alcocer. El superhéroe del universo DC se hizo un sitio entre los estrenos del verano con una taquilla internacional de 85 millones de dólares. El momento en que llegó el estreno dejó un sabor “agridulce” para el escritor nacido en el Estado de Querétaro.
“Me perdí una de las fases más importantes de un lanzamiento”, cuenta el escritor. Los miembros del Writers Guild of America (WGA), el sindicato de guionistas, no deben asistir a las alfombras rojas ni hacer promoción de los productos de los estudios mientras dure la huelga. Esto hizo que Dunnet-Alcocer se perdiera la premier en su país de una cinta que se enfoca en el mercado latino. “Estuvo mal no haber ido, pero al mismo tiempo me dio un sentido de dignidad muy profundo porque estamos en medio de una batalla clásica entre el capitalismo y el humanismo y tenemos que dejar claro que podemos coexistir”, asegura.
El guionista llegó a Estados Unidos en 2011, pero fue hasta 2017 que logró convertirse en miembro del WGA. “Fueron años de chingarle muy duro, de que me pagaran poco...”, cuenta. No siempre pudo vivir en Estados Unidos de la creatividad. Fue también conductor de Lyft y de Uber, trabajó en banquetes y licorerías. El lanzamiento de Warner Bros. ha hecho que al menos por unos meses no pase penurias económicas, lo que lo hace sentirse privilegiado frente a otros compañeros que no han tenido su suerte. “El dinero siempre fue algo que me preocupó por muchos años, pero ahora tengo un colchón y he desarrollado una mentalidad de vacas flacas y vacas gordas”, afirma.
“Esta es una huelga de supervivencia”, dice Marisé Samitier (Barbastro, Huesca, 53 años). La cineasta lleva 25 años en Estados Unidos y describe este momento como una montaña rusa de emociones. Aunque explica que hay mucha solidaridad entre los trabajadores. “La huelga de los actores nos ha dado muchísimo apoyo y he oído que la economía de California ha perdido 2.000 millones de dólares con la protesta”, dice. La propuesta más reciente hecha por los estudios no convenció al WGA. “Pronto vendrá una sequía de películas, por lo que tendrán que poner las pilas”, añade la guionista, quien también ha dirigido cortometrajes, publicidad y videoclips. Tiene escritos cuatro largometrajes listos para ofrecerlos a los productores. Uno de ellos se iba a materializar en los próximos dos años. El conflicto cambió sus planes. Si se extiende demasiado, tendrá que buscar trabajo, asegura.