Arte como el pan nuestro de cada día: el proyecto estival de tres galerías en una antigua harinera de un pueblo de Girona
NoguerasBlanchard, Joan Prats y Bombon se alían en una exposición temporal con piezas de artistas de sus tres espacios que traslada su habitual propuesta conceptual a un entorno de vacaciones en el Baix Empordà
En el corazón del Baix Empordà, en un enclave de paso entre el mar Mediterráneo y la ciudad de Girona a las puertas de la villa medieval de Corçà, una antigua fábrica de harinas en desuso se ha reconvertido en un espacio de celebración del arte contemporáneo. Como muchas de las historias de nuestro tiempo, esta comenzó en aquellos meses en que la pandemia lo cambió casi todo. Decididos a no dejarse arrollar por la inacción, los responsables de la galería barcelonesa Bombon se propusieron aquel verano llevar el arte a su lugar de confina...
En el corazón del Baix Empordà, en un enclave de paso entre el mar Mediterráneo y la ciudad de Girona a las puertas de la villa medieval de Corçà, una antigua fábrica de harinas en desuso se ha reconvertido en un espacio de celebración del arte contemporáneo. Como muchas de las historias de nuestro tiempo, esta comenzó en aquellos meses en que la pandemia lo cambió casi todo. Decididos a no dejarse arrollar por la inacción, los responsables de la galería barcelonesa Bombon se propusieron aquel verano llevar el arte a su lugar de confinamiento, en Fonteta, un pueblo cercano a esta Antiga Farinera.
Como recuerda ahora Rebeca Blanchard, codirectora de NoguerasBlanchard (con sedes en Madrid y Barcelona), aquella experiencia se reveló como un éxito de visitantes, que agradecieron la posibilidad de recuperar el contacto físico con el arte en un momento en que la realidad se había vuelto virtual. “Vimos que otros compañeros en el resto del mundo estaban haciendo lo mismo: las galerías de Nueva York y Miami se habían ido a los Hamptons y Palm Beach aquel verano, los italianos a Puglia...”. El experimento de Fonteta funcionó y fue evolucionando hasta llegar a l’Antiga Farinera con la colaboración de esas dos galerías nacidas respectivamente en 2017 y 2003 y la histórica Joan Prats (Barcelona), fundada en los setenta.
A estas generaciones diversas les une una visión similar del arte que nutren y promocionan, entroncada en una línea conceptual. A partir de la necesidad impuesta por la covid, los tres negocios han ido asentando un proyecto único en España en el ámbito privado: una exposición estival conjunta con la que trasladan temporalmente a algunos de sus artistas desde sus sedes en las grandes ciudades a un entorno rural. “Es algo positivo que surgió de la pandemia, y que ahora nosotros reivindicamos como un acto de resistencia”, abunda Blanchard. Una defensa no solo de la experiencia sensorial del arte, sino también una respuesta a la sobreexposición de las galerías a un circuito cada vez más intenso de ferias internacionales.
La elección del Baix Empordà para montar esta muestra temporal, abierta desde junio hasta finales de agosto y titulada Meridiano Espíritu Fantástico por elección de la poeta Ángela Segovia, que ha escrito el texto de presentación, tiene que ver con el hecho de que los galeristas de Bombon proceden de aquella zona, de donde también fue originario el escritor Josep Pla. Pero con el tiempo, el lugar se ha ido demostrando como una opción que se sustenta por sí sola. “Tenemos un público de veraneantes que hemos visto que está muy abierto a este tipo de propuestas”, asegura la galerista, “entre ellos muchos franceses, dado que hay un eje que va desde Bélgica y Francia hasta Cataluña y Madrid que pasa por aquí”.
Mientras que en el Alt Empordà existe una escena de arte contemporáneo, con reclamos culturales como el museo Dalí en Figueres y el rastro que se puede seguir de Marcel Duchamp en Cadaqués, en esta comarca lo que prima es la tradición de la cerámica —La Bisbal, un pueblo a apenas unos kilómetros de Corçà, es uno de los centros más importantes de Cataluña—, así como la presencia de numerosos negocios dedicados al diseño. De ahí pueden surgir sinergias, porque como señala Blanchard, “el que venga a comprar una lámpara, luego puede venir a comprar un cuadro”. “Esa es la idea, aunque no es tan fácil”, añade la galerista, “porque como ves, tampoco tenemos tantas obras en tela”.
En efecto, sobre la tarima que cubre el molino de cereal que todavía se conserva en el espacio, se distribuyen varias esculturas de gran tamaño de Lara Fluxà, piezas de vidrio que hibridan la precisión de las formas mecánicas y la vitalidad de las orgánicas, y que comparten la plataforma de madera con robustas esculturas de artistas como Juliana Cerqueira, Ludovica Carbotta y José María Sicilia. Con 500 metros cuadrados, la antigua harinera se distribuye en varios espacios que reemplazan el aséptico cubo blanco por estancias con suelos de terracota y paredes cóncavas y desconchadas, un entorno vivido donde las obras —también las hay de Alfons Borrell, Ester Partegàs y Tadáskía, entre otros— adquieren una nueva perspectiva.
La fisionomía del edificio —una recia construcción de 1822 anejada a un torreón de piedra del siglo XII y una ampliación del XX— así como su ubicación incitaron a los galeristas a presentar trabajos que encajaran dentro de ese contexto. De ahí que, por ejemplo, no eligieran pinturas de un artista especialmente reconocido por esa práctica como Joan Hernández Pijuan, sino unas apropiadas obras de cerámica. “También hicimos un trabajo e investigación sobre los artistas que ha habido aquí”, añade Blanchard, “y por eso el protagonista de la exposición es un artista que no representamos ninguna de las tres galerías: Josep Ponsatí”.
Aunque esta tarde de lunes la pieza está deshinchada, los fines de semana recibe al visitante un módulo de una monumental escultura inflable de Ponsatí, nacido en la cercana Banyoles en 1947, de la que se exhiben también unas fotografías y un vídeo documental de los años setenta, cuando el artista presentó la obra en un encuentro internacional de diseñadores celebrado en Ibiza. “Se juntaron arquitectos, artistas y filósofos para hablar de nuevas formas de pensar la ciudad en una época en la que en España se estaba construyendo sin tener en cuenta la sostenibilidad”, explica Blanchard, “y nos parecía muy interesante dar a conocer la pieza y el lenguaje de este artista, tremendamente moderno”.
Las tres galerías, que se reparten el trabajo y los beneficios veraniegos a partes iguales, aspiran a una integración entre miradas y disciplinas que también queda patente en la colaboración que han rubricado con la librería Terranova, a la que han reservado un rincón para la venta de libros, así como el estudio de diseño La Base, con varios muebles distribuidos en l’Antiga Farinera que también se encuentran disponibles. Los fines de semana celebran actos que no hacen sino subrayar esa hibridación. En julio, el artista Antoni Muntadas llevó a cabo una performance y, para agosto, está prevista una shubertiada y un recital de poesía. “Este es un proyecto nómada, así que no sabemos si el año que viene seguiremos en l’Antiga Farinera”, recapitula Blanchard. “Pero seguro que continuaremos en el Baix Empordà, porque este lugar es también una parte de la idea”.