Los pompeyanos que huyeron murieron por asfixia durante la erupción del Vesubio
Científicos de la Universidad de Valencia han estudiado los huesos humanos encontrados en Pompeya con técnicas no invasivas que han permitido reconstruir la dinámica de la erupción
Pompeya es una extraordinaria enciclopedia de la antigüedad que ha arrojado muchas certezas acerca de la vida cotidiana de hace dos milenios y también numerosos interrogantes, sobre todo respecto a qué pasó el día de la catástrofe. Las dudas se van despejando cada vez más con ayuda de la ciencia y de métodos de estudio no invasivos, que permiten viajar, sin alterar los vestigios que se conservan, a aquel funesto día de otoño del año 79 ...
Pompeya es una extraordinaria enciclopedia de la antigüedad que ha arrojado muchas certezas acerca de la vida cotidiana de hace dos milenios y también numerosos interrogantes, sobre todo respecto a qué pasó el día de la catástrofe. Las dudas se van despejando cada vez más con ayuda de la ciencia y de métodos de estudio no invasivos, que permiten viajar, sin alterar los vestigios que se conservan, a aquel funesto día de otoño del año 79 en el que el Vesubio se despertó y comenzó a rugir con furia.
Una de las cuestiones que más se han planteado los expertos es cómo murieron los habitantes de Pompeya, que quedaron para siempre congelados en el tiempo, debajo de las toneladas de material volcánico que han conservado los detalles de la agonía de aquellos dramáticos instantes.
Los cadáveres, una vez desaparecida la materia orgánica y ya solo con el esqueleto, dejaron una huella en las cenizas petrificadas que más tarde los arqueólogos rellenaron con yeso para obtener moldes de los cuerpos, que permiten reproducir a escala real la postura exacta en la que se encontraban cuando murieron y que ofrecen una estampa desoladora de las víctimas de la tragedia.
Un grupo de investigadores liderados por la Universidad de Valencia ha estudiado por primera vez, con técnicas no invasivas basadas en el análisis químico con rayos X, los huesos de algunos de esos fugitivos fosilizados, como se conoce a los pompeyanos que trataban de huir de la furia del volcán. Y ha concluido que murieron por asfixia, y no abrasados o deshidratados como defienden otras teorías.
Muertos en la erupción de diferentes maneras
Gianni Gallello, coordinador de la investigación, puntualiza en conversación con EL PAÍS que el estudio se refiere a un grupo concreto de víctimas y que la población murió en la erupción de diferentes formas, en función del lugar en el que se encontraba, más o menos lejos del Vesubio. Así, los habitantes de Herculano, otra de las ciudades arrasadas, más próxima al volcán, murieron probablemente abrasados por ondas piroclásticas de más de 500 grados de temperatura.
En Pompeya los investigadores de la universidad española, en colaboración con la Universidad de Cambridge y el Ministerio de Cultura italiano, han analizado los restos de seis personas que huían del área de Porta Nola y de una que se encontraba en la zona de las Termas Suburbanas. Y han concluido que fallecieron probablemente por la inhalación de gases tóxicos procedentes del volcán mientras trataban de huir. Una vez se desplomaron sin vida, sus cuerpos fueron cubiertos de cenizas y otro material volcánico en poco tiempo. Varios fueron encontrados bajo una capa de tres metros de lapilli y de restos del derrumbe de los edificios.
Además del análisis de los huesos, la posición de los cuerpos, relajados o estirados, confirma esta teoría. Algunas víctimas incluso están cubiertas con restos de telas y vestimentas que indican que las temperaturas no fueron tan elevadas como para quemarlas.
Los científicos apuntan que estas personas estaban tratando de huir de la ciudad cuando terminó la lluvia de lapilli que había convertido el suelo en un manto de una especie granizo negro formado por fragmentos sólidos de lava. Caminar sobre una superficie así no resulta sencillo, por lo que los fugitivos se ayudaron de bastones improvisados con las ramas de los árboles para avanzar más rápido, pero después de una falsa calma les sorprendió, ya exhaustos, la segunda fase de la erupción, que duró varios minutos y que formó una nube tóxica que cubrió Pompeya y dejó en el aire una concentración irrespirable de ceniza y gases volcánicos que acabó con ellos, unas 20 horas después del primer estallido, según calculan los investigadores.
Gianni Gallello explica que el calor extremo de las olas piroclásticas y las corrientes de magma llegaron cuando las víctimas ya habían fallecido. Los huesos han revelado que los cuerpos sufrieron post mortem los efectos de las elevadas temperaturas, con resultados similares a las cremaciones.
Los investigadores comenzaron en 2019, separando los huesos que no habían sido contaminados por la cal que se usa para los moldes. Después los analizaron para obtener información sobre el impacto térmico al que fueron sometidos, para averiguar si el calor extremo les afectó durante o después de la muerte. Esto lo hicieron cruzando datos y comparando las muestras de Pompeya con otros huesos quemados de la necrópolis Ostiense de Roma del mismo periodo y de otra necrópolis de Valencia de restos óseos sin cremar. “Los huesos de los calcos no contaminados presentaban características similares a los restos cremados en los rituales de los romanos de la antigua Roma”, apunta Gallello.
El científico ha publicado un extenso artículo sobre la investigación en la revista Plos One, firmado junto a Llorenç Alapont, investigador del mismo ateneo, y otros colegas de otras instituciones.
El investigador de la universidad valenciana destaca que es la primera vez que se estudian los esqueletos de los habitantes de Pompeya que se encuentran dentro de los moldes de yeso, que define como “una fotocopia del momento de la muerte”, con una técnica innovadora y no invasiva. Han combinado el análisis químico con el análisis con fluorescencia de rayos X, además del estudio antropológico y tafonómico (el estudio del proceso de fosilización). “Este estudio hace que encajen todas las piezas del puzle y aporta información que no se puede apreciar a simple vista”, apunta Gallello, y señala que la investigación ha creado un protocolo de actuación de bajo coste que abre la puerta a que se estudien otros restos humanos de puntos distintos de las ciudades arrasadas por el volcán para constatar si el patrón que han descubierto cambia o se mantiene y por qué.
El investigador destaca el valor de Pompeya para la ciencia. “La vida se paró con aquel episodio catastrófico de envergadura inaudita y quedó inmortalizada ahí. No estamos ante un evento cronológico que dura años como en otros yacimientos, en Pompeya se ve algo muy concreto: lo que pasó en la vida de la gente en apenas unas horas”. Y agrega: “Es un pasado intacto en el presente”.