Los héroes se hacen cada vez más viejos
La edad de jubilación de los actores ya pasa de los ochenta años, con los ejemplos de Harrison Ford o Patrick Stewart a la cabeza
Uno de los muchos bulos de la última campaña electoral decía que el Partido Popular quería estirar la jubilación hasta los 72 años. Bulo sería, pero sonaba a verdad. Tampoco fue la primera vez —ni será la última— que se ha mentado tal bicha, y en su verosimilitud tal vez influya el culto a la ancianidad que se ha instalado en el cine. De lo fugaz de la fama y del cadáver hermoso, lozano y casi a estrenar de...
Uno de los muchos bulos de la última campaña electoral decía que el Partido Popular quería estirar la jubilación hasta los 72 años. Bulo sería, pero sonaba a verdad. Tampoco fue la primera vez —ni será la última— que se ha mentado tal bicha, y en su verosimilitud tal vez influya el culto a la ancianidad que se ha instalado en el cine. De lo fugaz de la fama y del cadáver hermoso, lozano y casi a estrenar de James Dean hemos pasado a reverenciar las arrugas. Los héroes ya no mueren a las puertas de Troya en la plenitud de su belleza, sino que cuelgan de lianas, trepan muros y dan para el pelo a sus enemigos a una edad en la que deberían estar disfrutando de su fondo de pensiones en una buena residencia con vistas al mar. Los héroes modernos tienen plaza de funcionario en propiedad, no hay quien los apee del escalafón. Pero, si no se jubilan nunca, ¿qué futuro nos queda a nosotros, pobres espectadores?
El último y más comentado ejemplo es el de Harrison Ford en la despedida y cierre de Indiana Jones. Ochenta y un años contemplan al arqueólogo que se resiste a convertirse en reliquia. Su edad es un elemento de la trama y una excusa para poetizar al personaje, que recibe la llamada de la aventura cuando creía que esta había olvidado sus señas, ubicadas en un apartamentucho de divorciado en Nueva York. Antes, Ford sacó a pasear al Han Solo de La guerra de las galaxias en sus dos últimas entregas, con setenta largos cumplidos. Solo e Indiana, Indiana y Solo, dos de los mitos que hemos visto envejecer.
Al otro lado del universo de la ciencia-ficción, en Star Trek, también pesan y pasan los años. El capitán Jean-Luc Picard ha protagonizado su última serie, que lleva su nombre y ha conquistado los corazones trekkies más reacios al sentimentalismo. Sir Patrick Stewart, que viste el uniforme de la Flota Estelar desde 1987, acaba de emprender su última misión a la edad de 82 años. Atrás deja más de 200 episodios y cuatro películas. Como el Xavier de los X-Men, su otro gran personaje de acción, que también se ha alargado: su último papel en esa saga fue en 2022, con 81 años. Extraño destino para un actor británico que se sabe de memoria el repertorio de Shakespeare.
No es un caso único en el universo trekkie: su predecesor en el cargo, el capitán de capitanes, James T. Kirk, siguió de correrías por el espacio cuando ya tenía edad de llevar un pastillero y un tensiómetro. William Shatner, el actor que lo encarnaba, es tan persistente que no se ha contentado con ser Kirk, sino que ha intentado (sin éxito) desencasillarse. Con 73 años protagonizó una serie de abogados, Boston Legal, y con 79, una comedia de situación en la que interpretaba a un octogenario gruñón que vive con su hijo. En 2021, con 90 añitos, protagonizó una comedia autoparódica en la que encarnaba a un astronauta retirado que, tras un accidente de coche, debe tomarse la vida con más calma. Ahora mismo, William Shatner está de gira con un espectáculo teatral y abierto a contrataciones. No deja de cotizar ni un día.
Casos como estos hacen que Tom Cruise, a sus 61 años, parezca un adolescente. No solo gracias a la cirugía y a la inversión en mantenimiento físico, sino porque aún está en edad laboral. Quizá, en un mundo menos agitado o revuelto, le habrían trasladado a un servicio más tranquilo, pero el año pasado se empeñó en volver a ser el Maverick de Top Gun, y ahora mismo es Ethan Hunk por enésima vez en la enésima Misión imposible. Si lo medimos por los estándares de Ford o Stewart, le quedan veinte años de saltos, tiroteos y romances con chicas cañón (porque el héroe cumple años, pero sus Penélopes siempre tienen veinte).
Los ejemplos extremos de una tercera edad activa se completan con ese Arnold Schwarzenegger que no solo cuenta su vida en una serie documental de Netflix, sino que se mete a agente de la CIA en una comedia de tortazos y enredos familiares titulada Fubar, donde nadie sabe si la autoparodia es consciente o involuntaria. Da lo mismo: la cuestión es que el Chuache reparte estopa. Setenta y seis añazos acaba de cumplir, y tumba a tipos mazados de 25 sin sudar. En otro registro, Sylvester Stallone sacó a pasear a Rambo por última vez en 2019, a los 73 años. Seguía sin encontrar las piernas de su amigo.
Puede interpretarse esta longevidad de los héroes de acción en un sentido puramente comercial, como una forma de explotar mitos muy rentables, gracias a que los actores aún no están para tomar sopitas. Sin duda, esto no es más que el funcionamiento de las leyes elementales del mercado. Pero todo fenómeno cultural influye en el ambiente, y este tapón generacional se produce en un momento en el que abundan las reflexiones sobre la vejez, tanto en el mundo del pensamiento como en el del cine y la literatura, y tal vez un Indiana Jones canoso y arrugado no tendría tanta aceptación en otra época menos inclinada a sentir simpatía por la senectud. Es algo bastante normal en una Europa sin niños cuya pirámide de población está a punto de invertirse, donde afloran fenómenos como la silver economy (productos y servicios orientados a los mayores con alto poder adquisitivo) y las residencias de la tercera edad se presentan como una inversión en auge. Indy y Picard se hacen viejos en países que empiezan a ser para viejos.
Ahí está, por ejemplo, El método Kominsky, la comedia amarga de Chuck Lorre sobre dos amigos en la ancianidad, enfrentándose a la decadencia física, la viudez y los problemas de próstata. Los ancianos son protagonistas y su condición es tema de relatos y debates. Hay que precisar aquí que se trata de la ancianidad masculina, propia de héroes de aventuras y ciencia-ficción. No quiere decir eso que la ancianidad femenina no tenga sus representantes ni sus historias, pero la ausencia de testosterona las sitúa en el lado intimista del mundo. No hay un equivalente femenino de Indiana Jones, pero sí hay figuras tan pertinaces como Jane Fonda, que estrenó su última película en 2022, a los 85 años, o el caso de Jean Smart, que protagoniza Hacks a los 72 años, una comedia sobre las cómicas viejas. Tiene esta un aire a El crepúsculo de los dioses, de 1950, que hablaba de la vejez mal llevada de Norma Desmond, interpretada por una Gloria Swanson de tan solo 51 años. Apenas una chavala: con los estándares de hoy, podría protagonizar una serie de instituto, y no necesariamente como profesora.